Inicio / Hombre lobo / Destino de fuego y luna / Lo que despierta bajo la piel.
Lo que despierta bajo la piel.

El patio de entrenamiento estaba húmedo por la lluvia nocturna, y el aire frío filtraba el olor a hierro y piedras viejas. Yo respiraba hondo, intentando imitar los movimientos que Kael me había enseñado.

Mi cuerpo aún estaba débil, pero cada día algo dentro de mí parecía… tensarse. Despertar.

—Concentración, Lía —gruñó Kael desde unos metros—. Tu enemigo no te esperara a que estés lista.

El campo de entrenamiento estaba húmedo por la niebla. Varias hogueras apagadas marcaban los restos de la noche anterior. Kael se detuvo en el centro y me indicó que lo imitara.

—Vamos a empezar por lo básico —dijo—. Resistencia, equilibrio y control del cuerpo.

—No soy una guerrera —recordé.

—Lo serás —respondió sin levantar la voz.

Y entonces empezó.

Primero, correr. Luego esquivar. Después mantenerme en pie mientras él me empujaba hacia un lado y otro, midiendo mis reacciones. Me cansé rápido; mis piernas temblaban, mis pulmones ardían. Pero aunque caía una y otra vez, algo dentro de mí se negaba a detenerse. Tal vez orgullo. Tal vez destino.

—Otra vez —ordenó Kael, mientras yo jadeaba en el suelo.

—Me estás matando —murmuré.

—Si quisiera matarte, Lía, no estarías aquí —respondió con frialdad.

Me puse de pie. Y repetimos todo. Una y otra vez.

Hasta que escuché una voz demasiado dulce para ser sincera.

—Vaya… qué escena tan tierna. ¿Entrenando a tu luna?

Me giré. Serena avanzaba hacia nosotros con paso elegante, como si el suelo le perteneciera. Vestía cuero oscuro y llevaba el cabello recogido en una trenza perfecta. Varias lobas la seguían con miradas cómplices.

Kael frunció el ceño.

—No estás autorizada a estar aquí.

—Oh, lo sé —sonrió—. Solo vine a observar. Después de todo, yo fui quien te acompañó en tu entrenamiento durante años. ¿Recuerdas?

Sus palabras tenían filo. Intentó recargar su mirada en Kael, pero él no se movió ni un centímetro. Serena resopló, irritada, y me miró como si fuera algo que había encontrado pegado en su bota.

—Lía, ¿cierto? —dijo con una falsa amabilidad venenosa—. Te ves… agotada. Aunque considerando de dónde vienes, supongo que es normal.

Sentí un pinchazo en el orgullo, pero no respondí.

—Serena —advirtió Kael, con voz peligrosa.

Ella sonrió, desafiante.

—Solo intento ayudar. ¿Por qué no la dejo yo practicar un movimiento sencillo? Podría aprender algo útil.

Kael la observó en silencio. Serena tomó eso como permiso.

Se acercó a mí, demasiado rápido.

—No te muevas —susurró, demasiado cerca de mi oído—. Así duele menos.

No entendí qué quería decir hasta que su codo se estrelló contra mi antebrazo con fuerza. Un crujido seco me atravesó el cuerpo.

Grité, cayendo al suelo.

—¡Serena! —rugió Kael.

—Ay… se me fue la mano —dijo ella sin pizca de arrepentimiento.

El dolor era agudo, punzante… pero familiar. Porque no era la primera vez. Mi padre siempre me había advertido: si te lastimas, cúbrete, escóndete, nunca dejes que nadie vea cómo sanas.

Me levanté tambaleante, apretando los dientes para no gritar. Corrí sin mirar atrás, con el brazo colgando inútilmente a mi lado. Oía pasos detrás de mí, pero no me detuve. Crucé entre los árboles, hasta que las voces se apagaron y solo quedó el viento.

Cuando por fin solté un sollozo, el dolor me nubló la vista. Me apoyé contra un tronco, jadeando.

El calor comenzó a recorrer mi brazo, desde el hueso hacia afuera. Un brillo suave, dorado, se encendió bajo mi piel. El hueso se movió, reajustándose solo. La piel vibró, y el dolor se desvaneció como si nunca hubiera existido.

Kael avanzó lentamente, como si tuviera miedo de asustarme o… de lo que estaba viendo.

—Tu herida… —dijo bajando la voz— estaba rota hace un minuto.

Extendió su mano hacia mi brazo, pero la dejó suspendida, sin tocarme.

—Eso no es magia de lobos —susurró, casi para sí—. No es curación lunar. No es… nada conocido.

Mi corazón latía como una bestia desbocada.

—Kael, siempre fue así, quizás es el poder de mi lobo.

Él finalmente tocó mi brazo con suavidad. Y tembló. El Alfa Maldito, temblando.

—Esto no debería ser posible —dijo, con la respiración irregular—. Pero… lo vi. Lo sentí en el ritual. Hay algo en tu sangre… algo que nadie nos dijo.

Sus ojos me buscaron, intensos, casi desesperados.

—Lía —su voz bajó— ¿Tu padre te contó algo? ¿Cualquier cosa extraña, algo que no encajara con los lobos?

—No

Kael acercó su rostro al mío apenas unos centímetros.

—Esto no es normal. Esto es antiguo. Peligroso. Y poderoso. Su mano tembló sobre mi piel.

—Si Serena te hubiese roto el cuello en vez del brazo… —Un silencio helado cayó entre nosotros. —…también te habrías levantado.

Tragué saliva con dificultad.

—¿Qué significa eso?

Kael me sostuvo la mirada.

—Que la profecía está muchísimo más incompleta de lo que pensábamos.

Y que tú… no solo eres una Luna destinada. Eres algo que ninguna manada está lista para enfrentar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP