Arion se detuvo un momento, su mirada fija en el tirano. Arya pudo ver la tensión en su mandíbula, la determinación en sus ojos. Era el líder que Eldamar necesitaba, y ella estaba dispuesta a seguirlo hasta el final.
—Ahora —susurró Arion, y el grupo comenzó a moverse hacia adelante con una resolución renovada. Arya mantuvo su mirada fija en Elandor. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaban lentamente; era hora de hacer justicia por todo el dolor que él había causado. Pero justo cuando estaban a punto de atacar, algo inesperado ocurrió: Elandor levantó la vista y sonrió al verlos acercarse. —Ah, mis queridos traidores —dijo él con desdén, su voz resonando con una confianza inquietante—. ¿Pensaron realmente que podían derrocarme tan fácilmente? La sala quedó en silencio, como si el aire se hubiera congelado. Los nobles se miraron entre sí, la incredulidad pintada en sus rostros. La sonrisa de