Nelly, una mujer exuberante y llena de carisma, ha navegado toda su vida contra la corriente de los estándares de belleza impuestos. Su figura curvilínea, lejos de ser una carga, es parte esencial de su identidad. Sin embargo, la sociedad, con sus prejuicios arraigados, la ha obligado a enfrentar constantes desafíos y sin opción, decide convertirte en una mujer rebelde usando eso como una coraza. Cuando la obligan a casarse con Adrián Cisneros, un exitoso CEO conocido por su frialdad y calculadora inteligencia, la vida de Nelly da un giro inesperado. Adrián, detrás de su fachada de hombre de negocios impasible, esconde un pasado lleno de heridas y una profunda soledad. Su matrimonio, forjado por conveniencia, se convierte en un terreno fértil para el conflicto y la incomprensión. A medida que conviven, Nelly y Adrián descubren que sus diferencias son más superficiales de lo que imaginaban. Nelly, con su optimismo innato y su capacidad para encontrar belleza en lo cotidiano, comienza a derretir el hielo que rodea a Adrián. Él, a su vez, se siente atraído por la autenticidad y la fuerza de Nelly. Juntos, deberán enfrentarse a los prejuicios de la sociedad, a las expectativas de sus familias y a sus propios miedos internos. A medida que se conocen más profundamente, ambos aprenderán a amar más allá de los estereotipos y a construir una relación basada en el respeto, la confianza y la comprensión mutua.
Leer másEn un mundo donde las expectativas de la belleza parecen dictar la dirección de la vida de una mujer, Nelly Arriaga siempre se sintió fuera de lugar. Su figura curvilínea, lejos de ser un estigma, era su sello de identidad. Creció rodeada de prejuicios, de miradas furtivas y susurros detrás de su espalda, todo porque no encajaba en el molde de lo que la sociedad consideraba “hermoso”. A pesar de la presión constante para encajar, Nelly nunca dejó que las críticas socavaran su confianza. Sabía que su fuerza residía en lo que era, no en lo que los demás querían que fuera.
El aroma del café recién hecho impregnaba la estancia cuando Nelly dejó la taza sobre la mesa con un golpe seco. El líquido oscuro tembló en la porcelana, igual que su corazón en el pecho. Su madre la observaba con una expresión tensa, los labios presionados en una línea delgada, como si estuviera a punto de pronunciar una sentencia inapelable. Nelly ya tenía una idea de lo que su madre estaba por decir, no era una tonta que no sabía nada, aunque tuviera que aceptar las imposiciones de sus padres. Suspiró profundamente, preparándose para lo que venía. —Ya deja el rodeo, mamá, ¿dime qué es lo que tienes por decir de una vez? —sentenció Nelly, ya cansada de ver a su madre buscar las palabras correctas. —En dos días, se anunciará tu compromiso —dijo su madre con seriedad, como si eso fuera suficiente para que Nelly tuviera que aceptar la noticia. —¿Mi compromiso? Si no tengo novio aún, ¿cómo voy a tener una fiesta de compromiso? —preguntó ella en tono burlón, aunque la bilis le subía por la garganta. —Ya habíamos hablado de esto, Nelly. —No lo acepto —replicó Nelly con firmeza—. Quedamos en que me casaba este año, pero yo elegía, y aún no me presentan a los candidatos. —La familia Cisneros es la mejor opción, Nelly. Ya es una decisión tomada. El eco de esas palabras se estrelló contra su pecho como una ola helada. Nelly sintió la sangre helarse en sus venas. —¿Me estás diciendo que… me tengo que casar con un hombre que ustedes eligieron? ¿En qué siglo estamos, Doris? —Su voz salió rasposa, incrédula. —Respeta a tu madre, Nelly —habló su padre con voz ronca y fuerte, la mirada fija en su hija. —El peor error que cometió mi abuelo fue nombrarse su heredera y exigir que me case para recibir todo —resopló Nelly, sintiendo la rabia crecer en su interior. No era como si le importara mucho el dinero, sino que sus padres no la dejarían en paz, no permitirían