Mundo ficciónIniciar sesiónLa luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas de seda gris, despertando a Elena. Por un segundo, se sintió desorientada. Las sábanas eran demasiado suaves, el colchón demasiado cómodo y el aroma en el aire —una mezcla de sándalo y café recién hecho— no pertenecía a la pequeña habitación que había compartido con Marcos.
Abrió los ojos y vio el techo alto y moderno de la mansión Valente. Los recuerdos de la noche anterior la golpearon de golpe: la gala, el vestido negro, la cara de terror de Marcos cuando la policía se lo llevó y, sobre todo, la mano de Damián en su cintura, protegiéndola contra el mundo.
Se giró en la cama enorme. El lado izquierdo estaba vacío y frío. Damián ya se había levantado.
Elena se estiró, sintiendo una extraña satisfacción. Por primera vez en tres años, no se despertaba con una lista de tareas domésticas gritada por un marido ingrato. Hoy, se despertaba como una ganadora.
Tomó su teléfono de la mesita de noche. Tenía cientos de notificaciones.
TENDENCIA: #LaCaídaDeCastelli TENDENCIA: #ElenaValenteReina
Abrió las noticias. Los titulares eran música para sus oídos:"Marcos Castelli arrestado por fraude masivo y desvío de fondos.""La amante del CEO caída en desgracia: Expertos confirman que las joyas de Sofía eran falsificaciones baratas.""El renacer de Elena: De esposa olvidada a la mujer más poderosa de la ciudad junto a Damián Valente."
Elena sonrió. No era solo una victoria; era una masacre total.
Se levantó, se puso una bata de seda que encontró en el vestidor (talla perfecta, notó con curiosidad) y bajó las escaleras siguiendo el olor a café.
Encontró a Damián en la cocina abierta. No llevaba su habitual traje de armadura corporativa. Llevaba unos pantalones de chándal grises y una camiseta blanca que se ajustaba a sus hombros anchos. Estaba leyendo una tableta mientras bebía café, con el cabello ligeramente despeinado. Parecía más joven, más... humano. Y peligrosamente atractivo.
—Buenos días, esposa —dijo él sin levantar la vista, como si sintiera su presencia.
—Buenos días —respondió Elena, acercándose a la isla de mármol—. Veo que las noticias están ardiendo. Marcos no saldrá bajo fianza pronto, ¿verdad?
Damián dejó la tableta y la miró. Sus ojos recorrieron a Elena de arriba abajo, deteniéndose un segundo en el escote de la bata antes de volver a sus ojos.
—Mis abogados se aseguraron de que el juez fuera... estricto. Marcos pasará al menos una semana en prisión preventiva. Tiempo suficiente para que sus acciones toquen fondo y tú puedas comprar lo que quede de su empresa por centavos, si aún te interesa.
Damián le sirvió una taza de café y se la deslizó por la barra.
—Gracias —dijo ella, tomando un sorbo. Estaba perfecto—. ¿Y Sofía?
—Escondida. La vergüenza pública de las joyas falsas la ha destruido socialmente. Nadie en la alta sociedad volverá a invitarla ni a un té.
Elena se apoyó en la encimera, suspirando aliviada.
—Entonces, se acabó. He ganado.
—Has ganado la batalla, Elena. Pero la guerra apenas empieza. —Damián se puso serio, su tono cambió al de un hombre de negocios—. Marcos es vengativo, pero es un problema menor ahora. Tenemos un problema más urgente.
—¿Cuál?
—Mi abuelo.
Elena sintió un nudo en el estómago. El Patriarca Valente. El hombre que había construido el imperio desde cero. Se decía que era más duro que el acero y que Damián había heredado su frialdad de él.
—¿Vio las noticias? —preguntó ella.
—Vio la boda. Y no está contento de que me haya casado en secreto con una mujer recién divorciada y envuelta en escándalos, sin importar cuán rica sea tu familia real.
Damián rodeó la isla y se paró frente a ella, invadiendo su espacio personal.
—Quiere conocerte. Hoy. En el almuerzo familiar de los domingos.
—¿Hoy? —Elena abrió los ojos con sorpresa—. Damián, no estoy preparada. Necesito estudiar a tu familia, saber quién es quién...
—No hay tiempo. —Damián le acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja, un gesto sorprendentemente íntimo que hizo que el corazón de Elena latiera más rápido—. Escúchame bien. En esa mesa habrá tiburones peores que Marcos. Mis tíos quieren mi puesto de CEO. Mis primas querrán humillarte. Mi abuelo te pondrá a prueba para ver si eres digna o solo una cazafortunas más.
Elena levantó la barbilla, recuperando su compostura. Había sobrevivido a tres años de infierno con Marcos. No iba a dejar que unos parientes ricos la intimidaran.
—Déjalos que vengan —dijo Elena con frialdad—. Ayer destrocé a un CEO y a su amante en tacones de aguja. Puedo manejar un almuerzo familiar.
Damián sonrió, esa sonrisa depredadora que empezaba a gustarle demasiado.
—Esa es la actitud. Pero ten cuidado, Elena. Mi ex-prometida también estará allí. Y ella... ella juega sucio de verdad.
—¿Tu ex-prometida? —Elena arqueó una ceja—. ¿La que tu abuelo quería para ti?
—Exacto. La "candidata perfecta". Hija de banqueros, educada en Suiza, y con la personalidad de una víbora. Se llama Vanessa. Y odia perder incluso más que tú.
Damián miró su reloj.
—Tienes dos horas para arreglarte. Ponte algo conservador pero caro. Vamos a entrar en la boca del lobo, y quiero que vean que la Señora Valente no es una presa fácil.
Elena dejó la taza de café sobre la mesa con un golpe suave pero firme.
—No te preocupes, esposo. —Le dio una sonrisa desafiante—. No voy a ser la presa. Voy a ser la cazadora.







