El Mercedes blindado se desvió bruscamente, esquivando por poco a un motociclista solitario que pasó a toda velocidad, lanzando una mentada que partió el aire. El agarre de Gavin en el volante no vaciló; su mirada fija al frente, la mandíbula tensa.
—¡Primero me cancelas la noche de películas y ahora manejas como un loco desquiciado. ¿Nos quieres matar o qué?
Vivian se aferró al dije de piedra de luna en su cuello, con el pulso latiéndole tan fuerte que el lobo de él podía escucharlo.
—Estoy cansado. Pídele a una de tus hermanas de la manada que vaya.
Él no la miró. Pero su mente no estaba ahí, llevaba casi un mes atrapada en el silencio que siguió al último mensaje de Rebecca:
[La investigación va a durar más tiempo. No me esperes].
No hubo visitas a la casa del Alfa. Ni su voz. Ni su aroma persistía en los pasillos.
Vivian suspiró mientras sacaba un lápiz labial de su bolso.
—Llevas así desde que se encerró en ese laboratorio. De seguro anda de resentida porque estás conmigo.
Él no