Arion sonrió, su mirada llena de confianza y admiración. Arya sintió un nudo en el estómago; la calidez de su apoyo era reconfortante, pero también la llenaba de culpa. Manipularlo de esa manera le pesaba en el corazón, pero la ambición que ardía dentro de ella superaba cualquier remordimiento. Sabía que debía seguir adelante con su plan; la familia imperial había hecho sufrir a demasiadas personas, y estaba decidida a poner fin a su reinado de terror.
—No puedo dejar que esto continúe —murmuró Arya, con la voz apenas un susurro, mientras sus ojos se encontraban con los de Arion—. No puedo quedarme de brazos cruzados. Arion asintió, comprendiendo el fuego que la consumía. —Lo sé —respondió, su tono grave—. Pero también quiero que estés a salvo. No quiero perderte. La sinceridad en su voz hizo que el corazón de Arya se encogiera. Se acercó a él, sintiendo el calor de su cuerpo, y tomó sus manos entre las su