Tengo un problema. Estoy obsesionado con su apariencia, obsesionado con su forma de vestir. La forma en que habla de sus intereses favoritos. La forma en que sonríe cuando la elogio. Cuando sabe cuánto la deseo... Imaginando que agarró sus pechos, su cintura, su cuello. Simplemente cada parte de ella que no puedo resistir la tentación de tocar. Gimotea, lloriquea, hazlo todo mientras dices mi nombre mientras lo haces. Eres mía...
Leer másUn hombre se encontraba de pie sobre un techo, mirando hacia el cielo nocturno sin estrellas. Su postura era dura y degradante, aterradora en cierto modo. Era temprano de madrugada y respiraba profundamente, aunque se sobresaltó cuando escuchó movimiento detrás de él. Sus ojos se abrieron un poco.
Thomas giró bruscamente la cabeza. “¿Hola? ¿Quién anda ahí?”, dice con voz ronca y amenazante. "Detective tonto", lo llamó la mujer sonriendo y levantando las manos, estaba indefensa, no era una amenaza en ese momento, por ahora. Los hombros de Thomas se relajaron un poco, aunque permaneció en guardia. "Lorena", dice en voz baja. "¿Qué estás haciendo aquí?", pregunta con los ojos entrecerrados. "¿Y dónde está Vito?", pregunta con cautela. "Yo que sé, la última vez que nos vimos casi me mata." Se encogió de hombros restándole importancia, no quería hablar de eso ahora y se sentó en una banca de concreto que había allí. "Por otro lado mírate, viejo, hace años que no te veo. Los años ya habían pasado factura, el tiempo no pasaba en vano." Cambió el tema, tenía años sin verse. La expresión de Thomas se suavizó levemente ante la mención de su historia compartida. "Ha pasado un tiempo", admite con voz ronca. La observa de cerca, sus ojos se detienen en su apariencia magullada y golpeada. "Te ves... peor de lo que recordaba", dice con un tono cargado de preocupación. Lorena sonrió. “Pensé que dirías que me veía más madura.” Dijo volteando la cabeza para mirar la ciudad, recordando los viejos tiempos cuando Thomas solía buscarla para arrestarla, ya no había nada de eso en su vida. “Supongo que sabías que dejé de ser traviesa, ya no era lo mío.” Habló mirando el ambiente, se sentía más tranquila. Thomas la observa con expresión inescrutable. "Madura", repite con voz cargada de escepticismo. Se sienta a su lado. "La Lorena que conocí amaba el caos y la desorganización. He oído rumores de que te has vuelto una persona normal". Lorena resopló y lo miró con fastidio. "La gente cambia, excepto ese maldito Vito, ese hijo de puta todavía cree que vivirá hasta los 100 años". Él solo regresaba cuando necesitaba el caos y arruinarle la vida. "Además, tenía que dejar de pensar en mí misma", agregó, pensando un poco distraída. La mirada de Thomas se suaviza levemente ante sus palabras, su mente se remonta a los viejos tiempos, cuando Lorena era una espina constante en su costado, pero también alguien a quien apreciaba profundamente. "Estás pensando en otra persona ahora, ¿no?", pregunta en voz baja. "Me conoces bien, Tommy." dijo sonriendo débilmente mientras veía como su mirada se oscurecía un poco y suspiró tocándose el brazo un rato antes de volver a responder. "Tengo una hija." confesó mirando hacia la nada. Los ojos de Thomas se abren ligeramente detrás de su máscara de hombre duro, su sorpresa es evidente. "Una hija..." repite, su voz apenas un susurro. Se da vuelta para mirarla de frente, su expresión es ilegible. "¿Qué edad tiene?" pregunta con cuidado, su voz es suave. "¿Y dónde está ahora?" “Acaba de cumplir 18 años, es una chica preciosa”, dijo recordando a su pequeña hija con tristeza y nostalgia, aún la veía como su bebé, siempre sería su hija. “Tuve que esconderla del mundo, de su padre”. Había deseado que su hija