Mundo ficciónIniciar sesiónLía siempre creyó que era una loba común y débil dentro de la manada Vargos. hasta que la guerra se acercó y su vida dejó de ser suya. Para evitar una masacre, las manadas partan un matrimonio entre ella y el Alfa Kael, el heredero marcado por una antigua maldición. Nadie espera que al tocarse por primera vez, la marca del pecho de ambos arriera con el mismo fuego, sellando un destino imposible de romper. Pero Lía oculta un secreto que ni ella misma conoce: lleva sangre de ángel. un linaje prohibido que su madre escondió antes de desaparecer, borrando parte de la profecía que anunciaba su muerte. cuando la luna roja ascienda, todos creen que Lía debe morir para liberar al alfa... pero la verdad perdida dice lo contrario "La loba destinada no muere. Renace, y con ella, un poder capaz de cambiarlo todo." Entre un matrimonio forzado, una marca compartida que duelen y atrae, un alfa maldito que lucha contra sus propios demonios, y una guerra que amenaza con destruirlo todo, Lía descubrirá que su origen es la mayor arma... y tambien el mayor riesgo. porque si ella y Kael se separan, los reinos caerán. pero si permanecen juntos... la luna y el fuego despertarán.
Leer másEn mi cabeza aún resonaban las palabras de mi padre:
—Te casaras con Kael de Kaelor, mañana, durante la Luna Roja.
Mi manada estaba por iniciar una guerra contra el Alfa Maldito, pero este los descubrió y, como tratado de paz exigió que le entregaran a su próxima Luna.
Nuestros ancianos no eran tontos: si la guerra estallaba, debían protegerse de la furia del Alfa Kael. Por eso eligieron ofrecer a la loba más débil que había en la manada… a mí.
El aire olía a humo, a tierra húmeda y a miedo. No al mío… al de ellos.
Las antorchas formaban un círculo perfecto alrededor de mí, mientras los ancianos murmuraban palabras antiguas que no entendía.
Tenia las manos atadas con una cuerda fría y áspera, y el corazón latiéndome tan fuerte que parecía quererse escapar de mi pecho.
“Tranquila, Lía” Me repetí. Pero era una mentira, y lo sabía.
El alfa Kael llego al último. Siempre llegaba al último, como si el mundo tuviera que esperar que el decidiera moverse. La multitud se abrió en silencio cuando lo vieron caminar hacia el altar: alto, corpulento, con esa postura de hombre que carga demasiado. Sus ojos grises brillaban como el acero bajo la luz rojiza de la luna.
Dicen que está maldito. Dicen que su alma pertenece a la oscuridad desde que era niño. Dicen muchas cosas… pero nadie se atreve a decirlas cerca de el.
Yo lo mire cuando subió los escalones al altar. Y el me miro como si yo fuera un recordatorio molesto de algo que no había elegido.
—Empecemos —ordeno Kael con voz baja, rasposa.
Los ancianos asintieron. Uno de ellos me tomó del brazo, empujándome hacia el centro del altar. Me temblaban las piernas, pero no iba a dejar que nadie lo notara. No cuando todos esperaban que yo muriera en ese ritual.
Porque así estaba escrito: “Si la luna es débil, morirá al unirse al alfa maldito.”
Toda mi vida escuche esa profecía, y ahora yo era la protagonista.
Las campanas sonaron tres veces, Kael se colocó frente a mí. No me toco, ni siquiera me rozó. Pero su presencia era suficiente para dejarme sin aire.
—dame tu mano —dijo
Lo dude, no por miedo a él… sino por lo que significaba.
—Hazlo —susurró con un tono que, aunque duro, escondía algo más. Cansancio. Peso, o tal vez. miedo.
Tragué saliva y extendí mi mano.
El alfa tomó mi muñeca con firmeza. Un segundo después, sentí el corte: una fina línea caliente y veloz que me abrió la piel. Él hizo lo mismo consigo. La sangre cayó sobre la piedra del altar, mezclándose.
