Al oír toda aquella conversación, Celina se tapó la boca para contener el sollozo que amenazaba con escapar.
Sintió el alma despedazarse.
El mareo vino fuerte, y necesitó sostenerse de la pared.
Si Thor descubriera sobre el bebé...
Él la obligaría a abortar también.
Celina sintió el pánico apoderarse de su cuerpo.
No podía contarle.
No podía dejar que él supiera.
Sus ojos ardieron, y las lágrimas volvieron a caer.
Se volteó y salió corriendo por el corredor, sintiendo el corazón hecho pedazos dentro del pecho.
Su hijo nunca podría saber quién era el padre.
Y, así, la decisión fue tomada.
Protegería a su bebé.
Aunque eso significara cargar ese secreto por el resto de su vida.
Al entrar a su sala apurada, cerró la puerta detrás de sí, apoyándose en ella como si necesitara soporte para no desmoronarse.
Su cuerpo temblaba.
El pecho subía y bajaba de forma descompasada.
Entonces, como si una represa hubiera reventado, vinieron las lágrimas.
Se deslizó hasta el suelo, cubri