Cronos Estelar

Cronos EstelarES

Fantasía
Última atualização: 2025-07-09
Leydis Ochoa  Atualizado agora
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Dedicatoria: A quienes alguna vez se sintieron atrapados por un destino impuesto, esta historia es para ustedes. Para los valientes que deciden tomar las riendas de su propia vida, incluso cuando el guion parece escrito. Que nunca teman escapar de la trama y escribir su propia historia. Introducción: En su traición, resurgió la magia... y con ella, la esperanza de venganza. Sinopsis: Creí en el segundo príncipe, en la promesa de paz entre mi hogar y su reino. Lo amé y lo ayudé a coronarse, pero su traición fue brutal. Al descubrirlo con su amante, desató su ira: me golpeó, ordenó mi humillación y mi muerte. Mientras agonizo, una sola idea me consume: volver y hacerlos pagar por cada gota de mi sangre derramada. Con mi último aliento renace un juramento: volveré, y la venganza será mi única guía.

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Capítulo 1

Capítulo 01

En el antiguo reino de Rivendel vivían los elfos. No muy lejos de allí, se encontraba el Bosque Estrella Caída, hogar de las hadas ocultas del mundo.

Una noche, cuando tenía 18 años, huía del bosque, perseguida por bestias mágicas.

Siempre fui muy curiosa, quizás demasiado. Escuchaba que no debía salir del bosque, pero yo quería descubrir cómo era todo más allá del bosque encantado.

Esa noche escapé del palacio y crucé el bosque. En las afueras, fui rodeada por bestias mágicas, así que corrí y me perdí entre los árboles, hasta que me encontré con un joven que me salvó la vida.

Con el tiempo fuimos conociéndonos. Él era el segundo príncipe del reino Eldamar, un humano sin magia ni dones. Aquella noche, él estaba en una misión encomendada por su madre, la emperatriz, que lo llevó al Bosque Estrella Caída en busca de unos bandidos.

Tras capturarlos y encerrarlos en una carreta con rejas, envió primero a los caballeros para que llevarán primero la carreta, mientras él perseguía a uno que había logrado escapar. Sin embargo, este fue devorado por una bestia mágica. Fue entonces cuando vio a una joven corriendo hacia él, seguida de una enorme bestia. Él la salvó, matando a la criatura, y luego la ayudó a ponerse de pie.

—¿Estás bien? —preguntó el joven, su voz temblaba un poco mientras me ofrecía la mano. Sus ojos recorrían mi rostro, buscando alguna herida.

—N-no lo sé… —balbuceé, sintiendo el corazón a punto de salirse del pecho—. Creo que sí. Gracias… de verdad. Si no hubieras estado aquí…

Él sonrió, aunque el cansancio se notaba en sus facciones. Se pasó la mano por el cabello, manchado de barro y sangre de la bestia.

—No tienes que agradecerme. ¿Cómo te llamas? —preguntó, intentando sonar tranquilo.

—Astrid… —susurré, aún temblando—. ¿Y tú?

—Elandor Dravenor —respondió, haciendo una torpe reverencia—. Segundo príncipe de Eldamar, aunque ahora mismo no parezco muy real, ¿verdad?

No pude evitar sonreír, a pesar del miedo. Su sinceridad era desarmante.

—No deberías estar aquí —dijo de pronto, su mirada se endureció mientras observaba la oscuridad del bosque—. Este lugar es peligroso, incluso para mí.

—Lo sé… —admití, bajando la mirada—. Pero ya no soportaba las paredes del palacio. Necesitaba ver el mundo, aunque fuera solo por una noche.

Elandor asintió, y por un momento, sus ojos reflejaron una tristeza que no esperaba.

—A veces, el deber nos encierra más que cualquier muro —murmuró, casi para sí mismo—. Pero ahora debemos salir de aquí. No quiero que nada te pase.

Sin pensarlo, tomó mi mano. Su calidez me tranquilizó, y juntos avanzamos entre los árboles, guiados por la luz de la luna. El bosque seguía susurrando, pero ya no sentía tanto miedo.

—¿Por qué tu madre te envió aquí? —pregunté, buscando su mirada.

Él suspiró, como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros.

—Buscaba justicia —dijo, serio—. Los bandidos han estado atacando aldeas. Pero nunca imaginé que terminaría salvando a una hada fugitiva.

Solté una risa nerviosa, y por primera vez en la noche, sentí esperanza.

.

.

.

Sonreí, apenas, sintiendo que el destino nos había reunido por alguna razón. Tal vez —pensé— mi curiosidad no era tan mala después de todo.

Mientras caminábamos, una brisa suave nos envolvió con el aroma de flores nocturnas. Me detuve un instante, cerrando los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, sentí esperanza.

—¿Me ayudarás a encontrar mi camino de regreso? —pregunté, mirándolo, con la voz temblorosa, como si temiera la respuesta.

Elandor me sostuvo la mirada, y su sonrisa fue cálida, sincera. Apretó mi mano con fuerza, como si quisiera transmitirme valor.

—No solo eso, Astrid —susurró, con una chispa de emoción en los ojos—. Te mostraré el mundo más allá del bosque, si te atreves a soñar conmigo.

Sentí un nudo en la garganta. Asentí, sin poder ocultar la mezcla de miedo y emoción que me invadía.

—Quiero verlo —dije, apenas audible—. Quiero ver todo lo que hay.

Bajo el manto estrellado, comenzó nuestra aventura.

Avanzamos en silencio, pero nuestros pasos resonaban entre las hojas secas. Cada crujido, cada ulular lejano, me ponía los nervios de punta. El bosque, aunque peligroso, tenía una belleza misteriosa bajo la luna. Las hojas brillaban con destellos plateados y las luciérnagas bailaban entre los arbustos, iluminando el camino.

De repente, un murmullo suave, casi un canto, nos detuvo. Tiré de la mano de Elandor, el corazón latiéndome con fuerza.

—¿Escuchas eso? —susurré, con los ojos muy abiertos.

Elandor asintió, serio, y desenvainó su espada.

—Quédate detrás de mí —dijo, su voz baja pero firme.

Nos acercamos sigilosamente. Entre los árboles, un claro se abría, bañado en luz plateada. Un grupo de hadas flotaba en círculo, entonando una melodía ancestral. Sus alas brillaban con todos los colores del arcoíris.

Me llevé una mano a la boca, maravillada. Hacía años que no veía a las hadas reunidas así. Una de ellas, la más pequeña, se percató de nuestra presencia y voló hacia nosotros, con ojos enormes y curiosos.

—Astrid, ¿qué haces aquí fuera del palacio? —su voz era melodiosa, pero en su mirada había una sombra de preocupación.

Sentí el rubor subir a mis mejillas.

—Tuve que salir —respondí, apretando la mano de Elandor—. Él me salvó de una bestia.

Las hadas se miraron entre sí, cuchicheando. Una de ellas, la más anciana, se adelantó. Sus ojos eran profundos, llenos de historias.

—El destino te ha llevado por caminos inesperados, Astrid —dijo, con voz grave—. Pero debes tener cuidado. No todos los humanos son de fiar.

Elandor inclinó la cabeza, con respeto, pero también con una determinación que me sorprendió.

—Prometo protegerla —dijo, apretando los labios—. No le haré daño. Jamás.

La anciana hada lo observó largo rato, como si pudiera ver su alma. Finalmente asintió, aunque no sin cierta desconfianza.

—Muy bien. Pero el bosque tiene sus propias reglas. Si desean salir, sigan el sendero de la luz azul. Solo así evitarán perderse en la niebla mágica.

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