Ella huía del dolor. Él vivía su despedida de soltero. Un accidente. Una noche. Y un amor que lo cambiará todo. Celina creía vivir un matrimonio perfecto... hasta ser traicionada de la forma más cruel. Con el marido siempre durmiendo fuera de casa y cada vez más distante, su alegría se fue apagando junto con la mujer que solía ser. En un último esfuerzo por salvar la relación, decide hacerle una sorpresa. Pero es ella quien recibe el golpe final. Después de descubrir a su marido en brazos de la secretaria, sale sin rumbo por las calles, se ahoga en el alcohol y, bajo la lluvia, atropella a un indigente. Con miedo a los escándalos, decide llevarlo a un hotel para auxiliarlo sin imaginar que aquel hombre sucio y misterioso despertaría en ella deseos incontrolables. Y así, viven una noche de puro placer. Lo que sería apenas una noche intensa se transforma en un torbellino de vueltas inesperadas. Expulsada de casa y agredida por su marido, Celina necesita reconstruir su vida. Pero el destino la sorprende una vez más: en la entrevista para un nuevo trabajo, se reencuentra con el hombre del hotel. Ahora, limpio, elegante... y su nuevo jefe. Thor Miller. Un hombre arrogante, frío y que a cada momento finge que nunca la ha visto. Y como si no bastara, él está comprometido. Y Celina, embarazada. Entre amor y odio, verdades peligrosas, cicatrices del pasado y secretos que amenazan el futuro, los dos tendrán que enfrentar una conexión que comenzó por casualidad y que tiene el poder de cambiarlo todo.
Ler maisEl celular de Thor vibró insistentemente en la mesita de noche, rompiendo el silencio de la mañana. Abrió los ojos despacio, aún somnoliento, y contestó sin mirar la pantalla. Del otro lado de la línea, la voz apresurada de Leticia sonó clara.—Thor, Isabela despertó... y está preguntando por ti.Él se frotó el rostro, respiró profundo y respondió:—Voy al hospital. —Y colgó.A su lado, Celina dormía profundamente, entregada a un sueño tranquilo. Thor se levantó despacio, tratando de no despertarla. Caminó hasta el baño, se lavó los dientes, se afeitó y entró a la ducha. Al salir, con la toalla enrollada en la cintura y el cabello aún húmedo, sus ojos se posaron sobre el cuerpo de Celina. Estaba de lado, con las curvas bien definidas bajo la sábana ligera. Hermosa. Deseable. Irresistible.Sonriendo, tomó el celular y, sin hacer ruido, le tomó una foto. Después fue al vestidor, se vistió con elegancia y regresó al cuarto. Se acercó a la cama, se inclinó sobre ella y comenzó a distr
Cuando todo se calmó, cuando los cuerpos aún jadeantes comenzaron a buscar aire y sosiego, él apoyó su frente en la de ella. Sintieron las respiraciones sincronizadas, los corazones desacelerando juntos. Thor acarició su cabello con delicadeza.—Amo tu cabello —dijo, con la respiración aún entrecortada—. ¿Prometes que nunca lo vas a tocar?Ella sonrió, aún con los ojos cerrados, y respondió bajito:—Prometo.Thor se acomodó un poco, la mantuvo en sus brazos y, sorprendiéndola, comenzó a cantar. Su voz era grave, suave, cargada de emoción. Era una canción romántica, lenta, como una declaración envuelta en melodía.Celina abrió los ojos enormes, sorprendida. Nunca imaginó que él cantara así. La emoción la invadió con tanta fuerza que las lágrimas rodaron silenciosas, sin que pudiera controlarlas. Lo miraba encantada, hipnotizada.Cuando terminó, ella llevó las manos a su rostro, emocionada:—Cantas tan bien, amor...Él sonrió y dijo:—Esta canción es nuestra. Es sobre nuestro am
En el auto, Thor seguía en silencio. La noche parecía más densa de lo normal. Las luces de la ciudad pasaban como sombras por los vidrios del auto, reflejando el conflicto silencioso que se apoderaba de él. Permanecía con los ojos fijos en la carretera mientras manejaba hacia su penthouse. Pero, por dentro, el corazón estaba inquieto. El sonido del latido cardíaco del bebé aún resonaba en su mente. Fuerte, vivo, innegable. Un recordatorio del pasado y de la nueva realidad que se acercaba.Celina rompió el silencio con un gesto suave —puso la mano sobre su pierna.—¿Está todo bien? —preguntó con voz tierna.Thor asintió levemente sin quitar los ojos del camino.—Sí, está bien.—¿Y Isabela? —insistió ella.—Estaba durmiendo cuando entré al cuarto —respondió, aún con los ojos fijos en la carretera.—¿Y el bebé? —la pregunta salió en un susurro, casi vacilante.—Está bien. El médico hizo el ultrasonido. Tiene tres meses... —hizo una pausa, respiró profundo— Escuché el corazoncito.