El anciano levanto el cuenco sagrado.
—Que la luna bendiga esta unión. Que el destino cumpla lo escrito.
La piedra del altar comenzó a brillar.
Un calor intenso subió por mi brazo, quemándome desde dentro. Di un grito; me arrodillé sin poder evitarlo. Kael apretó los dientes como si también sintiera el ardor, pero se mantuvo firme.
Entonces pasó. La marca.
Un símbolo se encendió en mi piel: una luna partida por la mitad, rodeada de líneas que parecían raíles de luz.
La multitud gritó. Alguien grito: ¡Es real! ¡La profecía se cumple!
Vi a mi padre palidecer, y Kael… Kael retrocedió medio paso, como si lo que vio lo hubiera golpeado. La marca apareció en su brazo también, idéntica.
—No… —susurró él, casi sin voz.
La luna roja brilló más fuerte, iluminando el altar.
El anciano proclamó:
—Queda sellado el vínculo. Ella es tu Luna. Y en la próxima luna roja… morirá.
Mis piernas dejaron de sostenerme. Caí. Todo se tornó borroso, pero antes de perder el conocimiento, sentí algo cálido sosteniéndome. Las manos de Kael.
—No vas a morir —gruñó él, como si tuviera prometiéndoselo a sí mismo. — No voy a permitirlo.
Y esa fue la primera vez que escuché al Alfa Maldito temblar.
LíaDesde que Kael volvió del Bosque Roto, algo en él no estaba bien.No era solo su expresión seria —eso era normal en él— sino la forma en que me observaba: como si buscara algo escondido bajo mi piel. Algo que ni yo misma entendía.La marca en mi muñeca seguía tibia desde el ataque. Dalan insistía en que lo que ocurrió en el bosque no había sido normal, pero cada vez que estaban juntos, Kael parecía querer arrancarle la voz de un zarpazo.Y esta mañana no era la excepción.—No deberías acercarte tanto —gruñó Kael cuando me encontró entrenando con Dalan.Sus ojos estaban oscuros, demasiado intensos. Dalan levantó las manos.—Solo la estaba ayudando.—No te pedí ayuda.Yo intervine antes de que los dos terminaran golpeándose.—Kael, basta. No podemos estar peleando por todo.Él me sostuvo la mirada. Había algo en él… una mezcla de miedo y rabia. Y eso me inquietó más que cualquier criatura del bosque.—Necesito hablar contigo —repitió, como anoche— A solas.Iba a seguirlo cuando Sere
KaelEl Bosque Roto no tenía ese nombre por casualidad. Los árboles parecían retorcidos por una fuerza que no pertenecía al mundo de los lobos, y el aire tenía una tensión que erizaba la piel incluso en forma humana. Avancé sin transformar, como la bruja había pedido la última vez. “La magia responde mejor cuando los dos pies están en la tierra”, solía decir.No me gustaba obedecer a nadie, pero no estaba aquí por gusto.Estaba aquí por Lía.La marca en mi piel seguía ardiendo desde la mañana, desde el entrenamiento, desde que Serena se había atrevido a levantarle la mano. La marca había reaccionado de un modo extraño, casi como si presintiera el peligro antes que yo mismo. Y aunque Lía se sanó rápido, demasiado rápido… no podía ignorar lo que estaba pasando.La encontré donde siempre: sentada frente a un cuenco de agua negra que no reflejaba nada.—Llegas tarde, Kael —dijo sin mirarme.—Los ataques a mis tierras no me dejan mucho tiempo para visitas.Ella sonrió, pero su sonrisa nunc