que sus tíos reclamaran la herencia al ver que ella no se casaba. Su padre, sentado en la cabecera de la mesa, dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por el rostro. Sus ojos, normalmente duros, parecían evitar los de su hija. —Es lo mejor para la familia —murmuró, sin mirarla directamente. Nelly soltó una carcajada ácida. El aire se volvió denso, como si la casa misma conspirara para encerrarla en esa absurda realidad. —¿Y qué hay de lo que yo quiero? ¿Y no comiencen con que no es un buen futuro para mí? —preguntó, cruzándose de brazos, como si ese gesto pudiera sostenerla de pie. —A veces, querer no es lo importante —sentenció su madre con frialdad—. Es lo que se necesita. —Eso lo decidirá tu esposo —dijo su padre, y Nelly negó con la cabeza riendo, sintiendo la ironía de la situación. El reloj en la pared marcó un segundo eterno. Nelly sintió una opresión en el pecho, como si un peso invisible la aplastara contra el suelo. —¿Y quién es el afortunado? —preguntó Nelly, con una sonrisa amarga, sabiendo que la respuesta no le gustaría. —Adrián Cisneros. El nombre cayó sobre la mesa como una piedra pesada. Frío, imponente. Nelly parpadeó, intentando recordar lo poco que sabía de él: un empresario exitoso, distante, de esos hombres que parecen esculpidos en hielo. Un escalofrío recorrió su espalda. —No es mi tipo —espetó, sintiendo una mezcla de rabia y miedo. Su madre se enderezó, alisando las arrugas invisibles de su blusa. —Tampoco tú eres el suyo. El comentario fue un golpe directo, pero Nelly solo sonrió, afilada como un cuchillo. —Gracias por el cumplido, madre. —No es eso, hija... —Genial, estaré en un matrimonio de ensueño —la interrumpió Nelly, sarcástica. La rabia hervía en su estómago, pero bajo esa furia, muy en el fondo, un miedo sordo comenzó a enredarse en su pecho. Porque sabía que, en su mundo, lo que su familia decidía era ley. Y porque, aunque jamás lo admitiría en voz alta, no estaba segura de poder salir de esa… sin perderse en el intento. Nelly necesitaba aire fresco, un respiro de la atmósfera opresiva de su casa. Llamó a su mejor amiga, Lucía, y quedaron en tomar un café en su lugar favorito, "El Rincón de Emma". Un lugar acogedor, con mesas de madera rústica y un aroma embriagador a café recién hecho. Al llegar, Lucía ya la estaba esperando, sentada en una mesa junto a la ventana. Su sonrisa cálida y sus ojos brillantes siempre lograban animar a Nelly, incluso en los peores momentos. —¡Nelly! ¡Qué bueno verte! —exclamó Lucía, levantándose para abrazarla. —Hola, Lu —respondió Nelly, sintiendo un leve alivio al ver a su amiga. Se sentaron y pidieron dos cafés. El silencio inicial fue cómodo, como el de dos amigas que se conocen a la perfección. —¿Cómo estás? —preguntó Lucía, observando a Nelly con atención. —Pues… —Nelly dudó un momento, sin saber cómo abordar la noticia—. Tengo algo que contarte. —¿Qué pasa? ¿Todo bien? —preguntó Lucía, preocupada. Nelly respiró hondo y soltó la bomba:— ¡Me caso! La reacción de Lucía fue una mezcla de sorpresa y preocupación. —¡No me digas! ¿Con quién? —Con… Adrián Cisneros —respondió Nelly, observando la expresión de su amiga. La sonrisa apenas visible de Lucía se desvaneció al escuchar el nombre. —¿Adrián Cisneros? —Pregunto como si buscara que Nelly le dijera que no era el Cisneros que ella se imaginaba. —Sí —respondió Nelly, —. Yo también quedé así. —Bueno… —Lucía dudó un momento, buscando las palabras adecuadas—. Has escuchado los rumores… sobre su exnovia y su hermano. —¿Qué tipo de rumores? —preguntó Nelly, sintiendo una punzada de curiosidad. —Al parecer, Karina Lugo y Adrián tuvieron una relación muy intensa —comenzó Lucía—. Y, según dicen, el hermano de Adrián se metió en la relación, eso provocó que él se cerrara a otra relación y es por eso que su padre buscaba una esposa. Nelly se quedó en silencio, procesando la información. No