Pero todo parecía perdido cuando Elandor levantó su espada, su mirada fría y despiadada fija en Arion. La furia del tirano era palpable, y el joven noble sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Hoy terminarás aquí, noble tonto —espetó Elandor, su voz un susurro amenazante que cortaba el aire como un cuchillo afilado. Justo cuando parecía inevitable que la oscuridad se apoderara de todo… Un grito desgarrador resonó por toda la sala, atravesando el caos como un rayo de luz en la tormenta. —¡Arion! ¡No! —la voz de Arya retumbó en sus oídos. Con determinación ardiente brillando intensamente en sus ojos, Arya irrumpió en la sala, empuñando un arma que había tomado de uno de los guardias caídos. Su presencia era como un soplo de aire fresco en medio del desasosiego. La mirada de Elandor se desvió hacia ella, sorprendido y furioso al mismo tiempo. —¿Qué te crees que estás haciendo, traidora? —ru