Lo que comenzó como una aventura en una app se transforma en una historia de amor, culpa y deseo. Un secreto lo une a él… y a su hija. ♡⁀➷♡ Omar, un viudo de cincuenta y tres años que ha vivido toda su vida en el closet, busca llenar el vacío de su soledad en una app de citas. Allí conoce a Kevin, un joven estudiante de enfermería con una mirada inocente… y un secreto tan oscuro como irresistible. Lo que empieza como una aventura prohibida se convierte en una pasión desbordante que despierta en Omar deseos que creía enterrados. Pero el pasado de Kevin no está dispuesto a quedarse en silencio. Todo se complica cuando Mariana, una artista que aún sueña con el amor verdadero, se cruza en la vida de Kevin… y logra robarle el corazón. Lo que ninguno imagina es que Mariana es la hija menor de Omar. Entre la pasión, la culpa y el deseo, los tres quedarán atrapados en un triángulo donde amar puede ser el peor pecado. ¿Hasta dónde se puede amar sin destruirlo todo?
Leer másPrimavera de 2023
MALDITO GRINDR!», mi mente grita a voces como si un coro infernal se repitiera sin cesar. Este día no puede ir peor.
Resumiendo, los dinosaurios con quienes salí anteriormente deseaban una cosa y yo les cumplí sin bronca. Me aseguré de dejarlos ansiosos por un próximo encuentro y de ganarme su buena voluntad. Para muchos resultó la primera experiencia homo que tuvieron en su vida, lo cual me sumó puntos extras por hacerlo bien, y eso se convirtió en más cariñitos, agradecimientos y favores para mí.
No, no fui un prostituto; no repartí sexo a cambio de dinero, ¡qué horror! Yo le ofrecí al dinosaurio la mejor experiencia de su vida, todo con absoluta discreción, y esa fue una de mis partes favoritas.
El mismo temor a ser descubiertos con el cual crecieron en su época arcaica y retrógrada benefició a mi negocio, porque eso fue: un simple negocio. Yo los hice sentir amados, aceptados, y a cambio, el dino de turno cumplió mis caprichos.
Lo que me permitió darme la gran vida —que merezco— y claro, me proveyó de una buena pasta que ahora empleo en compartir fantásticos momentos con la ratona más hermosa del planeta: mi bella novia.
Sí, tengo novia. No me juzguen, ese estilo de vida solo fue un trabajo como cualquier otro. Uno bastante lucrativo… y educativo. Aprendí más sobre deseos reprimidos, culpas ajenas y secretos de alcoba que en cualquier clase de psicología.
Sin embargo, las cosas se complicaron un día, gracias al maldito Grindr. Jamás me cansaré de maldecirlo.
Conocí a un bombón con mil cualidades: harta plata, dueño de una de las firmas de abogados más importantes… ¿mencioné que tenía mucha plata? Bien, lo admito, no me enganché solo por la pasta; también contaba con un cuerpazo de roca pura, un enorme diez entre las piernas que supo perfectamente cómo usar, sin mencionar la dulzura y amabilidad excepcionales que iban de la mano con su extrema inocencia. Eso revolucionó todo dentro de mí, en el dormitorio o donde nos atacaran las ganas.
No debería recordar esa parte, pero es que el dino luce más caliente que el sol veraniego. Su olor, su voz ronca, ese modo en que me decía “tranquilo, Chico”, con esa mezcla entre ternura y autoridad… diablos, es que me arde algo más que la memoria.
—¡Papi, qué bueno tenerte aquí! —La bienvenida que brinda mi novia a su padre me obliga a tragar con dificultad.
El día en que me propuso acompañarla al aeropuerto a recibirlo supe que sería mala idea, aunque jamás imaginé a tal nivel. Como nada es perfecto en la vida, el hombre me mira, asombrado, y yo a él de la misma manera. Trago saliva como si se tratase de una enorme roca que me raspa la garganta al bajar mientras intento disimular.
Mi corazón late tan fuerte que temo que ambos lo escuchen. Él parpadea, incrédulo, y por un instante creo ver esa chispa de deseo que tanto me enloquecía. Pero se apaga tan rápido como llegó, reemplazada por una mirada fría, casi vengativa.
Y ahí estoy yo, atrapado entre el pasado y el presente: el amante y el yerno, el mentiroso profesional que de pronto se quedó sin guion.
Porque sí, para mi magnífica suerte —o condena— descubrí horrorizado, días atrás, que el dino del gran diez es mi suegro.
Habría deseado saber con antelación cómo enfrentar esta situación. Ella me importa demasiado, y al verlo a él, frente a mí, con ese par de zafiros en su mirada que no dejan de estudiarme, debo admitir que también.
A veces el destino tiene un singular sentido del humor.
