Luciana perdió a su madre a una edad temprana, y su padre se volvió a casar rápidamente con una mujer que trajo consigo a Mónica, su hija ilegítima. Desde entonces, su vida se convirtió en un tormento bajo la crueldad de su madrastra, quien no solo la maltrataba a ella, sino también a Pedro, su hermano menor, quien sufre de autismo. Desesperada por conseguir dinero para el tratamiento médico de su hermano, Luciana se ve obligada a seguir las órdenes de su madrastra y sustituir a Mónica para vender su cuerpo a un hombre repugnante. Sin embargo, en su nerviosismo, Luciana se equivoca de habitación y se encuentra con un hombre que había sido drogado. En la oscuridad, ese hombre siente una conexión especial con ella, que lo convence de que ha encontrado a su amor destinada. Pero al día siguiente, una serie de malentendidos lo lleva a confundir a Luciana con otra persona, y le promete matrimonio a la chica equivocada. Mientras tanto, Luciana descubre que ha quedado embarazada… ¿Qué destino le espera a Luciana junto a Alejandro, el hombre con quien estaba comprometida desde su niñez? ¿Podrá este encuentro accidental transformarse en un amor idílico, o el pasado y los malentendidos serán demasiado fuertes para superarlos?
Leer másAl llegar, vieron en el centro de la pista a Alejandro bailando un vals con Luisa. Simón se sintió algo incómodo y trató de ponerse delante de Luciana para bloquearle la vista.—Vayamos mejor a la sala acristalada.Allí quedaba la zona de descanso.—De acuerdo —asintió Luciana con una sonrisa tranquila.Sabía que Simón temía que se pusiera celosa, pero… ¿por qué habría de estarlo? Uno debe ser consciente de su lugar en la vida. Los sentimientos también pueden controlarse, y no hacerlo sería actuar sin sensatez. Luciana lo entendía perfectamente, aunque la que no lo llevaba nada bien era Juana.La música terminó y, con un intercambio de miradas cómplices, Alejandro y Luisa abandonaron la pista del brazo. De pronto, Alejandro se llevó la mano al estómago.—¿Qué sucede? —preguntó Luisa con preocupación.—¡Alejandro! ¿Te encuentras bien? —Juana apareció enseguida y se aferró a su otro brazo.Luisa miró a Juana de reojo.—Señorita Díaz, ¿acaso no sabe que el señor Guzmán tiene problemas de
—¿A dónde crees que vas?La mamá de Juana notó su actitud y la sujetó a tiempo. Conociendo mejor que nadie el carácter de su hija, intentó calmarla:—Solo es una estrella del momento. ¿Vas a perder la cabeza por algo así?—¡Mamá! —exclamó Juana, indignada—. Esa mujer es la amante de Alejandro.—Hum.La señora soltó una breve risa con un toque de frialdad.—Tú misma lo has dicho: es una “amante”. El señor Guzmán tiene ya cerca de treinta años, además de ser divorciado. ¿De verdad esperas que no tenga mujer alguna? ¡Por favor! Tiene necesidades normales. Y eso que te criaste en el extranjero… ¡parece que no toleras ni esto!—…No es que no lo soporte, sino que me muero de celos —protestó Juana con un puchero.—Entonces, haz tu mejor esfuerzo.La señora la miró con severidad:—¿Crees que tu formación y tu familia no pesan más que la de esa actriz? Además, tranquila… ese tipo de mujeres nunca llegarían a la familia Guzmán. El señor Guzmán ha tenido otra así antes, que le gustaba bastante, y
