Antonella Luigi está casada, legalmente casada con un hombre que conoció un año y algunos meses atrás. Ella descubrió la razón de su matrimonio: una herencia por cobrar. Vicenzo Luigi, tuvo una condición para que pudiera cobrar su herencia: casarse con una mujer virgen y de buena familia. Antonella no pudo creer que todo su matrimonio fue una farsa. Su marido la había utilizado. Su hermana siempre le dijo que el matrimonio, toda su relación seria un fracaso. Vicenzo le llevaba diez años de diferencia. Él tenía 33 y ella 23 cuando le conoció. Escapó de un matrimonio falso pero que le destruyó. Ahora Vicenzo, un año después, no quería darle el divorcio. Ellos llevaban todo un año separados, ella se fue tan pronto supo la verdad sobre su relación. Irse donde Nápoles fue lo más difícil que hizo en su vida, abandonar a Vicenzo, dejar atrás su vida…pero nunca su amor por él. Ella seguía amándole, y firmar el divorcio iba a destruirla, pero al menos ella seria libre. Libre del embrujo Luigi. Sin embargo, él tenía otros planes para ella: una propuesta, una condición para firmarle los papeles del divorcio. ¿Será que ella accede? ¿Perderá por completo su orgullo?
Leer másLIBRO 1: LA SOMBRA DEL CAZADOR
En lo más oscuro de la noche
Esperando que llegue la luz
Cuando los demonios en tu mente
Te recuerdan el daño causado.
Siempre hablando, tanto por decir
Como un fantasma que acosa desde la tumba
Y el cielo parece tan lejano.
—Daughtry, Changes Are Coming.
* * *
Cien Palabras
Todos conocemos a Brandon Price. Sabemos que es innovador y temerario. Carismático, arrogante, seductor, y la larga lista de adjetivos que críticos y admiradores de todo el mundo compiten por endilgarle.
Para mí, Brandon Price es el hombre que enfrentó sus miedos más profundos, que toleró un dolor indescriptible, sólo por ayudarme.
Porque no necesitaba venir. Seamos realistas: hay cien lugares mejores para un final de temporada. ¿Los que me vienen a la cabeza? Waverly Hills, Trans Allegheny, Brushy Mountain State Pen. Todos ofrecen material para una temporada entera, y un final de temporada por todo lo alto.
Pero él regresó a Casa Blotter. Y lo hizo sólo para ayudarnos, a mí y a la entidad que había estado a punto de matarlo pocos años atrás.
Háblame de valor. Háblame de generosidad.
Por eso ésta es, en realidad, la historia de cómo llegué a conocer al hombre más valiente del mundo.
Y cómo me ena
No, eso no va. Tengo que ajustarme a la consigna y hacer lo que me pidieron: cien palabras para usarlas de narración de un montaje sorpresa post-créditos. Lo demás quedará para mi diario.
¿Cuántas voy ya? ¿150? Estoy frita. Mejor empiezo de nuevo.
* * *
Una Mala, Una Buena
A veces las cosas ocurren antes que puedas darte cuenta, y yo soy la viva prueba.
En junio del 2023 tenía veinticinco años, vivía en Boston, hacía seis meses que trabajaba de mesera doce horas por día, y apenas si me alcanzaba para comer y compartir un departamentito minúsculo con dos amigas. A fines de ese mes, las matemáticas inexorables señalaban que si no encontraba pronto un verdadero empleo, mis escasos ahorros se acabarían antes del final del verano.
Fue entonces que el encargado de la cafetería puso su mejor cara de circunstancia y dijo que ya no me necesitaban. ¡Fantástico! ¿Y ahora qué?
Deambulaba por el paseo costero, intentando aclarar mis ideas y buscar una solución, cuando sonó mi teléfono. ¿Número privado? Excelente oportunidad para desahogarme con el vendedor que tuviera la pésima idea de llamarme en semejante momento.
—¿Señorita Francesca Garner? —preguntó una mujer muy seria y formal—. Mi nombre es Ronda Jones y la llamo de la firma de abogados Jenkins & Crown.
