Mi nombre es Rebecca, fui la compañera de Gavin Clarke, el Alfa de la Manada Ironpelt, la más fuerte entre las manadas de hombres lobo del norte. Gavin era un genio para los negocios, de esos que solo aparecen una vez por siglo; sus redes comerciales se extendían por una docena de manadas del norte, convirtiendo a la suya en un imperio próspero. Fui suya durante cuatro años. Estábamos juntos, esperando nuestra ceremonia de unión... hasta que Vivian, su amor de la infancia, regresó. En el instante en que los vi reunirse, la verdad me hizo pedazos: lo que yo creía que era amor nunca fue más que una ilusión mía. Solo tenía ojos para ella. Yo solo había sido... conveniente. Al menos nunca me había marcado. No había un vínculo de apareamiento, solo papeleo del Consejo de la Manada. Eso lo hacía todo más simple. Así que planeé mi venganza: disfracé el Acuerdo de Disolución del Vínculo de Pareja como un simple permiso universitario. Cuando su pluma tocó el papel, nuestro vínculo se disolvió con el trazo de la tinta. Él nunca se dio cuenta de lo que perdió ese día: no solo a una compañera, sino al futuro heredero del legado Ironpelt. Ahora me persigue por todos los continentes. ¿Es por amor? ¿O por el cachorro? ¿O es solo el orgullo de un Alfa, herido porque lo engañé para que disolviera el vínculo sin siquiera darse cuenta de que le había ganado la partida?
Leer másLos ojos dorados de Gavin me seguían con una intensidad casi primitiva, como si su lobo se negara a parpadear por miedo a que yo pudiera desaparecer.Me di la vuelta. El viento rugía en el paso de la montaña y cortaba a través de mis pieles, pero el frío apenas me rozaba. Entré en el refugio de suministros sin mirar atrás ni una sola vez.Afuera, su voz grave se abrió paso a través de la tormenta.—... Paul. Soy yo.La ventisca se tragó la mitad de sus palabras, pero los fragmentos que lograron colarse hicieron que apretara con más fuerza la solapa de cuero de la tienda de campaña.—Me quedaré en los Alpes... el tiempo que sea necesario... encárgate de mis asuntos... nada de mensajes.Y entonces, tan clara como el aullido de un lobo bajo la luna de invierno, llegó la promesa que hizo que mi pulso se agitara:—No volveré sin ella.Palabras que lo desnudaron por completo. Este no era el Rey Alfa que alguna vez comandó ejércitos y esperaba obediencia instantánea. Era un macho quemando tod
La avalancha había arrasado con la estación de montaña. Las vigas de acero estaban retorcidas bajo el aplastante peso de la nieve, los paneles solares yacían hechos añicos y la cúpula de investigación, antes impecable, no era más que un amasijo de hielo y vidrio astillado. Tanto lobos como humanos trabajaban hombro con hombro, levantando tiendas a prueba de viento y trasladando a los heridos hacia los sanadores. El aire cortaba por el frío, y el humo de las fogatas de emergencia se enroscaba hacia el cielo, como oscuras señales enviadas a la Luna.Fue entonces cuando lo percibí: su olor.La inconfundible atracción del Rey Alfa del Norte: una mezcla de almizcle de lobo, sangre con olor a hierro y la sal del agotamiento. Sentí pánico, como si una garra me quitara el aire.Surgió de entre la neblina de nieve, y cada uno de sus pasos era dominio y vacilación. Su voz sonó rasposa y autoritaria.—Estás esperando a mi heredero. Soy el padre. Vas a volver a mi territorio conmigo.Le enseñé lo
La espalda de Gavin se tensó al instante ante las palabras de aquella joven loba, como si un escalofrío mortal le recorriera la espina dorsal.—¿Perdió al cachorro?Su voz sonó grave y quebrada, el murmullo de una bestia herida. La chica aferró con fuerza su libro encuadernado en piel, y sus pupilas doradas ardieron con desprecio.—Pues un maldito infeliz la embarazó y al momento siguiente desapareció. Cuando ella colapsó, ese tipo ya se había esfumado.Gavin se quedó paralizado, temblando sin control, incapaz de asimilar la verdad. Rebecca había estado embarazada, esperaba a su cachorro, ¡y nunca se lo dijo!Entonces, un recuerdo lo asaltó: el día en el hospital. Rebecca debía de estar en su revisión prenatal, mientras él acompañaba a otra mujer, a Vivian, a la suya.Él era, precisamente, el maldito infeliz que la estudiante había escupido con tanto desprecio.—Por suerte, ya se fue a Suiza para un proyecto en un instituto de investigación. ¡Ese infeliz no la volverá a ver en su vida!