sabía qué pensar. ¿Qué clase de relación tendría con Adrián? ¿Sería él un hombre frío y distante marcado por la traición? —No me preocupa —dijo Nelly, tratando de convencerse a sí misma—. No me voy a dejar intimidar por él. Tampoco me mantendrá encerrada. —¿Qué quieres decir? —preguntó Lucía, confundida. —Que no voy a ser una esposa sumisa como mis padres creen —respondió Nelly con determinación—. Voy a hacer lo que me dé la gana. Le haré la vida imposible hasta que decida qué hacer con su vida. Lucía la miró con una mezcla de admiración y preocupación. —Nelly, no te metas en problemas —le advirtió—. No sabes cómo es Adrián Cisneros. —No me importa —replicó Nelly—. No voy a permitir que nadie me diga lo que tengo que hacer. Es suficiente con que me arrebaten mi libertad. El resto de la tarde transcurrió entre risas y confidencias. Nelly necesitaba ese momento de distracción, de libertad. Pero la conversación con Lucía había dejado una semilla de duda en su interior. Vivir con un hombre que seguía sufriendo por su pasado, no sería para nada fácil. Al llegar a casa, Nelly se encontró con sus padres en la sala de estar. —¿Dónde estabas? —preguntó su madre con tono de reproche. —Tomando un café con una amiga —respondió Nelly, sin mirarla a los ojos. —Más te vale comportarte —le advirtió su padre—. Recuerda que tu compromiso es en dos días. Nelly asintió sin decir nada y se dirigió a su habitación. Al cerrar la puerta, se dejó caer en la cama y suspiró. Escuchar sobre el pasado de Adrián le había afectado más que La noticia de su compromiso, aunque no lo quisiera admitir. Pero no iba a permitir que nadie la controlara. Iba a demostrarles a todos que ella era dueña de su propio destino aun estando casada.La portada de la revista reposaba abierta sobre la mesa del comedor. Las letras doradas brillaban bajo la luz matinal como si el sol mismo las acariciara:“Amor frente al mar: Nelly y Adrián sellan su historia en una boda secreta que conmueve al país”.Karina tenía los ojos clavados en la imagen central. Nelly, envuelta en un vestido blanco vaporoso, descalza sobre la arena perlada, sonreía con una serenidad casi celestial mientras Adrián le sostenía la mano. Damián, entre ambos, levantaba una flor marina hacia el cielo, como si bendijera el momento. El cielo de fondo era de un azul casi irreal, salpicado por una gaviota que parecía congelada en vuelo.Un nudo invisible le apretaba el estómago. Algo entre la rabia, la impotencia y la nostalgia de lo que jamás fue suyo. El tenedor se le resbaló entre los dedos, cayendo al plato con un sonido seco y metálico que rompió el silencio opresivo del comedor.—¿Hasta cuándo, Karina? —La voz grave de su padre resonó como una sentencia desde la
La ciudad quedaba atrás lentamente, devorada por la silueta temblorosa del horizonte. En el interior del auto, el silencio era cómodo, apenas interrumpido por la suave música que salía del estéreo y el zumbido constante de los neumáticos sobre el asfalto. Nelly iba en el asiento del copiloto, con la ventana entreabierta. El viento tibio le acariciaba el rostro como una promesa de algo hermoso. El cielo comenzaba a teñirse de un azul más claro, presagio del mar que los esperaba.Damián dormía en su silla infantil con una paz que le robaba el aliento a su madre. Su boquita entreabierta, el osito de felpa apretado contra el pecho y el leve movimiento de su pecho al respirar lo convertían en un cuadro perfecto.Adrián mantenía una mano en el volante y la otra descansaba sobre la pierna de Nelly, acariciándola con ternura ausente, como si su piel fuera su brújula. De vez en cuando giraba el rostro hacia ella y sonreía sin decir palabra. No hacía falta. Estaban en ese tipo de amor donde las
