Cuando mi solicitud de enlace mental fue ignorada por vigésima vez por mis padres, fui al Consejo de Hombres Lobo con el informe de corrosión por polvo de plata apretado entre mis manos. —Hola. Quisiera renunciar a mi identidad dentro de la manada. Con efecto inmediato. Diez minutos después, mis padres irrumpieron en la sala, arrastrando consigo a Elisa, mi hermana adoptiva, con el rostro descompuesto por la angustia. La puerta se abrió de golpe con un estruendo, y mi padre —un Beta— entró como una tromba, con los colmillos al descubierto y las garras temblando de rabia. —¡No eres más que una niña mimada que solo busca atención! ¡Deja esta actuación patética! ¡Eres una vergüenza para el nombre de un Beta! Mi madre, especialista forense de la manada, me arrancó de inmediato el informe de las manos. Tras una rápida mirada, soltó una risa helada. —¿Falsificaste este informe solo para llamar nuestra atención? Has sido una mentirosa desde que eras una cachorra. Elisa se aferró a ambos, con los ojos llenos de lágrimas, mientras sollozaba: —Lo siento, Jimena. Fue culpa mía por celebrar el ritual de transformación. Pero, por favor… no les mientas a nuestros padres solo para hacerlos sentir culpables. La sangre seguía brotando de mi nariz, pero la limpié con calma y me mantuve firme frente a los consejeros lobunos. —Hace mucho que no tengo una familia de verdad. Por favor, eliminen todos mis registros personales de la manada. Solo quiero que mi funeral, que está programado para dentro de tres días, no sufra ningún retraso.
Leer másElisa salió corriendo en cuanto notó que mis padres habían regresado.Terminó apresuradamente su llamada telefónica y corrió hacia ellos, con la voz suave y dulce, rebosante de falsa preocupación.—Mamá, papá, ¿qué pasa? Seguro están molestos con Jimena otra vez, ¿verdad?Pero antes de que pudiera terminar la frase, mi padre la tomó por el cuello, con la voz temblando de furia.—¡Sigues mintiéndonos! ¡Tú mataste a Jimena y aún tienes el descaro de fingir que no pasó nada!Mi madre la golpeó en la espalda con los puños cerrados, llorando de dolor y rabia.—¿Cómo pudiste tratarla así? ¡Te dimos todo! ¡Todo nuestro amor, toda nuestra confianza… durante años!Elisa jadeó, luchando por respirar bajo la presión del agarre de mi padre. Cuando finalmente la soltó, cayó al suelo tosiendo y sollozando con fingida inocencia.—¡D-debe haber sido Jimena otra vez! ¡Siempre me culpaba de todo, ustedes lo saben! ¡Siempre hacía cosas para que se volvieran en mi contra!—¡Aún te niegas a admitir la verd
Un silencio punzante llenó el aire.Luego, una voz rota:—¿Qué? ¿Qué estás diciendo?La voz de mi padre temblaba, apenas coherente.—¿Qué le pasó a mi hija?Por primera vez, el verdadero pánico se reflejó en sus ojos.—¿Jimena… realmente ha muerto? —Susurró mi madre, con la voz quebrada, casi inaudible.—¿En verdad estaba sufriendo por la corrosión de plata? ¿De verdad… la malinterpretamos todo este tiempo?Sin decir una palabra más, mi padre se transformó en su forma de lobo y salió disparado hacia el cementerio.Mi madre lo siguió de inmediato, ambos corriendo con desesperación hacia la tumba.—Llegaron tarde. —Dijo solemnemente el cuidador al verlos llegar sin aliento.—Su hija murió hace horas. Había elegido una tumba para sí misma, pero no pudo pagarla… no tenía ni una sola moneda de plata.—¡Mientes! —Rugió mi padre, con la furia venciendo al dolor. —¡Solo dices eso para ayudarnos a creer otra de sus mentiras!Cegado por la rabia, lo tomó por el cuello y le desgarró la camisa.—E
