Luciana perdió a su madre a una edad temprana, y su padre se volvió a casar rápidamente con una mujer que trajo consigo a Mónica, su hija ilegítima. Desde entonces, su vida se convirtió en un tormento bajo la crueldad de su madrastra, quien no solo la maltrataba a ella, sino también a Pedro, su hermano menor, quien sufre de autismo. Desesperada por conseguir dinero para el tratamiento médico de su hermano, Luciana se ve obligada a seguir las órdenes de su madrastra y sustituir a Mónica para vender su cuerpo a un hombre repugnante. Sin embargo, en su nerviosismo, Luciana se equivoca de habitación y se encuentra con un hombre que había sido drogado. En la oscuridad, ese hombre siente una conexión especial con ella, que lo convence de que ha encontrado a su amor destinada. Pero al día siguiente, una serie de malentendidos lo lleva a confundir a Luciana con otra persona, y le promete matrimonio a la chica equivocada. Mientras tanto, Luciana descubre que ha quedado embarazada… ¿Qué destino le espera a Luciana junto a Alejandro, el hombre con quien estaba comprometida desde su niñez? ¿Podrá este encuentro accidental transformarse en un amor idílico, o el pasado y los malentendidos serán demasiado fuertes para superarlos?
Ler mais—Entiendo —asintió Luciana con una sonrisa—. Eres un padre muy atento.Aun así, resultaba extraño que un papá tan dedicado estuviera distanciado de su hija mayor.Luciana lanzó una conjetura audaz: ¿sería que este Kevin y la Cristina de aquel día tienen madres diferentes?Desde luego, era asunto suyo y ella no preguntó.Además, el niño estaba presente; no era momento de hablar de la intimidad de los adultos.Kevin, incómodo del estómago, apenas probó bocado y enseguida le dio sueño.Enzo lo llevó al sofá del reservado, lo recostó y le cubrió con su chaqueta.Al volver a la mesa, suspiró.—Kevin extraña mucho a su mamá. Si te incomodó, lo siento en su nombre.—No pasa nada —negó Luciana—. Pero, ¿dónde está su mamá?—No lo sé.Enzo se frotó la frente con un suspiro: —Se fue hace tiempo. He rastreado todo Toronto y nada. Por eso vine a Muonio.—¿Tu esposa es de aquí?—Sí —asintió—. Vine para hallarla; si tampoco está en Muonio, no sé dónde buscar.Mientras hablaba fruncía el ceño, lleno d
—¡Luciana! —exclamó Alejandro, alarmado—. ¿Te llamó a ti? ¿Quién es? ¿Por qué te dice mamá?—¿Cómo voy a saberlo? —contestó ella, igual de desconcertada.—¡Mamá! —insistió el pequeño, aferrado a su pierna con terquedad y esperanza.—Luego hablamos, cuelgo —cortó Luciana, ignorando la ansiedad del hombre. Se agachó y acarició la cabeza del niño.A esa distancia notó rasgos mestizos: no muy marcados, salvo por unas cuencas profundas.—Peque —dijo con suavidad—, mírame bien: no soy tu mamá. ¿Te perdiste? ¿Fue aquí?Si se había extraviado dentro del hospital, sería sencillo.—¡Mamá!El niño no respondió; solo se pegó más a Luciana.—Mamá, no dejes a Kevin. Kevin será bueno…Kevin. Definitivamente un nombre mixto.—Kevin —explicó ella con paciencia—, de verdad no soy tu mamá. Tal vez me parezco un poco, ¿sí? Fíjate bien.Kevin la miró largo rato, negó con la cabeza, bajó los párpados… y las lágrimas rodaron.—¡Mamá!Luciana parpadeó: ¿qué clase de malentendido era aquel?—¡Kevin!Alguien lo
Que lo embriagaba por completo.—Claro —aceptó sin pensarlo—, pero en voz bajita, que mamá no se entere.—¡Ajá! —Alba saltó en su regazo, exultante—. ¡Papá!En el acto Alejandro quedó rígido.Había creído estar preparado, pero aquel «papá» le atravesó el pecho con una fuerza insospechada.Solo pretendía complacer a la niña…Y, aun así, la emoción le nubló los ojos de humedad.—¡Papá, papá! —Ajena al torbellino del adulto, Alba siguió repitiendo—: Mamá todavía no sale; puedo seguir llamándote… ¡papá!—Eh.Alejandro reaccionó al fin, respondió y la apretó contra su pecho.¿Cómo podía existir un ser tan mágico? Pequeña, blanda, capaz de sacudirle el corazón.Ese «papá» valía más que toda la fortuna y el poder del mundo.Por ella sería capaz de cruzar espinas, fuego y mil batallas sin dudar.—¡Papá!—Eh.Padre e hija se entusiasmaron; mientras mamá no aparecía, uno llamaba y el otro contestaba, felices.Cuando Luciana salió de la ducha, los dos se callaron de golpe, se miraron y sonrieron
—Tío, ¿tú eres mi papá?Aunque no entendía muy bien por qué, Alba parecía saber que aquella pregunta no debía hacerse delante de mamá, así que la expresó en un susurro.Sus grandes ojos, sin embargo, brillaban de expectación.Resultaba evidente cuánto anhelaba esa respuesta.Alejandro se quedó pasmado; la boca se le secó y la nuez rodó mientras imitaba el murmullo de la niña.Lanzó una mirada furtiva hacia el baño: el agua seguía corriendo.—¿Y por qué preguntas eso?No se atrevía a soltar un sí ni un no a la ligera.—Es que a Elsa la viene a buscar un señor, y Elsa dice que ese señor es su papá.Desde esta semana Alba asistía oficialmente a su nueva escuela.Aunque llevaba apenas unos días, la presencia del señor Guzmán en la entrevista la había convertido en el centro de atención del colegio.Lo mismo ocurría con los maestros que con los padres de familia.Así que, en menos de dos días, Alba ya tenía mejores amigas.Con la cabeza ladeada, miró a Alejandro con duda:—El señor que la r
De regreso, Alejandro le apretó la mano todo el camino, como si temiera que se desvaneciera.El corazón de Luciana pesaba.Se dijo que tenía el corazón duro: en cada relación había sufrido, pero siempre era la primera en sanar.Quienes no conseguían soltar eran los otros.Antes fue Fer.Ahora era Alejandro.***El auto se detuvo frente al ala VIP.—Con cuidado.Luciana ayudó a Alejandro a bajar y le regaló una sonrisa tenue.—Adivina quién vino a verte.Alejandro parpadeó, desconcertado.—¿Quién?—¡Tío!No hizo falta que Luciana respondiera: desde el lobby corría hacia ellos una figurita diminuta.Mientras corría, Alba extendía los brazos pidiendo un abrazo.—¡Tío!El rostro de Alejandro se iluminó al instante y se agachó para alzarla.—¡Ni se te ocurra!Luciana lo sujetó y detuvo también a su hija.—Alba, ¿qué te dije?—Oh.Alba recordó la instrucción y bajó obediente sus regordetas manitas.—Mamá dijo que el tío está lastimado y no puede cargarme.—Exacto.Luciana se agachó y levantó
—¿Adónde?Él no respondió; tiró de ella y avanzó a paso firme.—¡No! —Luciana, intuyendo a dónde quería llevarla, se resistió—. ¡Suéltame, Alejandro, no pienso ir!Alejandro se detuvo en seco.—¿No quieres?—No quiero.—¿Por qué? —preguntó con frustración—. ¿No estabas molesta?Luciana se libró de su agarre y esbozó una sonrisa amarga.—¿De verdad crees apropiado llevarme a ver a tu madre cuando sabes que estoy molesta?Alejandro quedó mudo.—¿Lo haces solo porque me viste disgustada? —suspiró ella—. ¿Te parece sensato?—Entonces dime qué hago.Sabía que no era lo correcto, pero si ahora se marchaba, temía que ella se enfadara aún más.No entendía cómo había acabado así: solo quería visitar a su madre, se topó con Juana y luego apareció Luciana.Con la cabeza a punto de estallar, masculló:—No sé por qué tengo tan mala suerte. Con Juana no hay nada, fue pura coincidencia y justo tú apareces…Soltó una risa seca:—Y para colmo, no encuentro cómo explicarlo.El asunto del accidente apena
Último capítulo