En el auto, Thor seguía en silencio. La noche parecía más densa de lo normal. Las luces de la ciudad pasaban como sombras por los vidrios del auto, reflejando el conflicto silencioso que se apoderaba de él. Permanecía con los ojos fijos en la carretera mientras manejaba hacia su penthouse. Pero, por dentro, el corazón estaba inquieto. El sonido del latido cardíaco del bebé aún resonaba en su mente. Fuerte, vivo, innegable. Un recordatorio del pasado y de la nueva realidad que se acercaba.
Celina rompió el silencio con un gesto suave —puso la mano sobre su pierna.
—¿Está todo bien? —preguntó con voz tierna.
Thor asintió levemente sin quitar los ojos del camino.
—Sí, está bien.
—¿Y Isabela? —insistió ella.
—Estaba durmiendo cuando entré al cuarto —respondió, aún con los ojos fijos en la carretera.
—¿Y el bebé? —la pregunta salió en un susurro, casi vacilante.
—Está bien. El médico hizo el ultrasonido. Tiene tres meses... —hizo una pausa, respiró profundo— Escuché el corazoncito.