¿Y ahora en qué lío me había metido?
—Ella habla —respondí con cautela.
—El doctor Jenkins tiene un documento para usted. ¿Cuándo podría acercarse a nuestras oficinas?
¿De qué diablos hablaba? ¿Qué podía tener para mí uno de esos abogados cogotudos? Bien, no que tuviera la agenda precisamente ocupada.
—Dígame dónde y cuándo y allí estaré.
Veinte minutos después entraba con mi ropa de segunda mano en uno de los edificios de oficinas más exclusivos de la ciudad. El estudio de abogados ocupaba un piso entero. La recepcionista, que más parecía modelo de revista de moda, me pidió una identificación para confirmar que era yo y rodeó el mostrador de entradas con una sonrisa de bienvenida.
—Por aquí, por favor.
Me llevó a una sobria sala de reuniones con ventanas a la calle y una mesa oval con una docena de sillas alrededor.
—Tome asiento, señorita Garner. El doctor Jenkins estará con usted en un momento. ¿Puedo ofrecerle algo de tomar?
—No, gracias —murmuré, confundida por sus modales obsequiosos. Estaba acostumbrada a servir a gente como ella, no viceversa.
Saltaba a la vista que permanecería firme junto a la puerta abierta hasta que me sentara, así que aparté una silla a un par de lugares de la cabecera. La mujer asintió con otra sonrisa de catálogo de prótesis dentales y se fue, cerrando la puerta tras ella.
Desvié la vista hacia las ventanas con un suspiro. Mejor que me armara de paciencia. Seguramente el abogadote se tomaría un par de horas antes de dignarse a atenderme.
Respiró profundo una y otra vez antes de atreverme a moverme.Cansarse de Cogerla.Esas habían sido sus palabras exactas.Siguió su camino hacia el pasillo aunque su corazón le gritaba que se devolviera y lo enfrentara. Que le preguntara porque le odiaba tanto.Ella deseaba saber que había hecho para merecer tanto odio. Tanta rabia acumulada a lo largo de ese año que estuvieron separados.¿Qué quería Vicenzo de ella?Antonella no tenía idea.Ella se había marchado de Nápoles, había dejado a Italia atrás y se había escapado a España con su hermana.Joder, su hermana debía de estar sumamente preocupada.Ella le había dicho que le llamaría tan pronto se instalara en el hotel.Se quedó mirando el salón a oscuras, tan solo iluminado por la luz que provenía del pasillo. Todo el pent-house estaba sumido en la oscuridad total.—Tu maleta está en nuestra habitación. — la voz de Vicenzo hizo que ella soltara un grito sobresaltado—, si es que la quieres aun. —añadió.Ella se giró y cerró el albo
Antonella se miró al espejo y vio el brillo del dolor en sus ojos. Sus mejillas estaban enrojecidas y su pulso acelerado.Él la había visto completamente desnuda.Había invadido su espacio, su privacidad.Si, era su departamento, pero ella se estaba duchando.El no tenía el derecho de asustarle de aquella forma.Se acercó al closet caminando de puntillas para que el no le escuchara y sacó un albornoz de color negro, que por el tamaño ella imaginó le pertenecía a Vicenzo. Se lo puso y dejó que el calor de la tela la tranquilizara.Comenzó a caminar por el pasillo, buscando una habitación en la cual dormir, sin embargo, muy a su pesar, se dio cuenta que todas las puertas estaban cerradas con seguro.—Maldito desgraciado....— murmuró al darse cuenta del propósito de su marido.—¿Me buscabas? —la voz de su marido le paralizó.—No pienses ni por un segundo que voy a dormir contigo.—Te queda bien mi albornoz.—Vete al diablo.—Uy! El lenguaje soez que has aprendido de tu español.—¡No sabe