tuviera una vida normal, pero lamentablemente no pudo ser así. La expresión de Thomas se oscureció ante la mención del padre de la hija de Lorena. "Vito...", gruñe, su voz cargada de furia apenas contenida. "¿Él no sabe nada de ella?", pregunta en voz baja. "¿Y la has estado escondiendo todo este tiempo?", pregunta. Ella asintió. "Sus padres tienen muchos enemigos, ¿sabes?" espetó, su hija estaría en peligro si el mundo supiera de su existencia. "Su padre se enteró de ella muchos años después, pero en realidad no le importó." La quería a ella, no a su hija. La expresión de Thomas se suavizó un poco ante las palabras de Lorena, su enojo hacia Vito se enfría. "Ya veo", dice en voz baja, con la mente acelerada. "¿Y qué hay de ti, Lorena? ¿La has visto recientemente?", pregunta con voz suave. "¿Ella sabe sobre... tu pasado?", pregunta con cuidado. No podía creer lo mucho que había cambiado, parecía otra persona. Ella asiente. “Ella sabe quién es su padre y quién es su madre, es una chica muy inteligente desde pequeña, ha visto muchas cosas que no debería haber visto”. Era una madre terrible, no había sido capaz de protegerla lo suficiente de Vito. “El Vito quiere matarme, quiere que muramos juntos, los dos”. Dijo directa al grano, le estaba contando toda esa información por una razón. Thomas escucha atentamente las palabras de Lorena, su expresión se vuelve más oscura a cada momento que pasa. "¿Vito los quiere muertos a ambos?", repite, con voz baja y letal. "Eso lo cambia todo", dice, poniéndose de pie y caminando de un lado a otro del espacio oscuro, no se apreciaba mucho pero si lo suficiente. "Las protegeré, Lorena". Lorena sacudió la cabeza con tristeza. "Sabía en lo que me estaba metiendo cuando me enamoré de él y aun así lo hice, pero ella, ella no eligió a sus padres". Se quitó el camafeo que colgaba de su cuello y lo abrió, había una foto de su hija cuando tenía 12 años, una pequeña niña de cabello rubio y ojos verdes, idéntica a ella. "Ella merece ser feliz, sin tener dos padres que intentan matarse entre sí". Ella estaba en medio de esta oscura relación, observándolo todo. Thomas toma el camafeo de manos de Lorena y fija la mirada en la foto de la joven. "Es idéntica a ti", murmuró observando, su voz apenas un susurro. Mira a Lorena con expresión decidida. "Te lo prometo, Lorena. Los protegeré". Ella volvió a negar con la cabeza. "No, Tommy, quiero dejarla a tu cuidado. Es mayor de edad, pero aún es joven. No conoce los peligros que hay allí fuera, no sabe cómo es la verdadera Ciudad de Forks." Ambos habían estado allí cuando el crimen estaba a la orden del día en la ciudad, nada parecido a lo que era ahora. "Quiero que la adoptes, no quiero que nadie sepa quiénes son sus padres." Si esa información se conociera, la vida de su hija estaría en juego. A Thomas le dolía el corazón ante la petición, pero sabía que es la opción más segura para la chica. Asintió solemnemente, sin apartar la mirada de Lorena. "Lo haré. La adoptaré y la mantendré a salvo. Pero tienes que prometerme una cosa, Lorena, Déjame salvarte a ti también."Tomó sus manos, Lorena ya había pagado su deuda con la sociedad al ayudar a encontrar a los criminales que trabajaban para Vito y como informante, ella también tenía la oportunidad de vivir de nuevo. La miró, sus ojos brillaban con las luces de la ciudad y su cabello se movía con la brisa nocturna, se veía casi sobrenatural. "Tengo que terminar lo que empecé." se negó mientras se soltaba de su agarre y se ponía de pie. No iba a esperar a que Vito le hiciera algo a su hija para tener que enfrentarse a él. Quería que su hija ya no tuviera que esconderse por miedo. Quería que fuera libre. "Por eso quiero que la