Gabriela Goldenberg es una joven alemana judía sufre al igual millones más odio irracional de la Alemania . Sabiendo pronto podría morir, planeo junto a varios ciudadanos Alemanes no Judíos, salvar la vida de 1,239 niños y jóvenes ayudándoles a escapar del infernal Gueto de Varsovia, en una acción de valentía y incondicional.
Leer másPOLICÍA JUDÍO... INFIERNO EN EL GUETO DE VARSOVIA
Autor: Fernando Osave
“Desde ese día, primero de septiembre, las bombas lanzadas desde el aire por los soldados alemanes, caían de manera brutal sobre Polonia.
La sorpresa de los ataques tardó muy poco, quizá segundos, en crear pánico entre todos los polacos que no sabían que era lo que estaba sucediendo.
El poderoso armamento nazi estaba causando estragos en la pequeña ciudad de Varsovia.
En pocos minutos estaban siendo destruidos la gran mayoría de los edificios, casas y negocios de aquella ciudad polaca.
Las muertes, por los ataques, ya se contaban por cientos.
El caos era inenarrable, miles de polacos que minutos antes se encontraban en total calma, corrían despavoridos tratando de encontrar refugio. No sabían que era lo que estaba aconteciendo…. ”
Invierno 2009
Nuevamente cae la noche.
Nunca más mis noches fueron iguales desde ese día.
Hoy es una noche más, una noche que me lacera como maldito látigo fulminante.
Odio esta y todas las noches. ¿Pero cómo no he de odiarlas? si sé que siempre, como cada noche, regresaré a ese lugar infernal del que trato de escapar pero no puedo.
Sé, que de manera inconsciente, una vez más volveré a ese sitio que me hace temblar de miedo, que me acobarda, que me atormenta.
Aunque logré escapar del infernal gueto de Varsovia, aún, setenta años después, no he podido salir de él, sigo ahí, le pertenezco.
Desde ese día maldito primero de septiembre, cada noche, al cerrar mis ojos, el olor putrefacto de cadáveres vuelve a inundar mi olfato, vuelvo a ver desfilar a esos bastardos soldados alemanes asesinando sin piedad ni misericordia alguna a miles de judíos. Cada noche, vuelvo a sentir el mismo dolor penetrante en mi vientre por falta de alimento.
Recuerdo, como si no hubiera pasado el tiempo, mis ropas sucias, mis zapatos rotos y mugrosos, mi cansancio, mi hastió, mi penosa cobardía.
Durante mis terribles sueños trato de quitar con desesperación, sin conseguirlo, las malditas moscas que se posan sobre mi rostro después de haber estado entre los miles de cuerpos sin vida que se encontraban tirados en las banquetas y calles del gueto infernal.
Recuerdo con mucho dolor y angustia a mis amigos de la clase, tirados en el patio del colegio, muertos o famélicos, estos últimos, esperando una muerte segura.
Sentí en carne propia el infierno mismo dentro del mismísimo infierno.
¿Cómo olvidar el averno dentro del gueto?
¿Y cómo he de olvidarlo si fui actor protagónico dentro de este pasaje de tiempo denigrante?
Trato de dormir lo más tarde posible y despertar lo más temprano que mi cansancio me lo permite.
Intento dormir sólo lo que mi cuerpo requiere para seguir vivo, que no viviendo, que no existiendo. Nadie podía seguir existiendo dentro de aquellas calles.
Todas las noches despierto envuelto en un baño de sudor que moja totalmente mi almohada.
Por las madrugadas despierto con un grito ahogado y únicamente para darme cuenta que ya no estoy ahí, pero si estoy, sigo estando ahí.
He olvidado presentarme, soy Marcus F. Schneider, soy polaco y soy judío.
Tengo ochenta años, vivo junto a mi esposa en la ciudad de Savona, una pequeña provincia en la región de Liguria, Italia.
Tengo tres hijos y nueve nietos.
Por ellos, por mis nietos, es que me he decidido a escribir este libro. Quiero que algún día conozcan realmente qué es lo que le sucedió al abuelo en aquellos años infernales dentro del gueto.
Setenta años atrás, también era polaco, también era judío, pero tenía diez años y no sabía por qué nos encontrábamos, junto a casi 400,000 judíos más, encerrados en un pequeño espacio de calles de Varsovia, dentro de una chica habitación, con hambre, con frío, y además conviviendo con grandes enfermedades que también nos atacaban sin misericordia.
Hoy, a pesar de lo vivido, pude escribir este libro, y lo pude escribir gracias a dos familias alemanas, una de ellas judía como la mía.
Esas dos familias salvaron de morir en los campos de exterminio a 1,272 niños y jóvenes, la gran mayoría huérfanos que nos encontrábamos deambulando por el gueto, con hambre, con frio y al borde de una muerte segura, ayudándonos a escapar.
Nunca, hasta hoy, he contado esto.
Esta es una historia que la Gestapo (Geheime Staatspolizei ) intentó desaparecer para siempre de los registros históricos.
Esta es mi historia y la de cientos de judíos que sobrevivimos al exterminio gracias a la valentía de seres excepcionales que arriesgaron su propia vida para salvar la de otros.
Esta es la historia de las familias Kunze y Goldemberg y también la de 1,272 judíos que fueron rescatados del odio y de la maldad humana.