Las manos de Gavin Clarke temblaban sin control mientras sus dedos rozaban el emblema de plata en relieve del acuerdo de disolución. El peso del documento se sentía como una condena definitiva, dictada por la misma Diosa de la Luna.Vivian le puso una mano de uñas perfectas sobre el hombro.—No es más que un berrinche de esa lobita. Dale tiempo, ya verás que regresa rogando.—¡Es mi Luna!El rugido le brotó del pecho, un gruñido de Alfa herido. En un instante, apartó a Vivian de un empujón, derribando con la fuerza un jarrón de obsidiana grabado con el emblema de la manada Clarke. El objeto se hizo añicos y los fragmentos quedaron esparcidos como esquirlas brillantes.El aire de la noche lo golpeó al salir furioso. Sin pensarlo dos veces, se metió en su roadster negro Lupus-Engine y arrancó a toda velocidad, forzando el rugido del motor al límite mientras se dirigía a toda prisa hacia la universidad en el territorio de Rebecca.Pero al llegar, una terrible certeza le revolvió el estóma
El Mercedes blindado se desvió bruscamente, esquivando por poco a un motociclista solitario que pasó a toda velocidad, lanzando una mentada que partió el aire. El agarre de Gavin en el volante no vaciló; su mirada fija al frente, la mandíbula tensa.—¡Primero me cancelas la noche de películas y ahora manejas como un loco desquiciado. ¿Nos quieres matar o qué?Vivian se aferró al dije de piedra de luna en su cuello, con el pulso latiéndole tan fuerte que el lobo de él podía escucharlo.—Estoy cansado. Pídele a una de tus hermanas de la manada que vaya.Él no la miró. Pero su mente no estaba ahí, llevaba casi un mes atrapada en el silencio que siguió al último mensaje de Rebecca: [La investigación va a durar más tiempo. No me esperes].No hubo visitas a la casa del Alfa. Ni su voz. Ni su aroma persistía en los pasillos.Vivian suspiró mientras sacaba un lápiz labial de su bolso.—Llevas así desde que se encerró en ese laboratorio. De seguro anda de resentida porque estás conmigo.Él no
De vuelta en casa, miraba el correo del profesor sin abrir. La confesión de mi embarazo flotaba entre nosotros en un silencio digital y me sudaban las manos. Aunque un rechazo me decepcionaría, esto no se trataba de mi carrera contra mi cachorro. Si tuviera que elegir, lo escogería a él sin dudarlo.El mensaje cargó. Las lágrimas me nublaron la vista, pero no eran de tristeza, sino de alivio. El profesor había conseguido nutriólogos prenatales, adaptado los horarios del laboratorio a mis citas médicas e insistido en que mi estación de trabajo tuviera sillas ergonómicas. "Tu mente sigue siendo nuestra prioridad", escribió. "Esperamos contar con tu genialidad en cuanto estés lista".Empecé a empacar mientras la luz del sol bañaba los boletos de avión a Zúrich sobre el escritorio. El Certificado de Disolución del Vínculo de Pareja se fue por mensajería; llegaría en tres días.Que esta separación legal le diera a Gavin la libertad de reclamar a Vivian formalmente. El papeleo para el certif
Último capítulo