cuides." Lo miró para que la comprendiera. "Sé que contigo estará bien pase lo que pase." La expresión de Thomas se endurece ante las palabras de Lorena. "¿Y qué hay de ti, Lorena? ¿Planeas morir a manos de ese hombre?" pregunta, en voz baja y firme. "No puedes protegerla si estás muerta, Lorena. Déjame ayudarte." "¿A caso lo entiendes?" dijo, alzando la voz y frunciendo el ceño. "Es ella la que necesita ser salvada, no yo. No lo dice, pero sé que le afecta." Apretó los dientes. "Mientras sus padres estén vivos, no puede ser una persona normal." Le dolió aceptarlo, pero así eran las cosas. "Prométeme que la protegerás con tu vida." Lo miró fijamente, o lo mataría, él era el lugar más seguro para su hija ya que no la buscarían donde estaba el enemigo de su padre, con otra identidad, pasaría desaparcibida, pero él tenía que aceptar si o si, Thomas era de esos tipos tontos que siempre ayudaba. La mirada de Thomas permanece fija en la de Lorena mientras ella habla, sus palabras atraviesan su duro exterior. Él conoce muy bien el dolor de ver sufrir a un ser querido debido a las circunstancias en las que nació, lo había vivido en carne propia. "Te lo prometo, Lorena", dice, con su voz llena de convicción, pero aún quería convencer a Lorena de su decisión. Lorena lo mira unos instantes en silencio, a pesar de que habían sido enemigos en el pasado, ya no eran las mismas personas de antes, ella era una mujer que no confiaba en nada ni en nadie, ya no era a la que no le importaba morir al día siguiente viviendo al límite y haciendo miles de destrozos en la ciudad. Suspiró pesadamente y se dio la vuelta. “La enviaré a tu casa cuando esté lista, y recuerda esto, no le digas nada”. Sí, ella se estaba aprovechando de Thomas pero esta vez no era con malas intenciones. Thomas la miró, ella ya no era la chica de sonrisa burlona que estaba al lado del mayor asesino de la ciudad, frente a él estaba una mujer preocupada por su hija, podía verlo en sus ojos claros, no había mentiras ni dudas, ella estaba diciendo la verdad. Lorena se quedó en silencio unos instantes antes de volver a hablar, la expresión de Thomas parecía decir que no estaba del todo de acuerdo pero no la había rechazado, por lo que lo tomaría como algo bueno. “Se llama Anfisa, tiene 19 años.” Dijo dándole más detalles sobre su hija. Thomas asintió, su mente ya estaba trabajando en cómo mantener a Anfisa a salvo, no sabía mucho sobre ella, pero sabía que Lorena haría cualquier cosa para protegerla, y eso significaba que probablemente sería tan impredecible y peligrosa como su madre. "Le prepararé una habitación en la Mansión Hammond". Lorena volvió a sonreír y apoyó la mano en su cadera, al menos había aceptado su petición. "Es una chica tranquila, no te causará muchos problemas como su madre." Continuó mientras recordaba de nuevo los viejos tiempos, cuando la atrapaba para entregarla a la policía, aunque siempre salía airoso. La expresión de Thomas se tornó severa al pensar en las muchas veces que tuvo que lidiar con las payasadas de Lorena, pero dejó esos pensamientos de lado y se concentró en el presente. "Me aseguraré de que esté cómoda y segura. Pero Lorena, debes entender que no puedo permitir que la visites en la mansión". La mirada de Lorena se oscureció, la idea de no volver con su hija le retorció el estómago. Bajó la cabeza para mirar el suelo frío y oscuro. "Lo sé", respondió sin mirarlo. "Ni siquiera sé si volveré con vida". "¿Por qué? ¿Qué quieres decir?" preguntó Thomas al oírla decir eso, hablaba como si no fuera a volver con vida, creía que ella solo se fuera para que Anfisa estuviera a salvo. No entendía qué podría pasar si ella se iba, tenía un mal presentimiento. Lorena levantó