El peso de la marca.

El dolor seguía latiendo en mi brazo, mucho después de que la marca apareciera. No era un dolor físico, sino algo más profundo, como si las líneas incandescentes hubieran grabado un destino que no podía rechazar.

Desperté sobresaltada.

La habitación era desconocida; paredes de piedra oscura, tapices antiguos, una chimenea apagada y un enorme ventanal desde el que se veía la luna roja todavía suspendida en el cielo. Estaba en ¿Kaelor?

Me incorpore de golpe, mareada. El piso de madera crujió cuando intenté ponerme de pie. Mi cuerpo temblaba; no sabía si por lo que había pasado o por lo que estaba por venir.

—Deberías moverte más despacio —dijo una voz grave.

Me gire. Kael estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, observándome como si yo fuera un enigma que no sabía resolver. Su presencia llenaba la habitación como una sombra.

—¿Dónde estoy? —pregunté.

—En mi fortaleza —respondió sin rodeos —Te desmayaste y te traje aquí

Tragué saliva. Kaelor. El territorio que toda mi vida me dijeron que evitara. El hogar del Alfa Maldito. Y ahora… mi hogar temporal.

—No tenías que hacerlo —murmuré, sin saber si agradecida o molesta.

Kael elevó una ceja, como si mi comentario le pareciera ridículo.

—Sí. Tenía que hacerlo. —Su mirada descendió a mi brazo—. Ahora eres mi Luna.

Las palabras cayeron entre nosotros como una sentencia. Sentí un nudo en la garganta.

—Eso no… no puede ser. Yo debía morir durante el ritual, soy una loba débil.

Kael apretó la mandíbula, como si mis palabras lo provocaran.

—La marca no aparece por error. Y menos en la luna roja. —Caminó hacia mí, sus pasos firmes, calculados—. Las Lunas destinadas solo surgen cada mil años. Y la última murió cuando el vínculo no pudo sostenerla.

—¿por eso dicen que moriré en la próxima luna roja? —pregunté, sin poder ocultar el temblor en mi voz.

Kael desvió la mirada, como si el tema lo irritara tanto como lo inquietara.

—Esa profecía está incompleta —respondió—. Lo que todos repiten es solo la parte que conviene para alimentar el miedo. Encontrare la parte que falta.

Había algo en su voz… no era frialdad. Era determinación mezclada con una furia contenida.

Y también había miedo.

—No eres responsable de mí —dije en un susurro.

Kael dio un paso más hacia mí. Ahora estaba tan cerca que podía ver la tenue cicatriz que cortaba su ceja derecha, la que siempre decían que tenía desde la noche en que fue maldito.

—Desde el momento en que esa marca apareció —dijo con un tono bajo, casi un gruñido contenido—, nuestras vidas están unidas. Si mueres… yo también lo hare.

Me quedé helada.

No lo sabía. Nadie me lo había dicho. Nadie quiso explicarme nada.

—¿Eso es… real?

—Es lo que dicen los antiguos pergaminos.

Kael respiró hondo, como si el peso sobre sus hombros fuera demasiado grande.

—¿Y mi padre? — pregunte.

El me miro confundido y dudo antes de responder.

—te entrego a mi aun cuando podías morir ¿Por qué te interesa?

Sabía que era difícil de entender, pero yo comprendía que no tenía otra opción y él también sabía que corría más peligro en mi antigua manada.

 —Estaba insegura allí, el solo me dijo que confiara, y yo confío.

Me miro fijamente y luego de un largo silencio hablo.

—A partir de mañana empezarás a entrenar —anunció.

—¿Entrenar? —repetí, confundida.

—La marca te eligió por una razón. Como mi Luna no puedo permitir que seas débil

Mi pecho se apretó.

—Yo no soy una guerrera —le recordé—. No sé pelear. No sé usar poderes.

Kael se acercó aún más, tanto que podía sentir el calor de su cuerpo en la piel.

—Entonces aprenderás —dijo simplemente—. Conmigo.

Su voz no era dura, ni cruel. Sonaba a promesa. Y, de algún modo, a advertencia.

—No sé si quiero esto —murmuré.

—Nadie te lo preguntó, Lía. Ni a mí tampoco. —Sus ojos brillaron con algo que no pude descifrar—. Pero el destino ya eligió. Ahora depende de nosotros no morir en el proceso.

Mi respiración se volvió inestable. No por miedo. No únicamente. Kael se giró hacia la puerta, pero antes de salir dijo sin voltearse:

—Y si vas a seguir temblando… —hizo una pausa— …que no sea por miedo.

La puerta se cerró tras él.

Me quedé sola con mi respiración acelerada y la marca ardiendo como un fuego antiguo bajo mi piel. La luna roja empezaba a desvanecerse en el cielo, pero algo en mí recién estaba despertando.

Un poder que no conocía. Un destino que no pedí. Y un Alfa que no sabía si era mi amenaza… o mi única salvación

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP