No hay nada emocionante en la vida de Pandora, hasta que un joven doctor llega para poner su mundo de cabeza. A pesar de la explosiva personalidad de ambos, una propuesta inesperada y poco usual lo cambiará todo, incluso sus destinos. Pandora es consiente que aquello tiene límite de tiempo y que podría traer muchas complicaciones a futuro, pero aun así decide dejarse llevar por lo que aquel doctor arrogante, recién llegado y sexy tiene para ofrecerle, sin importar lo que suceda después. El conocimiento de aquello no puede detener lo inevitable y una huella de aquellos tiempos quedará marcada para siempre en la vida de ambos.
Leer másPandora Muller
Voy corriendo bajo la lluvia en la medida que puedo. Es raro que en pleno diciembre esté lloviendo y tan intensamente como esta mañana. Debo tomar el autobús para llegar a la clínica a hora, porque con este tiempo es imposible que llegue a pie a pesar de que me queda a solo quince cuadras de casa.
El bus en el que me subo está, para variar, repleto. Además, va a pasos de tortuga y bastante retrasado debido a la lluvia. Estoy nerviosa, no me gusta retrasarme y menos en mi trabajo. Las personas impuntuales siempre me han disgustado y no pretendo ser una de ellas.
Este es el penúltimo mes de practica como médico residente en la Clínica Sagrado Corazón y mis ganas de terminar la carrera y empezar a trabajar son enormes. Mi sueño es seguir estudiando y especializarme hasta ser una profesional de alta categoría y reconocida.
La poca posibilidad económica de mis padres me ha limitado mucho y es lo que deseo cambiar una vez que empiece a ganar mi propio dinero. Terminar mis prácticas, encontrar un buen trabajo e independizarme son mis objetivos principales.
Siempre he sido una excelente estudiante porque es así como me inculcaron mis padres, también a cumplir con mis propios medios mis sueños y metas.
Soy cardióloga, aunque aún no he recibo mi título oficialmente, mis prácticas en la clínica me han ayudado a mejorar y estoy feliz con lo que aprendo día a día.
A pesar de que, cuando solicité mi pasantía no pensé que me asignarían ser ayudante de quirófano, es todo un desafío que, gracias al Doctor Rivas, una eminencia como cirujano y uno de los más antiguos de la clínica, he logrado sobre llevar con mucho éxito.
Me encanta mi profesión y me considero una principiante afortunada al estar acompañada de excelentes profesionales. Todos mis compañeros de trabajo son personas muy capacitadas y me he hecho amiga de todos, especialmente de Lucy, una licenciada en enfermería quien fue la que más paciencia y ayuda me ha brindado desde que empecé.
Ninguno de ellos me ha tratado de menos en los procedimientos, sino como una más de ellos. Si bien, al comenzar, me ponía generalmente nerviosa, luego me fui adaptando, porque no es lo mismo estar en clases y tomar notas que ser partícipe de una cirugía real a corazón abierto.
El Doctor Rivas, quien tiene problemas de salud ha solicitado su retiro voluntario, según me ha contado Lucy. No ha pasado un día que no ruegue a Dios que ocurra un milagro y decida quedarse, al menos hasta que yo termine mi pasantía.
Mis practicas diarias duran 8 horas de lunes a viernes, aunque a veces debo quedarme hasta que una cirugía se acabe, especialmente si es larga y compleja. No me importa en absoluto estar hasta el final independientemente de la hora que termine, de todo eso depende mis notas y aprender es algo que nunca está de más en esta área.
Después de terminar las prácticas y llegar a casa, hago anotaciones de todo lo que aprendo en el día. Eso es algo que mi padre me enseñó a hacer y me ha servido y servirá mucho, especialmente cuando ejerza mi profesión.
Ningún caso es igual al otro y no todos los pacientes necesitan el mismo tratamiento, por eso mis anotaciones son muy valiosas para mí.
Cuando el autobús llega por fin a mi destino, voy corriendo hasta el piso de cardiología; ya ha pasado más de 15 minutos de mi hora de entrada y eso me tiene con los nervios a flor de piel.
Entro a mi sección y me visto rápidamente antes de pasar al quirófano.
—Amiga, al fin llegas —Lucy me recibe agitada dentro del cubículo. —Allí adentro las cosas están que arden. Será mejor que te prepares.