—¿Antonella, sucede algo? —escuchó la voz de Vicenzo y se tapó la boca asustada. Había hablado demasiado alto.—Nada— dijo después de unos segundos, intentando que su corazón se calmara.—¿Estás segura que estás bien? —preguntó él —voy a abrir la puerta.—¡No abras la puerta! —Ella se lanzó de manera impulsiva y con su cuerpo delgado y esbelto, intentó evitar que Vicenzo entrara y la encontrara desnuda.La toalla cayó al piso y se quedó con la espalda pegada a la puerta y los brazos extendidos intentando alcanzar la toalla.—Antonella, ¿que está pasando? ¿estas bien! comienzo a preocuparme. No me gusta preocuparme por cosas que no valen la pena.–¡Pues lárgate! ¡déjame en paz! ya que no valgo la pena, vete y déjame tranquila.—No tergiverses mis palabras. —le dijo el completamente molesto.—¿Qué es lo que quieres? Me has tratado como a una basura. Aléjate de la estúpida puerta.—¿Qué es lo que necesitas?—De ti solo quiero una cosa.—Déjame adivinar... ¿Qué te quite el deseo de hacer
Era más una promesa que una pregunta.Así que se limitó a darse la vuelta y a caminar según las indicaciones que él le había dado un momento atrás.No iba a pensar en eso Vicenzo viéndola desnuda.No, definitivamente no podía pensar en eso, Porque entonces, su cerebro comenzaría a repetir las imágenes de su miembro erecto entre sus pantalones y la fuerza con la que la había agarrado y pegado contra el sofá para besarla con fuerza. Como su dedo se había ido a sus bragas y había sentido la humedad en ella.Pensar en él de esa manera, hacía que su cuerpo temblara por la anticipación.Nadie se negaba a Vicenzo Luigi. Lo sabía de antemano. En los meses que estuvo junto a él, viajando por Turquía, por Israel, y por Marruecos, entendió que Vicenzo era un hombre reconocido, conocido y respetado, negarse era simplemente cavar su propia tumba.Las conexiones eran necesarias en el mundo empresarial.Entró al cuarto de baño, dejando atrás el pasillo con poca iluminación, luces tenues colocadas en
El apartamento de Vicenzo la cautivó de inmediato, Pero hacía falta algo más que le diera vida, se dijo molesta por su propia debilidad.Las paredes estaban pintadas en blanco colonial, las alfombras de un color negro, al igual que dos cuadros que colgaban en la sala de estar. Cada vez que daba un paso más adentro, se percataba de la sobriedad de cada uno de los objetos que acomodaban el espacio.Ella una vez pensó que podía hacer de aquel lugar su hogar.Vaya tonta que había sido.El teléfono de Vicenzo sonó en aquel momento.El se alejó pero no lo suficiente como para ella no escuchar lo que respondía.—Hermana...No. Eso está controlado. —una pausa larga. — ella es mi esposa. Giovanny, escúchame bien....no te atrevas a involucrarte en esto....no, ella no lo sabe.¿Ella? ¿Ella misma? Antonella estaba cargada de dudas e incertidumbres.¿Qué seria aquello de lo que la hermana de Vicenzo le hablaba?—¡Que lo tengo controlado! — gritó él y seguido cerró la llamada y se guardó el móvil en
Completamente asustada, ella gritó, bajó del coche y se colocó justo al lado de Vincenzo, antes de que éste cometiera una estupidez mayor.Ya sabía bastante bien que para la familia Luigi lo que pensarán los demás era sumamente importante.Estaba enterada de que este golpe tendría repercusiones bastante grandes; al día siguiente que la familia de él lo estaría llamando por todos los móviles y teléfonos locales. La oficina en donde Vicenzo se estableció recibiría toda clase de fotos y reportajes del hombre golpeado.La situación pasó entre su rostro como si esta ya hubiese sucedido antes. .—Vámonos a casa. —Él estaba fuera de si respiraba con dificultad, se acomodó la camisa y se pasó la mano por el cabello. Miró al hombre que estaba con la mano en su mejilla donde Vicenzo había pegado su puño segundos antes.—¡Lo voy a demandar! — gritó el hombre tirando su cámara al suelo y cruzándose de brazos como si fuese un niño haciendo un berrinche.—¡Hágalo! —rugió su marido. —Hágalo y aquí,
Último capítulo