Me siguió pateando incluso después de que ya había perdido el conocimiento en el suelo. Luego se dio la vuelta con una sonrisa fría, como si ya hubiera ganado.Pero lo que no sabía…Era que había una pequeña cámara escondida en la esquina, grabando todo en silencio.Pasó un largo rato antes de que recuperara la conciencia. Todo mi cuerpo dolía, y mi loba apenas respiraba. Me incorporé con dificultad sobre unas piernas temblorosas, cada respiración era una batalla. Con los dedos temblorosos, abrí un enlace mental con Guillermo y susurré con la última chispa de fuerza que me quedaba:—Ven por la cámara. Mira la verdad… con tus propios ojos.Era mi último día en este mundo. Lo sentía en los huesos.Pero si tenía que morir, al menos me llevaría las mentiras conmigo.Así que salí a la noche fría y tormentosa. Mis piernas apenas me sostenían, pero no me detuve. Paso a paso, me desvanecí en la oscuridad infinita.Me arrastré hasta la tumba con el último aliento, susurrando al guardia con una
—¡Claro que no! ¡Jamás volveré! ¡Cumpliré mi palabra!Le di la espalda a esa vieja madriguera, al lugar lleno de recuerdos, y juré borrarlos todos de mi corazón.Mi sombra se desvaneció lentamente en la noche fría y ventosa.Eventualmente, tropecé con una madriguera abandonada, cubierta de polvo y llena de basura vieja.Bajo el pálido resplandor plateado de la luna, el pasado regresó con fuerza.Sí… recordé que, alguna vez, hace mucho tiempo, de verdad fui feliz. Antes de que Elisa llegara a mi vida.En aquel entonces, mis padres me amaban profundamente. Pero siempre estaban tan ocupados con el trabajo, que nadie podía quedarse en casa para cuidarme.Así que me enviaron al campo, a vivir con mis abuelos.Aún recordaba el día en que me dejaron.Mi madre sostuvo mi rostro entre sus manos, con los ojos llenos de un afecto resignado.Me acarició suavemente la mejilla y susurró:—Cariño, en cuanto termine este encargo, vendré a buscarte lo antes posible. Solo espérame, ¿sí?Y esperé.Un año
El rostro de Elisa palideció al escuchar mis palabras. Luego corrió hacia mí y me agarró de las manos, suplicando con una voz llena de lástima:—Lo siento, Jimena. Olvidé que soy alérgica a las nueces. Me caí del techo cuando era cachorra, y, desde entonces, mi memoria no es muy buena. ¡De verdad lo olvidé! Por favor, no te enojes conmigo, Jimena. Puedes hacerme otro sabor, ¿verdad?Ver su sonrisa fingida y manipuladora me revolvió el estómago. Recordaba perfectamente la primera vez que le había preparado pastel de nuez. No sabía que era alérgica. Lo hice con buena intención, con sinceridad, esperando formar un lazo de amistad. Solo porque ella había dicho al pasar que le gustaba, me había esforzado al máximo, quemándome las manos en el proceso. Pero no me rendí. Soporté el dolor y finalmente horneé el pastel perfecto para ella.Sin embargo, Elisa terminó desmayándose por la alergia.Cuando recuperó el conocimiento, se lanzó a los brazos de nuestros padres, sollozando:—¡Mamá, pap
No volví a casa por nostalgia, sino para empacar lo poco que quedaba de mí. Pero, en cuanto crucé la puerta, me di cuenta de que no había nada que valiera la pena recordar.Siempre había vivido en el almacén; el rincón más pequeño, húmedo y oscuro que pudieron encontrar para mí. Solo había ropa vieja, y hasta esa era lo que nadie más quería. Las sobras. El vestidor de Elisa era tres veces más grande que mi habitación. Todo lo que ella ya no quería terminaba aquí, como si yo no fuera más que un vertedero.Cuando terminé de empacar, sonó mi celular. Era el cuidador del cementerio.—Hola, Jimena. ¿Recuerdas que me pediste reservar la tumba que elegiste? Si vienes pronto con las monedas de plata y la registras, te la guardo. Si no, alguien más podría tomarla.Había elegido esa tumba apenas una semana atrás. Era un lugar tranquilo, rodeado de flores lunares y rosas blancas; el tipo de paz con la que mi loba siempre había soñado. Decía que quería descansar allí, lejos de este mundo cruel
Último capítulo