—¿Por qué? ¿Es por qué llegué tarde? —me pongo el mameluco y la cofia.
—Sí, apúrate. Ya sabes que aquí no se puede retrasar nada, solo te estamos esperando a ti. El Doctor ya está enojado.
—Imposible —me río un poco. —El Doctor Rivas no se enoja nunca.
—Es que ese es el problema, Dora. No es el Doctor Rivas. Tengo entendido que ayer fue su ultimo día en Sagrado Corazón.
—Eso no lo esperaba —un pesar me embarga al enterarme. —¿Y quién es? ¿Tú lo conoces?
—Es un Cardiólogo alemán bastante joven.
—¿Y qué hace un médico alemán aquí en un país tercer mundista? —me ayuda a atar lo último de mi atuendo y me coloca los guantes.
—Según oí es un Doctor prodigio, uno de los mejores de su país y viene para un intercambio de cultura por un año.
—¿Eso es bueno o malo?
—Si no fuera tan arrogante y mal humorado sería un papacito por quien pelear entre las chicas.
Entramos juntas y la tensión en el quirófano es evidente a primera vista. Mi amiga tiene razón, el Doctor está enojado y todo por la m*****a lluvia que no me dejó llegar a tiempo.
A pesar de que está de espaldas, pido disculpas, y esté se da vuelta dedicándome una mirada de fastidio y mucha, mucha molestia. Me estremezco cuando nuestras miradas se conectan, es tan gigante que me siento como una hormiga a punto de ser aplastada frente a él.
En todo el procedimiento sus comentarios toscos me hacen sentir muy incómoda. Aunque demuestra ser un gran profesional, la forma en que me mira y habla me pone cada vez más nerviosa, volviéndome torpe en cada movimiento.
Cuando la operación termina, salgo inmediatamente de allí; toda esa tensión entre nosotros me asfixia y siento que ya no puedo resistir.
Entro al lavado y tiro mis guantes a la papelera para refrescarme el rostro inmediatamente. Estoy literalmente temblando, mi frente está sudada y mi corazón latiendo más rápido de lo normal.
De pronto unas manos grandes me voltean de forma brusca y aprisionan contra la pared. El miedo se apodera de mi de inmediato. Mis labios empiezan a temblar sin que pueda contenerlos.
—¡¿Qué clase de cardióloga piensa ser si se comporta de manera infantil en una operación tan importante?! —exclama muy cerca de mi rostro. Su aliento me golpea el rostro y su boca está a solo milímetros de la mía. —Talvez deba reconsiderar su profesión al menos que desee matar a todos sus pacientes. No necesito a personas incapaces en mi sección. Si vuelve a pasar lo mismo una vez más olvídese de trabajar como cardióloga en toda su vida.
—Disculpe, doctor, todavía estoy en mis prácticas. No volverá a ocurrir.
—¡Más le vale!
Así como entró, se va, mientras yo me quedo hiperventilando y al borde de un colapso nervioso. Jamás pensé que me trataría así y lo que me dijo y la forma tan grosera en que lo hizo me deja un nudo en la garganta.
En todo el maldito día sus palabras hacen eco en mi cabeza, tanto que, en la noche, ya en casa, me cuesta conciliar el sueño.
Sentada en el balcón, cerca de la media noche, mi madre se sienta a mi lado.
—Mami, ¿Qué haces despierta? —trato de sonreír, pero no me sale del todo bien y ella se da cuenta. —Ya es muy tarde.
—Lo mismo digo, Dora. ¿Qué haces despierta aun?
—Solo pensaba…
—Sabes que puedes contarme lo que sea, hija —acaricia mi cabello antes de dejar un beso en mi frente.
—Hoy fue un día terrible, mami. Vino un nuevo doctor en reemplazo del Doctor Rivas y tuvimos un desencuentro en nuestro primer día, todo porque llegué 15 minutos tarde. Un alemán, egocéntrico y arrogante.
—Los alemanes son conocidos por ser fríos y exigentes, hija.
—Pues este debe ser el rey de la frialdad —aprovecho para acurrucarme en su pecho. —Amargado nivel Dios.
—No deberías juzgarlo tan a la ligera, Dora. Recuerda que en esta profesión se necesita ser muy preciso, en todo, incluso en el horario, tal vez estaba nervioso al ser su primer día en el hospital y estar lejos de tu país no es sencillo, si lo sabré yo que viví tantos años en Alemania. Ya verás que cuando lo conozcas mejor, se van a entender.
—Ojalá, mami.
—Es mejor que vayas a dormir, así no llegas tarde nuevamente mañana.
De ninguna manera llegaría de nuevo tarde, ya sé a lo que me atengo y la ira del nuevo doctor es algo que no quiero volver a provocar.
Me acuesto, pero no dejo de pensar en él. Mi madre, quien ha vivido toda su juventud en Alemania junto a su tío materno estudiando y trabajando, siempre me ha dicho que los varones alemanes, a pesar de ser guapos como los dioses, generalmente son de demostrar pocas emociones y sentimientos. Pero que cuando aman, lo hacen de manera intensa y se entregan por completo.
—Si no fueras tan amargado… —susurro recordando la intensidad de sus ojos azules que parecían taladrarme hasta el alma y de su boca tan cerca de la mía que por un momento creí que me besaría.
Sacudo mi cabeza para dispersar esas ideas de mi alocada mente. Un hombre como él quizás nunca se fije en una chica tan sencilla como yo. Los amores bonitos y sinceros donde un extranjero guapo se enamora de una niña pueblerina ocurren solo en telenovelas y yo estoy segura que eso está lejos de suceder en mi vida.
Y no es que me considere fea, sino más bien estoy lejos de la belleza a lo que seguramente él está acostumbrado. Aunque tengo la tez clara y ojos grisáceos, mi cabello es de un tono oscuro, tan lacio y largo que me cuesta acomodarlo durante las horas de trabajo y tan baja de estatura que ese hombre a mi lado parece un gigante andante.
Si los hombres del pueblo fueran solo la mitad de lo que es ese Doctor no dudaría en enamorarme, pero ninguno llama mi atención y pese a que ya cumplí 24 años, nunca he tenido novio a causa de eso.
Tan ensimismada como estoy, el timbre de mi celular me sobresalta y es un mensaje de Lucy preguntando como estoy. Le comento en un mensaje lo que pasó y me dice lo mismo que mamá, que debo darle tiempo.
Con eso repicando en mi cabeza me entrego en los brazos de Morfeo. Solo espero que tengan razón.
Aviso: Este es un extra corto de la vida de Gaby luego de cumplir su deuda con la justicia. Narrador omniscienteEn Francia, Gaby recorre uno de los pasillos del orfanato mirando con cautela el interactuar de cada niño en las salas, su caminata parece ser más pesada hoy y el latir de su corazón más frenético. Sus ojos se cristalizan cuando llega hasta la sala de juegos número cinco y una niña, con cabellos dorados y ojos cafés, corre hasta ella para recibirla.Luis, su esposo, coloca su mano en su espalda para impartirle apoyo. Han esperado dos años para poder adoptarla y hoy por fin les dieron la noticia positiva y vienen a llevarla a casa.—Ve con ella —le dice con voz pacífica. Gaby da unos pasos y se funde en un abrazo con la niña. Nidia acaba de cumplir cinco años y ha vivido toda su vida en este orfanato, pero ellos la conocen desde hace dos años, cuando decidieron adoptar y vinieron a este orfanato con el deseo de cumplir ese objetivo. Fue algo así como amor a primera vista cu
Narrador omnisciente—¡Papi! —Amelia grita y corre para recibir a Norman, quien viene a casa luego de un arduo día de trabajo. —Al fin llegas. Te extrañé mucho.—Yo también, mi amor —Norman deja su maletín en la mesita y la recibe en sus brazos. Cada vez le cuesta más cargarla. Con sus diez años se convirtió en una niña grande y hermosa y él un padre todo posesivo y meloso.Amelia rodea el cuello de su papá y lo llena de besos. Para Norman volver a casa cansado y ser recibido así es como un ungüento para su alma.Camina con ella unos pasos hasta que los gritos de otro niño lo hace sonreír.—No es justo, hoy me toca a mí. Eres una tramposa, Lia. No es justo, papi.La queja de Dyson hace reír a su hermana y negar a Norman. Amelia se agarra más fuerte a su papá mientras le saca la lengua a su hermanito con toda la intención de hacerlo enfadar aún más.Norman se sienta al sofá y con la mano libre trae a Dyson a sus brazos, abrazando a ambos al mismo tiempo mientras espera que se pongan de