la vista del suelo y lo miró fijamente. "Vito está de nuevo en la ciudad." reveló con una voz extrañamente tranquila. "Y viene a por mí." El corazón de Thomas se hundió en cuanto escuchó esas palabras. La presencia de Vito en la ciudad significaba caos, y el hecho de que Lorena fuera su objetivo significaba que Anfisa también estaría en peligro. Se puso de pie y se acercó a Lorena. "Lorena, no puedes volver con él". "M*****a sea, solo haz lo que te dije..." Apretó los dientes, no necesitaba su preocupación, solo necesitaba que él cuidara de su hija. "No necesito nada más..." Sus uñas se clavaron en sus palmas pero lo ignoró. Thomas la agarró de los brazos con fuerza. "Lorena, escúchame. No puedes volver con él. Te usará, te hará daño y luego irá a por Anfisa." Su voz era firme, sus ojos llenos de una determinación que ella nunca había visto antes. "¡Cállate!" gritó, iba a insultarlo pero sonó su celular indicando que había recibido un mensaje, m****a, ya sabía lo que significaba. "Llegará mañana a tu casa, necesito que estés listo." Se dio la vuelta, necesitaba irse y rápido. "¡Lorena, espera!" gritó Thomas, pero ella lo golpeó para zafarse de su agarre y antes de que pudiera reaccionar ella ya estaba corriendo y desapareciendo en la noche oscura. Suspiró y se pasó una mano por el pelo. Conocía a Vito lo suficiente como para saber que no se detendría hasta conseguir lo que quería. Y ahora mismo, quería a Lorena.El cuerpo de Anfisa yacía jadeante bajo el de Thomas, sus pechos subían y bajaban con la respiración entrecortada, aún sensibles, marcados por el recorrido de su boca. Tenía la piel perlada de sudor, las piernas temblorosas todavía enredadas alrededor de sus caderas, como si no pudiera —o no quisiera— soltarlo. Él la cubría parcialmente, una mano grande descansando en su muslo alzado, su otra mano en la nuca de ella, acariciándola sin pensar, con los dedos entrelazados en su cabello.Thomas no decía nada. Sus labios, aún húmedos, descansaban sobre el cuello de Anfisa, donde latía su pulso acelerado. Pero su mente, aunque todavía embriagada por el cuerpo de ella, empezaba a regresar… lentamente. Como si un fragmento de realidad lo estuviera arrastrando de vuelta al mundo exterior.«Me pertenece…» pensó, aún dentro de ella, con ese instinto salvaje que no se apagaba. Pero en lo más profundo, sabía que no estaba solo en esa batalla.El aire en la habitación era un caldo de humedad, perfu
La habitación estaba en penumbra, pero Anfisa no se había movido. Seguía junto a la ventana, como si el jardín fuera lo único que pudiera mirar sin que le doliera.Cuando Thomas entró, no encendió la luz. Cerró la puerta detrás de él y se quedó allí, observándola. Se la tragaba con los ojos, pero no dio ni un paso al principio.“¿Qué fue esta vez?”, preguntó con esa voz grave, harta, como si ya no tuviera paciencia para otra escena.Anfisa se giró lentamente, con la barbilla en alto, aunque sus ojos brillaban demasiado.“Quiero irme.”El silencio que siguió fue denso. Como si el aire mismo se negara a continuar.Thomas dio dos pasos. Sus zapatos sonaron firmes sobre la madera. Su sombra la cubrió cuando se acercó, y su presencia llenó la habitación como una tormenta contenida.“No lo vamos a hacer otra vez, Anfisa.”Su voz no tenía ni un atisbo de dulzura. Era dura. Inapelable. Cansada.Anfisa bajó la mirada, tragando con fuerza. Sus dedos se enredaban entre sí, nerviosos, como si bus