Ella no mostraba rastro de reproche; en su expresión se veía sincera y arrepentida, como si pensara de corazón que era mejor que Alejandro volviera con Juana.Alejandro podía notar que Luciana realmente hablaba en serio, pidiéndole que se marchara. Parecía que no le importaba en lo más mínimo lo que él hiciera, e incluso se sentía culpable por retenerlo. Era evidente que ya no tenía ningún sentimiento hacia él… habían pasado tres largos años, más que suficientes para disolver cualquier lazo. Especialmente si, en realidad, ella nunca lo había querido con profundidad.Sin embargo, Alejandro no se movió de allí. Se acomodó en una silla junto a Luciana, con Alba dormida sobre su pecho.—¿Qué…? —Luciana no entendía.—No me quedo por ti —aclaró él—. ¿De verdad crees que puedo irme así?Señaló con la barbilla a la niña dormida.—No puedo soltarla. Se aferra a mí.Luciana se calló. De pronto pensó que, si le explicaba a Alejandro que Alba era su hija, tal vez todo esto complicaría la llamada “
“¿Tan grave…?” pensó Alejandro, sintiendo que se le helaba la sangre.El médico miró a la pareja y les dijo:—Necesito la firma del esposo para autorizar la cirugía.Alejandro estaba a punto de asentir, cuando Luciana lo interrumpió:—No… él no es mi esposo. Firmo yo sola.—¿No lo es?El doctor se mostró sorprendido; era evidente que pensaba que formaban una familia.—Sí, lo haré yo.Mientras se tratara de una cirugía menor y la paciente estuviera consciente, no había problema. Una enfermera le acercó la pluma.—Firme aquí, por favor.—Está bien.Alejandro se volteó, un tanto molesto. Ahora ni siquiera tenía derecho a firmar por ella.Terminado el papeleo, Luciana fue llevada al quirófano. Alejandro se quedó en la sala de espera, con Alba en brazos. La niña, agotada por el susto, se quedó dormida al poco rato, con la boquita entreabierta y un suave ronquido que lo hizo sonreír. Entonces, Alejandro se quitó el saco y la envolvió con cuidado, dejando libre solo su carita regordeta.—Tu m
Por desgracia, ni siquiera una niña pequeña se creyó esa mentira. El semblante de Luciana empeoró por momentos, hasta que perdió fuerzas y se dejó caer al suelo, tratando de soportar el dolor.—¡Mamá!Alba se asustó tanto que rompió a llorar, aferrándose a su madre.—¡No te enfermes, mamá! ¡No te vayas…!Eran solo ellas dos, sin ningún otro apoyo cercano. Normalmente no pasaba nada, pero ahora… bastaba un contratiempo para que su situación pareciera realmente indefensa.—Alba… —Luciana quiso calmarla, pero el dolor la dejaba sin aliento. Terminó encorvada sobre sí misma, rezando para que aquella agonía pasara pronto.—¿Por qué me duele tanto esta vez?En su desesperación, un ruido en la sala le devolvió la esperanza.—¡Tío!Alba, sobresaltada, se incorporó y echó a correr hacia la puerta antes de que Luciana pudiera detenerla.—“¿Tío?” —murmuró Luciana, aturdida.¿Acaso era Alejandro? Pero se supone que estaba en el evento con Juana… ¿Cómo habría llegado hasta allí?—¡Tío!La niña corr
—No me lo agradezcas —respondió él con el ceño fruncido—. Esa cara tuya se ve peor que cuando lloras.Luciana se quedó sorprendida. No era que quisiera poner mala cara, pero su cuerpo simplemente no le daba para más. Se sentía débil y mareada. Sin embargo, permaneció en silencio.Al ver que no respondía, Alejandro insistió:—¿Qué pasa? Te ves muy pálida, ¿estás enferma?—Sí… y no.Luciana asintió y luego negó con la cabeza.—Es solo un malestar, pero no es algo grave.—¿Y eso qué significa? —replicó Alejandro, con evidente fastidio—. ¿Hiciste tantos estudios que ahora ni sabes hablar español como la gente? Aclara si estás bien o estás mal.Luciana se sintió incómoda. Era un tema difícil de explicar, pero la mirada de él dejaba claro que no se marcharía hasta saber la verdad. Finalmente, se atrevió:—Digamos que… es algo que nos pasa a las mujeres cada mes. No te preocupes, no es nada serio.—Ah…Alejandro comprendió de inmediato y se quedó un poco incómodo. Dada la relación entre ellos
Último capítulo