Thor se acercó lentamente a la cama. Sus pasos eran pesados, el corazón acelerado, el semblante cerrado. El cuarto del hospital estaba tomado por un silencio espeso, roto solo por el ruido constante del monitor cardíaco al lado de Isabela.—Buenas tardes, Leticia —dijo, con la voz firme, aunque contenida.Leticia lo miró con los ojos rojos, profundamente marcados por la noche mal dormida y el susto que aún pesaba en su alma.—Casi pierdo a mi hija, Thor... a mi nieto —Su voz tembló—. ¿Por qué hiciste esto?Thor la miró con frialdad, como si estuviera protegiendo una última línea de defensa dentro de sí.—No tengo culpa de las decisiones de tu hija. Fue infantil. No quiso aceptar el fin del compromiso. No vengas a echar la responsabilidad de sus errores en mis hombros. Las relaciones terminan en cualquier momento. Principalmente cuando una de las partes no tuvo opción, siendo obligado a aceptar la decisión de la familia.—Ella te ama, Thor. Siempre te amó. Su sueño era casarse con
Thor colgó el celular y se volteó hacia Celina.—¿Me prometes una cosa? Solo sales de aquí conmigo. No importa lo que pase allá adentro. ¿De acuerdo?Ella sostuvo su mano con fuerza y respondió con firmeza:—De acuerdo. Aprendí la lección, Thor. Estoy contigo, amor. —Entonces se inclinó y le dio un beso tierno—. Vamos.Thor salió del auto, dio la vuelta y le abrió la puerta. Esperó a que bajara, cerró el vehículo y activó la alarma. Entraron tomados de la mano al hospital, con pasos firmes, como quien enfrentaba una guerra juntos.Dentro del elevador, el silencio regresó, pero era otro tipo de silencio ahora —denso, cargado de expectativa.El pasillo blanco del hospital fue tragado por un silencio tenso hasta que la puerta del elevador se abrió, y Thor salió tomado de la mano con Celina. Sus dedos entrelazados, la mirada protectora de él, el semblante cansado de ella. Pero antes de que pudieran dar dos pasos hacia el cuarto de Isabela, un grito rasgó el aire como una navaja:—¡M
Al entrar al comedor, Celina abrió una sonrisa al ver la mesa puesta con esmero.—¡Wow... el olor está maravilloso! —exclamó, inspirando profundo y bromeando— ¿Va a almorzar un batallón de gente aquí?Doña Lucía servía las bandejas con manos expertas, orgullosa de lo que había puesto sobre la mesa. El aroma del condimento fresco llenaba el aire, haciendo que Celina sonriera solo de respirar.—Exageré, ¿verdad? —dijo doña Lucía, con un paño de cocina en el hombro y un brillo en los ojos—. Pero hacer poca comida en casa llena nunca fue conmigo. Hice arroz con ajo dorado, frijoles fresquitos con tocino, harina de yuca con huevo como le gusta a Thor, carne asada con cebolla, pollo campesino con quimbombó... ¡Ah! Y la ensalada, que nadie diga que no le puse color a este plato.Celina soltó una risada.—¡Esto parece cena de Navidad, doña Lucía!—¿Y no lo es? —respondió ella, divertida—. Cualquier día con gente buena en la mesa es día de fiesta. Y hoy hay motivos de sobra para celebrar.
Último capítulo