Mundo ficciónIniciar sesiónLa mansión de Damián Valente no era una casa; era una fortaleza moderna de cristal y acero ubicada en la colina más exclusiva de la ciudad.
Cuando el coche se detuvo frente a la entrada principal, una fila de sirvientes ya estaba esperando. Elena bajó del coche y sintió el cambio inmediato. En casa de Marcos, ella era la que servía. Aquí, diez personas inclinaron la cabeza a su paso.
—Bienvenida a casa, señora Valente —dijo un mayordomo anciano con un uniforme impecable.
Damián se bajó y se ajustó la chaqueta.
—Roberto, lleva las cosas de la señora a la habitación principal.
Elena se detuvo en seco y miró a Damián.
—Habíamos dicho habitaciones separadas —le recordó en voz baja, para que los sirvientes no escucharan.
Damián se inclinó hacia ella, su aliento rozando su oreja.
—Mi abuelo vendrá a cenar mañana. Si ve que dormimos separados, el trato se rompe. Además, la habitación principal tiene 200 metros cuadrados. Te aseguro que no notaras mi presencia a menos que quieras.
Elena apretó los labios, pero asintió. No podía fallar en el primer día.
Entraron en la casa. Todo era lujo minimalista, frío y masculino. Elena se preguntó si alguna vez había vivido una mujer allí.
—Tienes libertad total en la casa —dijo Damián mientras caminaban hacia la escalera—. Excepto mi despacho. Nadie entra ahí.
—Entendido. Yo también necesito un espacio de trabajo. Tengo empresas que dirigir.
—Usa la biblioteca. Es tuya.
Justo cuando llegaban al rellano de la escalera, el teléfono de Elena, que ahora había vuelto a encender, empezó a vibrar sin parar. Mensajes. Cientos de ellos.
Lo sacó y vio una alerta de noticias.
ESCÁNDALO: Marcos Castelli acusa a su exesposa de robo y adulterio.
Elena abrió la noticia. Marcos había dado una declaración rápida a un blog de chismes. Decía que Elena le había robado joyas familiares antes de irse y que había estado engañándolo con Damián Valente durante meses.
—¿Problemas? —preguntó Damián, notando su expresión tensa.
Elena le mostró la pantalla.
—Tu "escudo impenetrable" tiene una grieta. Marcos está jugando sucio. Me acusa de ladrona.
Damián leyó el titular y soltó una risa seca.
—Típico de un hombre débil. Atacar la reputación cuando no puede atacar de frente.
—Voy a emitir un comunicado negándolo —dijo Elena, empezando a teclear.
Damián le quitó el teléfono de las manos suavemente.
—No. No te defiendas.
—¿Qué? —Elena frunció el ceño—. ¿Quieres que deje que manche mi nombre?
—Si te defiendes, pareces culpable. Si lo ignoras, pareces superior. —Damián le devolvió el teléfono—. Además, esta noche es la Gala de Beneficencia del Alcalde. Marcos estará allí buscando inversores desesperadamente.
Damián la miró de arriba abajo, sus ojos oscuros brillando con desafío.
—¿Por qué emitir un comunicado aburrido cuando puedes presentarte allí, del brazo de tu nuevo esposo, cubierta de diamantes reales, y demostrarle al mundo que él miente sin decir una sola palabra?
Elena comprendió el plan. Era cruel. Era público. Era perfecto.
Una sonrisa lenta se dibujó en su rostro.
—Necesito un vestido —dijo ella—. Uno que corte la respiración.
—Roberto —llamó Damián sin apartar la vista de Elena—. Llama a los estilistas. La señora necesita prepararse para la guerra.¿







