Cuando se separaron, Arya sonrió, sintiendo el calor de su abrazo aún envolviéndola como una manta reconfortante. —No puedo creer que esto esté sucediendo —dijo ella, su voz temblando ligeramente, como si temiera que el momento se desvaneciera.
—Es real —respondió Arion, acariciando su mejilla con una suavidad que le hizo cerrar los ojos por un segundo, disfrutando de la calidez de su toque—. Y quiero que sea real para siempre. La noche continuó con celebraciones y danzas, pero Arya y Arion se encontraron a menudo en pequeños rincones del salón, robándose besos furtivos y susurros llenos de complicidad mientras sus corazones latían al unísono. Cada encuentro era una chispa de alegría en medio del bullicio, un refugio donde podían ser solo ellos dos. A medida que pasaban los días, la tarea de reconstruir Eldamar comenzó. Arya y Arion trabajaron codo a codo con los nobles y la g