La noche había caído hacía horas, pero el campamento seguía con un aire inquieto, como si algo invisible respirara entre las sombras. Yo no podía dormir. Desde el entrenamiento con Serena y la llegada de Dalan, la marca en mi muñeca no había dejado de molestarme. No dolía… pero latía. Como un corazón que no era mío.Y cada vez que Lía estaba cerca, ese latido se aceleraba.Era inaceptable perder el control así. No siendo Alfa.Me encontraba en el borde del bosque, observando el límite de nuestras tierras. La niebla baja hacía difícil distinguir figuras a lo lejos, pero mi instinto estaba alerta. Algo no encajaba. Algo se movía de forma antinatural.—Kael.Me giré. Lía avanzaba hacia mí con pasos silenciosos. La luna iluminaba su cabello y la hacía ver distinta, casi… irreal. Me odiaba a mí mismo por pensar eso.—No deberías estar aquí —le dije, más brusco de lo que pretendía—. Es terreno de patrulla.—Dalan dijo que estabas aquí y pensé que…Me tensé al escucharlo.—Dalan no debería c
El amanecer estaba frío y silencioso cuando bajé hacia el patio central. El entrenamiento del día anterior había dejado mi cuerpo agotado, aunque por fuera no quedara ni un rastro. Mi brazo estaba perfecto. Como cada vez que algo dentro de mí decidía repararme sin preguntar.Intenté no pensarlo.Kael estaba revisando informes cerca de la entrada. Su postura tensa se suavizó apenas cuando me vio, como si mi presencia derritiera una capa de hielo que él mismo no sabía llevar encima.—Llegas temprano —comentó, cruzándose de brazos.—No podía dormir.Asintió, aunque su mirada se deslizó hacia mi brazo de manera involuntaria. No lo tocó, pero lo observó con esa mezcla de curiosidad y preocupación que ya conocía.—No deberías forzarlo después de lo que pasó ayer —murmuró.—Estoy bien, Kael.Parecía tener algo más para decirme, pero una voz cargada de energía rompió el silencio.—¡Lía!Me giré justo a tiempo para ver llegar a Dalan, casi corriendo. Alto, fuerte, con esa sonrisa cálida que ar
El patio de entrenamiento estaba húmedo por la lluvia nocturna, y el aire frío filtraba el olor a hierro y piedras viejas. Yo respiraba hondo, intentando imitar los movimientos que Kael me había enseñado.Mi cuerpo aún estaba débil, pero cada día algo dentro de mí parecía… tensarse. Despertar.—Concentración, Lía —gruñó Kael desde unos metros—. Tu enemigo no te esperara a que estés lista.El campo de entrenamiento estaba húmedo por la niebla. Varias hogueras apagadas marcaban los restos de la noche anterior. Kael se detuvo en el centro y me indicó que lo imitara.—Vamos a empezar por lo básico —dijo—. Resistencia, equilibrio y control del cuerpo.—No soy una guerrera —recordé.—Lo serás —respondió sin levantar la voz.Y entonces empezó.Primero, correr. Luego esquivar. Después mantenerme en pie mientras él me empujaba hacia un lado y otro, midiendo mis reacciones. Me cansé rápido; mis piernas temblaban, mis pulmones ardían. Pero aunque caía una y otra vez, algo dentro de mí se negaba
El dolor seguía latiendo en mi brazo, mucho después de que la marca apareciera. No era un dolor físico, sino algo más profundo, como si las líneas incandescentes hubieran grabado un destino que no podía rechazar.Desperté sobresaltada.La habitación era desconocida; paredes de piedra oscura, tapices antiguos, una chimenea apagada y un enorme ventanal desde el que se veía la luna roja todavía suspendida en el cielo. Estaba en ¿Kaelor?Me incorpore de golpe, mareada. El piso de madera crujió cuando intenté ponerme de pie. Mi cuerpo temblaba; no sabía si por lo que había pasado o por lo que estaba por venir.—Deberías moverte más despacio —dijo una voz grave.Me gire. Kael estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, observándome como si yo fuera un enigma que no sabía resolver. Su presencia llenaba la habitación como una sombra.—¿Dónde estoy? —pregunté.—En mi fortaleza —respondió sin rodeos —Te desmayaste y te traje aquíTragué saliva. Kaelor. El territorio que toda mi vid
Último capítulo