El sol empezaba a caer cuando Ángel abandonó la playa. El cielo ya no era azul, sino una mezcla de naranjas suaves y grises en transición. Cargó la toalla mojada y la botella medio vacía con la sensación de que algo había quedado flotando en el aire. No podía decir que era paz, pero sí era algo distinto al peso que cargaba cuando llegó.
El camino de vuelta a Santiago fue silencioso. Las carreteras rectas, la musica apagada y los pensamientos retumbando. Iba solo, como había decidido estar, como se le había advertido no estar Pero esa rebeldía, no era de orgullo, sino de cansancio. No podía seguir huyendo de todo y de todos.A medida que el paisaje costero se convertía en ciudad, las luces empezaban a encenderse. El tránsito denso, los buses llenos, las veredas repletas de vidas que no se cruzaban con la suya. La rutina lo esperaba con los brazos cruzados y la misma cara de todos los días.Llegó a la terminal casi al anochecer, con un pequeño bolso colgado