No supe cuánto tiempo pasamos dormidos, luego del candente recibimiento. Sin embargo, al despertar y posterior a aguantar con cabeza gacha las miraditas de un montón de estudiantes en el instante que me tocó hacer fila para utilizar las duchas; regresé a toda prisa hasta la habitación donde, ese chico, volvió a burlarse a carcajadas desde los restos de su cama. Liberé un lánguido suspiro, aliviado por hallarme a resguardo y aunque su burlesca risa no mermó, me acomodé junto a él.Kevin se negó mil veces a aceptar, pero estando allí, tendidos sobre el colchón, pedí para él una nueva cama por internet; debía reponer el desastre que provoqué y también otro iPhone porque seguir incomunicado no era opción, quedé sorprendido al ver el suyo apachurrado bajo las tablas.—Omar, te dije que yo puedo resolverlo.&mda
—Dios —me dije y cubrí mi cara por un instante con una mano, apenado por la intromisión—, lo siento, ahora sé que exageré, no debí venir. Kevin ladeó la cabeza como respuesta y un segundo después, una nerviosa sonrisa decoró su sonrosado rostro mientras se llevaba una mano al codo contrario. Resultó extraño verlo así, cohibido, él solía ser muy seguro. —Omar, ¿viniste aquí por mí? Lucía impresionado al preguntar, más bien incrédulo, le costaba creer que fui capaz de abandonar mi viaje ante la preocupación que él supuso en mí. —Kev, lo siento, no sabía qué otra cosa hacer, te he llamado cientos de veces. —¿De-de ve-verdad estás aquí por mí? Afirmé con la cabeza sin decir una palabra. Ya estaba sorprendido por el nervioso comportamiento suyo que distaba y mucho del chico seguro y liberal, ese que buscaba la manera de ruborizarme siempre, pero lo que siguió no lo esperé. Cauteloso, casi temblando, de hecho, pa
—¿Omar? ¿Qué-qué haces aquí? El intranquilo latir de mi corazón, por un instante, se relajó, ese chico lucía sano y entero. Un segundo después redobló su actividad ante la emoción. Realmente lo extrañé, aun así, no me atreví a dar un paso o decir una sola palabra. Cualquier tragedia que surcó mi mente, durante esos días en la ignorancia, quedó rezagada, pero la preocupación se mantuvo. Su enrojecida mirada gritó en silencio acerca de cuán mal la pasó. Fijé los ojos en el chico moreno con rizos turquesa, a su lado, y algo en mi cerebro conectó. —Eres el hijo de Murano, ¿cierto? —le pregunté, sorprendido. Él asintió, sonriente— Entonces, tú eres ese Ricky de quien, Kevin, suele hablar; ¡qué pequeño es el mundo! —Minúsculo, señor Rubio, pero a ver, ¿cómo que hablas de mí, eh? —le reprochó con un golpe al brazo, sin embargo, él no dijo nada, sus ojos anonadados no dejaron de observarme como a un fantasma—. Creo que mejor los dejo solos, ¡te veo desp
El nuevo año llegó, las pesadillas disminuyeron desde que decidí contarle a Cory sobre ese sujeto. Durante los últimos cuatro días, R volvió a asecharme solo en dos oportunidades. Esperaba que pronto volviera a ese rincón oscuro de mi mente del cual nunca debió salir.Omar permanecía en España, aunque hablábamos con regularidad, a veces me dio por buscar lugares de Madrid en internet e imaginar qué estaría haciendo él, luego sacudí la cabeza, extrañado por los tontos pensamientos. Abandoné el computador.Seguiría libre en la U por algunos días más, en vez de salir por ahí con mis amigos, permanecí recluido el fin de semana en mi alcoba. Ricky y los demás, varias veces me invitaron a jugar baloncesto, ir al club o lo que fuese, pero escogí hacer tarea; en eso estaba el domingo temprano cuando ca&i
—¡Aaaaaah! —gritó Ricky como lunático en cuanto ingresó al dormitorio.Extrañado, observé a mi mejor amigo desde la cama donde hablaba tontería y media con Omar por el celular. Desde su partida, solíamos chatear o hacer videollamadas seguidas.De hecho, unos días antes, durante la mañana navideña, intentaba reponerme de la resaca del veinticuatro. Como Rico me abandonó para pasarla con su novio, asistí a la superfiesta en Murano, la constructora de Lio. No esperé ver a Cory allí, creí que tendría algún otro plan.Sin embargo, ese desgraciado me ignoró de manera abismal, se paseaba por todas partes con una sonrisa, saludó a todo el mundo, accedió a fotografías, habló con quién sea, siempre y cuando, esa persona no fuese yo. Incluso noté en el rostro inexpresivo de Caci
—Eso fue injusto —me dijo Kevin. Hizo un puchero como niño chiquito y sonreí. Permanecíamos desnudos, frente a frente en la cama luego de bañarnos—. Una doble injusticia porque tampoco era tu boca lo que quería.—Demándame.—Pierdo el caso ante uno de los mejores abogados del país. Además, ¿cómo me quejo de una mamada de otro planeta?Sus palabras me hicieron reír, sin embargo, sentí un terrible ardor en el rostro.—No digas eso —le pedí apenado y lo vi sonreír burlesco.—¿Seguro que no lo hiciste antes?—Segurísimo —afirmé, sonrojado, e intenté ocultar el rostro con un brazo, su risa burlona creció.Sí, el sexo con él se sentía genial, como nunca, porque podía ser yo. No obstante, eran los momentos posteriores aq
Último capítulo