El sol colgaba alto sobre el cielo despejado, bañando el jardín con una luz cálida y dorada. La brisa mecía suavemente las ramas de los árboles, cuyas hojas susurraban con cada movimiento, como si quisieran formar parte de la celebración. En el aire flotaba el aroma dulce de las flores del rosal cercano, mezclado con el perfume de la crema de mantequilla del pastel y el césped recién cortado. Todo en ese día parecía alinearse con una sola intención: rendirle homenaje al primer año de vida de Damián.Nelly caminaba descalza por el pasto, sintiendo la frescura bajo sus pies. El vestido blanco de lino que llevaba se movía con ligereza a cada paso. Se agachó para alinear los cupcakes decorados con ositos de mazapán en la mesa de dulces. Sus manos temblaban un poco, no por nervios, sino por la emoción contenida. Era un día que había imaginado muchas veces y, ahora que por fin estaba ocurriendo, le parecía casi irreal.Adrián sostenía a Damián en brazos, y el pequeño no paraba de moverse. C
Cinco meses habían pasado desde aquella primera noche mágica en casa. El otoño había dado paso a un invierno tibio, seguido por una primavera que comenzaba a teñir las ventanas de la casa con luz dorada y aromas florales. El pequeño Damián había crecido como una flor en tierra fértil, llenando cada rincón de su hogar con risas, balbuceos y ese aroma dulce a bebé que parecía eterno.La mansión seguía transformándose, pero ahora era más viva, más caótica y también más feliz. Los juguetes de colores cubrían las alfombras, los baberos colgaban de las sillas, y en la cocina, sobre el refrigerador, una foto reciente de Damián en blanco y negro parecía reinar como una obra de arte.—¿Estás segura de esto? —preguntó Adrián mientras abrochaba su camisa frente al espejo.—Sí. Es hora de que el mundo lo vea —respondió Nelly desde el cambiador, poniéndole a Damián un enterizo blanco con pequeños botones dorados—. Y que vean que no somos solo titulares de escándalo… sino una familia de verdad.Hab
El otoño comenzaba a marcar su paso con mayor firmeza. Las hojas crujían bajo los pies como susurros antiguos, los atardeceres se teñían de tonos cobrizos que parecían incendiar el cielo, y el viento traía consigo un murmullo suave, como una canción de cuna natural que mecía las ramas desnudas de los árboles. En el interior de la casa, sin embargo, el tiempo parecía moverse a un ritmo diferente. Más lento. Más íntimo. Como si todo el universo se hubiese reducido al espacio entre los brazos de Nelly, Adrián y el pequeño Damián.El primer día en casa fue una sinfonía de ternura y desvelo. Adrián cargó el portabebés como si llevara una joya milenaria, con pasos cautelosos y la respiración contenida, como si el mínimo movimiento pudiera despertar a ese nuevo universo que dormía en silencio.—Cuidado con la alfombra, tiene una pequeña arruga —le advirtió Nelly desde el sofá, medio riendo, medio temblando de emoción, con la bata aún abierta sobre el camisón de algodón, sus mejillas sonrosad
El verano comenzaba a rendirse ante los primeros atisbos del otoño. Las hojas de los árboles se tornaban lentamente en tonos ocres, dorados y rojizos, cubriendo los senderos del jardín como si la naturaleza tejiera una alfombra para dar paso a una nueva estación. Una brisa suave y fresca se deslizaba entre las cortinas entreabiertas de la habitación, llevando consigo el aroma de tierra húmeda, ese perfume inconfundible que siempre llega justo antes de un gran cambio.La casa entera parecía respirar con tranquilidad, como si el tiempo mismo supiera que algo importante estaba por suceder. Los relojes colgaban sus minutos con parsimonia, los muebles crujían suavemente como si susurraran secretos entre sí, y la luz tenue del atardecer teñía las paredes con un resplandor cálido.Nelly ya tenía el vientre bajo, prominente y tenso como una luna llena. Su andar se había vuelto pausado, casi ceremonial. Cada paso era un pequeño acto de resistencia, de amor, de entrega. Caminaba con lentitud, c
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