Coromoto una mujer venezolana que, tras mudarse con su familia a Santiago de Chile debido a la crisis en su país, vive atrapada en un matrimonio lleno de violencia.su esposo William, un hombre egocéntrico, infiel y cruel, cuyas aventuras con la mejor amiga de ella empeoran la situación. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a Ángel un hombre común que la hace sentir viva nuevamente. Entre dudas, inseguridades, encuentros secretos y miedos del pasado se enfrentara a la difícil decisión de seguir adelante con un amor que la transforma, o quedarse con su esposo por el bienestar de sus hijos.
Leer másEl sol comenzaba a ocultarse lentamente, tiñendo el cielo con los últimos destellos anaranjados del día, una suave brisa recorría la plaza frente al hospital, moviendo las hojas secas con un murmullo casi imperceptible y como cada tarde antes de comenzar su turno nocturno, Ángel estaba allí, sentado en su banco habitual, con la cabeza llena de pensamientos que no lograba ordenar. Pero esa tarde, algo —o alguien— estaba por cambiarlo todo. A lo lejos, entre los árboles y los pasos indiferentes de los transeúntes, apareció ella. Coromoto. Caminaba hacia él con paso lento, casi arrastrado, pero decidido. Cada paso pesaba como si llevara el mundo sobre los hombros. Sus ojos estaban fijos en él, cargados de una tormenta interna que no sabía cómo detener. Lo conocía tan bien, que sabía exactamente dónde encontrarlo, sus horarios, sus rutinas. Ángel, al verla, sintió que todo a su alrededor desaparecía...Allí estaba ella... al fin... Ella
El sol ya casi oculto tras un manto de nubes oscuras, teñia el cielo de un fuego suave entre dorados y naranjas. La luz de la tarde se volvía más tenue, casi melancólica, mientras Ángel y Paola se sentaban en un banco de la plaza con unas hamburguesas recién compradas de un carrito cercano, aunque todo a su alrededor parecía calmo, en sus cabezas seguía resonando la misma inquietud: la conversación sobre Coromoto los había dejado con un vacío, pero lo que realmente se había instalado como una sombra persistente en la mente de Ángel era un nombre... "Vanesa".Desde que Coromoto se marchó sin explicaciones claras, Ángel no había podido dejar de pensar en ello. "Vanessa" parecía ser más que un simple nombre. Era una clave, una figura oculta detrás del telón, una pieza perdida que podía ayudarle a entender el rompecabezas emocional en el que se había convertido su vida. Paola le había aconsejado soltar las dudas, pero había algo en ese nombre que no le permi
El cielo estaba cubierto de nubes densas y grises, como si el día entero llevara el peso de una tormenta que se resistía a caer, la llovizna amenazaba en la distancia, apenas perceptible, como un presagio de algo por venir.Ángel y Paola salieron del trabajo sin rumbo fijo. Caminaban por las calles de la ciudad con pasos lentos, casi mecánicos, tratando de liberar la mente de todo lo que los había abrumado últimamente. No hablaban, el silencio entre ellos no era incómodo, sino denso, lleno de pensamientos que no se atrevían a decir en voz alta.Pero esa calma aparente no duró mucho.—Paola... ¿quién es Vanesa? —preguntó Ángel de pronto, rompiendo la quietud como quien lanza una piedra en un estanque. Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de inquietud.Paola se detuvo, sorprendida por la pregunta. Lo miró con el ceño fruncido, sin entender del todo a qué se refería, detrás de ellos, la silueta del hospital donde trabajaban c
Han pasado casi 10 días desde el colapso de Ángel en la avenida, luego de ese encuentro con Coromoto, desde entonces, las horas parecían arrastrarse lentamente, como si el tiempo mismo tuviera compasión de él, permitiéndole asimilar poco a poco el dolor que aún lo atenazaba.Su mente seguía reviviendo la conversación con ella: las palabras que ella le había dicho, la bofetada que nunca dejó de resonar en su rostro, y a pesar de la tranquilidad que había encontrado en los brazos de su madre, algo seguía roto dentro de él, algo que ni el silencio ni el consuelo parecían reparar.Ese día, como en tantos otros, Ángel caminaba por las calles de la ciudad, sumido en sus pensamientos, cuando de repente la vio: Paola, sentada en la esquina de la cafetería que solían frecuentar.Ella levantó la mirada y al verlo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.Paola no siempre había sido su amiga, pero el tiempo, la vida y el dolor compartido la habían transformado en alguien
El día siguiente al encuentro con Coromoto no mostró ni un atisbo de compasión hacia Ángel. Desde el instante en que salió de su trabajo, una sensación densa y sofocante lo envolvía: el peso del intento fallido de conversación de la tarde anterior lo seguía como una sombra viscosa, adherida a su piel y su mente, imposible de apartar.Las palabras de ella no se disipaban; al contrario, persistían como ecos punzantes que martillaban su conciencia con una crueldad casi tangible. "Fuiste un juego... fuiste un juego desde el principio...no olvides soy una Veneca" Esa frase se repetía sin tregua, como un mantra envenenado que carcomía su estabilidad emocional, dispersando su dolor como tinta derramada en un vaso de agua. Era imposible evitarla, imposible olvidarla.No desayunó, no tuvo hambre, ni energía, ni voluntad. Apenas si notó el paso de las horas. El reloj, imperturbable, marcaba el tiempo como si se burlara de su parálisis interna. El silencio del apart
Eran exactamente las 19:34 de ese lunes, un día cualquiera en apariencia, pero que marcaría un antes y un después en el corazón de Ángel.Él estaba allí, apoyado con los hombros caídos en el umbral de una de las entradas del hospital, justo la que daba hacia el pequeño parque donde tantas veces había intentado calmar sus pensamientos y compartió tantos otros momentos junto a ella Observaba en silencio cómo el atardecer comenzaba a teñir el cielo de tonos anaranjados, rojizos y rosados, como si la naturaleza intentara ofrecer un espectáculo gratuito solo para él. El momento tenía una quietud extraña, una paz incómoda.Era como si todo el universo se hubiera detenido por unos segundos, regalándole una pausa, un instante suspendido, para que pudiera pensar, o quizá recordar.Y entonces, como si la vida le jugara una última carta, la vió.Coromoto cruzaba la calle. Su andar era lento, casi tímido, como si cada paso le costara el doble. Sin embargo, su
Último capítulo