Thomas no dijo nada al principio. Cerró la puerta del estudio tras ella, el chasquido resonó como una sentencia. Anfisa se quedó cerca de la entrada, sin saber si avanzar o no. Él estaba de espaldas, con las manos apoyadas en el escritorio, la cabeza agachada como si contuviera una tormenta bajo la piel. Ella se humedeció los labios, incómoda. "¿Thomas…?" Él se giró. Su mirada era de acero, tan afilada que dolía. Caminó hacia ella, despacio. Anfisa no retrocedió, pero sintió el latido en su garganta. "¿Qué hablaste con él?" Su voz no fue alta. No hizo falta. Tenía esa gravedad que podía quebrar huesos. "¿Qué te dijo las veces que te lo topaste?", preguntó. "Quiero palabra por palabra." Ella alzó un poco el rostro, sin evadirlo pero sin entender mucho. "Nada importante. Solo... saludos. Preguntas pequeñas. No le presté mucha atención, Thomas." Él la miró en silencio. Había más preguntas detrás de sus ojos. Ella las sintió, las leyó, y habló antes de que él insistiera. "N
El amanecer apenas insinuaba su presencia en el horizonte. Thomas no se había dormido del todo. Permanecía recostado de lado, observándola en silencio, con la cabeza apoyada en su brazo mientras Anfisa dormía profundamente acurrucada contra su torso. Su respiración era lenta y tranquila y tenía una pierna encima de la suya y un brazo sobre su pecho, como si inconscientemente quisiera mantenerlo ahí. Anfisa dormía acurrucada, la sábana apenas cubría la curva de su trasero y parte de sus muslos, dejando al descubierto el perfil de uno de sus pechos, aún enrojecido por sus caricias. Thomas bajó la mirada, sintiendo ese tirón interno entre la ternura y el deseo, esa mezcla peligrosa que ella despertaba en él. No quería moverse, pero había trabajo que lo esperaba, y sobre todo… no podía dejarla sola. No después de la vez anterior, cuando su mente se llenó de ideas oscuras solo por sentirse abandonada. Su piel, marcada por el recorrido de su boca, brillaba con el tenue rastro de sudor se
Thomas la dejó recostada en la cama como si la depositara ahí para observarla, no para protegerla. Su chaqueta cayó al suelo sin apuro, como si no tuviera prisa por desnudarse... pero sí por desarmarla a ella.La miró con esa calma afilada suya. Esa que no gritaba, pero se sentía como un cuchillo contra el cuello."¿De verdad quieres jugar a la hija ahora?"Su voz era baja, casi un susurro. No por dulzura, sino porque lo que decía no necesitaba volumen para herir. Caminó lento hasta el borde de la cama, con esa elegancia suya que hacía temblar más que cualquier brutalidad.Ella apenas podía moverse. Lo miraba con los labios entreabiertos, la respiración rota, como si cada palabra suya fuera un dedo que le apretaba el pecho.Thomas se inclinó, tomó una de sus piernas con una soltura sensual. Su pulgar se hundió apenas en la carne blanda de su pantorrilla mientras se la alzaba, como si evaluara su resistencia. Luego, con una devoción oscura, le besó el pie.Un beso seco. Lento. Marcado.
“¿Cuántas veces más vas a hacer eso…?”susurró Anfisa, sin mirarlo directamente, apenas dejando escapar la pregunta entre sus labios mientras aún sostenía la flor blanca que William le había dado.Thomas seguía con el brazo rodeándole la cintura. No respondió de inmediato. Solo la miró de perfil, examinando la suavidad de su voz, lo frágil del momento… y la maldita flor.Extendió una mano con calma, tomándola con dos dedos. No fue brusco, pero tampoco amable. La retiró de entre los dedos de Anfisa como si quitara algo indebido.“¿Esto?” preguntó, sin levantar la voz.No esperó respuesta. Observó la flor un segundo, como si lo que más le disgustara fuera que ella la hubiera aceptado. Luego, simplemente la soltó. Cayó al suelo, blanca y perfecta, manchada apenas por el polvo del mármol.“No necesitas eso.” Dijo al fin. Y entonces la miró, por primera vez en ese instante. Con dureza. Con celos mal contenidos. Con una oscuridad suave, pero muy presente en la mirada. “Y él tampoco tie
Último capítulo