Al entrar al comedor, Celina abrió una sonrisa al ver la mesa puesta con esmero.
—¡Wow... el olor está maravilloso! —exclamó, inspirando profundo y bromeando— ¿Va a almorzar un batallón de gente aquí?
Doña Lucía servía las bandejas con manos expertas, orgullosa de lo que había puesto sobre la mesa. El aroma del condimento fresco llenaba el aire, haciendo que Celina sonriera solo de respirar.
—Exageré, ¿verdad? —dijo doña Lucía, con un paño de cocina en el hombro y un brillo en los ojos—. Pero hacer poca comida en casa llena nunca fue conmigo. Hice arroz con ajo dorado, frijoles fresquitos con tocino, harina de yuca con huevo como le gusta a Thor, carne asada con cebolla, pollo campesino con quimbombó... ¡Ah! Y la ensalada, que nadie diga que no le puse color a este plato.
Celina soltó una risada.
—¡Esto parece cena de Navidad, doña Lucía!
—¿Y no lo es? —respondió ella, divertida—. Cualquier día con gente buena en la mesa es día de fiesta. Y hoy hay motivos de sobra para celebrar.