Me piden que a partir de mañana entregue esa lista y así todos los días una lista nueva. Todos los días una lista nueva con el nombre de seis mil judíos, ¿te das cuenta de lo que esto significa?Me están pidiendo que colabore para asesinar a nuestro pueblo.Me han amenazado que en caso de no obedecer las instrucciones del gobernador general, yo, junto con mi familia y todos los miembros del consejo judío, seremos los primeros en ser detenidos y enviados a los campos de trabajo terminó diciendo Czerniakow.Adam, al terminar de decir esto, se dirigió a su escritorio, dejó caer pesadamente su humanidad sobre el sillón y sin voltear a ver a los presentes, de manera seria dijo.¡Yo no voy a servirle de faraón de Egipto a los malditos alemanes!, no puedo hacerlo, no puedo seguía repitiendo. Nadie se atrevía a hablar, todas las miradas estaban puestas sobre la humanidad del presidente del consejo judío.Todo
Schmuel se quedó totalmente intrigado. Sintió en ese momento que un hilillo de sangre recorría su rostro. Metió su mano derecha a la bolsa de la gabardina con la intención de sacar un pequeño pedazo de tela para limpiar sus heridas cuando de pronto sintió el bulto que Bruno había dejado en la bolsa derecha de su uniforme.No lo sacó, decidió esperar a que se alejara un poco su acompañante. Schmuel fingió malestar para poder retirarse algunos metros del lugar y con ello, con total tranquilidad revisar lo que el soldado alemán había dejado en la bolsa de su gabardina.Nunca esperó Schmuel lo que encontraría. Después de revisar el contenido se hizo mil y un preguntas.¿Por qué habría hecho eso el soldado alemán?Decidió entonces Schmuel no adentrarse en el tema.En cuanto terminó su labor, se dirigió de inmediato a su pocilga para encontrarse con su padre. Quería darle la noticia de lo acontecido horas antes. Schmuel no se había atrevido a abrir aqué
No se le puede llamar vida a esto, es terrible lo que sucede dentro de estas calles cerradas con ladrillos de odio.La vida dentro de este infierno es, dentro del infierno mismo, un infierno absoluto.Eso es lo que estamos viviendo los judíos padre. siguió diciendo SchmuelMe he dado cuenta que esta guerra no se trata de religión, sino de razas.Tú hoy apenas te has dado cuenta de ello, pero yo, desde el instante mismo en que recorro las calles puedo comprender el odio de los alemanes hacia nosotros los judíos. Piensan acabar con todos nosotros, piensan matarnos poco a poco ¿Qué no te das cuenta?Padre, yo no estoy dispuesto a que por mi cobardía, miles de niños y jóvenes judíos mueran. Seguía con su discurso el hijo ante la mirada atónita del padre y de algunos judíos más que habitaban la vivienda y que salieron intrigantes ante los gritos que surgían de la garganta de Schmuel.-Hoy, padre, he decidido ser valiente, tan va
No se le puede llamar vida a esto, es terrible lo que sucede dentro de estas calles cerradas con ladrillos de odio.La vida dentro de este infierno es, dentro del infierno mismo, un infierno absoluto.Eso es lo que estamos viviendo los judíos padre. siguió diciendo SchmuelMe he dado cuenta que esta guerra no se trata de religión, sino de razas.Tú hoy apenas te has dado cuenta de ello, pero yo, desde el instante mismo en que recorro las calles puedo comprender el odio de los alemanes hacia nosotros los judíos. Piensan acabar con todos nosotros, piensan matarnos poco a poco ¿Qué no te das cuenta?Padre, yo no estoy dispuesto a que por mi cobardía, miles de niños y jóvenes judíos mueran. Seguía con su discurso el hijo ante la mirada atónita del padre y de algunos judíos más que habitaban la vivienda y que salieron intrigantes ante los gritos que surgían de la garganta de Schmuel.-Hoy, padre, he decidido se
Me ha pedido estar aquí a primera hora del día Adam –dijo Gustav.Dígame, en que puedo servirle.Adam se dirigió a un taburete de madera en donde guardaba una botella de coñac, sirvió un poco del licor en una copa de cristal y la tomó de un solo trago.–Soy muy amigo del doctor Alfred Kunze y me ha pedido apoyo para usted y su familia –dijo Adam.FxComo usted bien sabe doctor, estamos en guerra, una guerra muy cruel que ha encontrado en nosotros los judíos el blanco perfecto del odio irracional del presidente alemán.Francia e Inglaterra han declarado la guerra a la Alemania, pero para ser honesto no creo que esto dure poco tiempo. He sido nombrado por los alemanes como presidente del consejo y estoy siendo intermediario entre mi pueblo y ellos.–Eso ya lo sé Adam, –respondió Gustav. Dígame entonces, ¿se ha dado cuenta de lo que está sucediendo en las calles? ¿Se d
Edmund se asomó desde la ventana de su habitación y descubrió a su hermano, dejó en ese momento el rompecabezas que estaba armando y bajo rápidamente al encuentro con Bruno.Al ver al pequeño, el hijo mayor de los Kunze dejó los brazos de su padre y refugió al pequeño en su regazo. Bruno seguía llorando, Edmund no lo hacía, una gran sonrisa pintaba su rostro, se encontraba inmensamente feliz. Minutos después de aquel encuentro familiar, Alfred y Patrizia invitaron al soldado alemán a pasar a la cabaña. Bruno se despojó de su arma, desabrochó su gabardina militar y la depositó sobre el perchero a la entrada de la casa.Patrizia le ayudó a desabotonar su camisa color caqui que distinguía a los miembros de los militares nazis responsables de custodiar a los judíos dentro de los diferentes guetos y campos de concentración esparcidos principalmente en Alemania y Polonia.La mujer se dirigió a la cocina mientras que Alfred se en
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