Narrador omnisciente—¿Sabe de algún familiar al que ella pueda recurrir para esconderse? —Pregunta el oficial y una amargura sube desde el estómago de Norman hasta su garganta.—No, señor. Ella no tiene otros familiares más que nosotros, como ya le había dicho muchas veces.El hombre anota algo en su computador y él siente que su cabeza va a estallar. Ha contestado como mil preguntas durante casi cinco horas corridas, mientras Mariana está con Dora en el sofá junto con sus tíos y don Andrés, tratando de contenerla.No puede evitar sentirse culpable por esto y cree que todos piensan lo mismo por la forma en que lo miran, como condenándolo por ese error tan miserable que puso a su hija en peligro.Sin soportarlo más, se levanta bruscamente de la silla y va hasta la habitación para refrescarse. Necesita pensar mejor, pensar como ella. Nadie la conoce como él, y él debería saber de algún lugar donde ella pudo hacerse llevado a Amelia.Mientras se lava la cara, escucha la puerta abrirse y
Narrador omniscienteDora mira su vestido y zapatos desparramados en el suelo mientras su hombre se desviste para ella. Se ve simplemente exquisito cuando deja al descubierto su torso desnudo y se queda solo en bóxer, presumiendo su gran erección escondida bajo esa fina tela oscura.Con toda la intención de torturarla, Norman, toma la copa de vino y sorbe de manera lenta mientras la mira a los ojos directamente, para aumentar la expectativa en ella.Dora, sentada en el sofá, se muerde el labio inferior fuerte para no emitir un gemido. Nunca había sentido tantas ganas de tenerlo en su interior como ahora. Luego de ese beso tan apasionado, sus entrañas queman, necesita alivio y Norman sabe que solo él puede conseguirlo.Deja nuevamente la copa en su sitio y llega hasta ella y le ofrece la mano. No va a poseerla en el sofá luego de haber estado tanto tiempo separados, necesita espacio para devorársela desde la punta de sus pies hasta la cabeza y en todas las formas posibles.Van juntos h
Narrador omniscienteNorman toca el timbre y no pasa mucho hasta que la puerta se abre y Dora se tira a sus brazos. Estaba llorando, lo sabe por sus suaves espasmos a pesar de que no puede ver su cara.No pregunta nada, solo cierra la puerta y camina con ella en brazos hasta su habitación, donde se acuesta y la coloca en su pecho.Por algunos minutos, ninguno dice nada. Norman solo acaricia su cabello y su mejilla. Dora tiene los ojos cerrados, pero no se encuentra dormida. Disfruta de ese toque que tanto le hace falta.Norman la conoce como la palma de su mano, reconoce sus reacciones, sus emociones, sus pensamientos. Sabe que no necesita decir nada justo ahora, solo estar con ella, solo protegerla, como en el pasado.Así se quedan dormidos y amanecen abrazados y con una paz que no sienten desde que se separaron. Norman es el primero en despertar y se queda mirándola por un momento largo, pensando en lo tonto que fue al estar por tanto tiempo sin su amor.—¿En qué piensas? —Pregunta
Narrador omniscienteUna semana entera trascurrió desde que la madre de Norman entró en coma; sin embargo, sus signos vitales han mejorado notablemente desde hace dos días y su evolución, favorable al nuevo tratamiento.Dora trajo a Amelia cada día para acompañar a su abuela por una hora en la tarde y Norman estuvo más que feliz con eso.La doctora comentó el progreso de la paciente cuando los reunió a todos ayer y Norman soltó un par de lágrimas de emoción.Dora, quien se percató de aquello porque estaba a su lado, se conmovió mucho por su reacción. Esta semana se había comportado como todo un caballero con ella y mimó mucho a su hija a pesar de la delicada salud de su mamá y a ella no le quedó ninguna duda de que estaba haciendo hasta lo imposible por ganarse nuevamente su amor.Hoy es el primer día que Amelia se queda en la guardería de la clínica y Dora está feliz por ello. Se levantó temprano y preparó el almuerzo para ella y su hija y Norman pasó a buscarlas a la mañana para que
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