Contrato de Venganza con mi Ex Millonario

Contrato de Venganza con mi Ex MillonarioES

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Última actualización: 2025-10-16
Carolina Velasco  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Cinco años atrás, Valeria entregó su corazón al hombre equivocado. Leonardo Blake, heredero de un imperio multimillonario, la hizo creer en el amor… hasta que la destruyó con una sola firma. Ahora ella ha vuelto, más fuerte, más fría y con un solo propósito: vengarse. Cuando el destino la obliga a aceptar un puesto como su asistente personal, Valeria ve la oportunidad perfecta para hundirlo desde dentro. Pero lo que no planeó fue que su odio aún temblara cada vez que él la miraba… Ni que Leonardo la recibiera con una sonrisa peligrosa y un contrato nuevo: “Trabajarás para mí tres meses. Después, podrás destruirme… si aún te atreves.” Entre el deseo y la traición, ambos descubrirán que el verdadero poder no está en el dinero, sino en quién logra romper el corazón del otro primero.

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Capítulo 1

Capítulo 1: La Ilusión de Cristal

Hace cinco años.

La alfombra de lana virgen se hundía bajo sus pies descalzos mientras Valeria recorría la terraza del ático, no era solo un ático, era un pedestal de cristal sobre la ciudad que se extendía a sus pies, un universo privado a ochocientos metros del caos neoyorquino, el aire de finales de verano era fresco, pero el calor que sentía en el pecho no provenía de la temperatura exterior, provenía de la anticipación.

Estaba envuelta únicamente en la camisa blanca de Leonardo, una prenda que le quedaba ridículamente grande, con las mangas cayéndole por encima de los dedos, el aroma a sándalo y pachulí que emanaba de la tela era su perfume favorito; era el olor a su refugio, a su futuro.

Leonardo.

Su nombre se sentía como una oración en su mente. Leonardo Blake, el heredero del conglomerado Blake, el hombre que el Forbes y el Wall Street Journal catalogaban como un tiburón sin escrúpulos en los negocios, pero para ella, para Valeria, él era la única debilidad que tenía su corazón, él era la única persona que había visto a la verdadera Valeria más allá del apellido Veras, dueños de la pequeña pero ambiciosa consultora tecnológica, él no solo veía a la empresaria; veía a la mujer ingenua, a la que soñaba con jardines en lugar de salas de juntas.

Se acercó al borde de la terraza, donde una barandilla de vidrio templado ofrecía una vista sin obstáculos de Manhattan, las luces parpadeaban como millones de promesas silenciosas, promesas que ella estaba segura de que él le cumpliría.

Había sido un año frenético, un año de cenas secretas, de viajes improvisados a destinos exóticos y de noches enteras hablando de todo menos de negocios, Leonardo había logrado lo imposible: había derribado todas sus barreras de escepticismo, su frialdad inicial, esa distancia calculada que usaba con el resto del mundo, se había fundido en una intimidad ardiente solo para ella.

Ella no le había entregado solo su cuerpo; le había entregado el mapa de su alma, mostrándole cada herida, cada sueño y él, el gran, inalcanzable Leonardo, había prometido sanarla, reconstruirla.

Había un anillo de compromiso guardado en su joyero, un diamante solitario que esperaba ser puesto en su dedo, no por el precio, sino por lo que representaba: la fusión de dos vidas que, por fin, se encontraban, llevaban meses viviendo bajo esta ilusión, él la llamaba "la prueba de fuego", un período para asegurarse de que su amor pudiera sobrevivir a sus mundos, Valeria ya no tenía dudas; estaba preparada para el fuego.

Una notificación en su teléfono la sacó de su ensueño, era un mensaje de él: "Llego en veinte, prepárate para el postre, Valeria, te lo mereces."

Una sonrisa tonta iluminó su rostro, el postre, él siempre tenía un postre absurdo y caro esperándola: trufas con pan de oro, pasteles de un chef francés que solo horneaba para multimillonarios, o fresas cubiertas de chocolate traídas de Bélgica, pero ella no quería postre, quería a Leonardo, quería la confirmación, la seguridad de ese anillo en su dedo, la promesa que la protegería de todo.

Fue a la cocina a buscar el vino que había enfriado, un Château Margaux del 2004, su favorito, mientras vertía el líquido carmesí en dos copas de cristal de Baccarat, la luz se reflejó en su figura, se sentía hermosa, sentía que pertenecía a ese lugar, a ese hombre.

Cuando el sonido del ascensor privado la alertó, su corazón dio un vuelco, dejó la botella sobre la encimera y se apresuró a recibirlo, lista para saltar a sus brazos y sentir esa fuerza inmensa que siempre la calmaba.

Pero algo era diferente.

Leonardo Blake apareció, impecable como siempre en su traje italiano, con el cabello oscuro peinado hacia atrás, pero no tenía su maletín y, más importante, no tenía la sonrisa de lobo hambriento que ella siempre esperaba, estaba pálido, distante, sus ojos verdes esmeralda, que normalmente la devoraban con una intensidad casi dolorosa, estaban vidriosos y fríos.

—¿Problemas? —preguntó ella, acercándose, con la mano extendida para tocar su mejilla.

Él se echó hacia atrás, apenas un milímetro, pero fue suficiente para que Valeria sintiera el rechazo como un pinchazo de hielo en el pecho.

—Nada que deba preocuparte, Valeria —su voz era plana, sin el ronroneo habitual—. Solo una reunión de última hora que se alargó demasiado, me disculpo.

—No te disculpes —dijo ella, retirando la mano, intentando sonreír—. Solo me preocupaba. ¿Quieres una copa de vino? Lo tengo enfriando.

—No, gracias, necesito una ducha, me siento... contaminado.

Contaminado, una palabra extraña para un simple día de trabajo.

Valeria sintió que la atmósfera se había enrarecido de repente, intentó ignorarlo, atribuyéndolo al estrés de manejar un imperio, pero mientras él pasaba junto a ella, un olor muy sutil, casi imperceptible, la golpeó, no era el sándalo, ni su habitual colonia amaderada, era vainilla y jazmín, un perfume femenino, floral y dulce que se pegaba a su traje.

Su estómago se contrajo, era un olor que no pertenecía a su universo.

—¿Está todo bien con la reunión? —preguntó, tratando de sonar casual, pero su voz era un hilo fino— ¿Era con alguien... importante?

Leonardo se detuvo en el umbral del dormitorio, sin girarse.

—Solo los abogados de la fusión, Valeria, muy aburridos.

Y luego se fue, la dejó sola en el gran salón, con el aroma a vainilla y jazmín flotando como una acusación.

Ella se quedó paralizada un minuto, con el corazón latiendo un ritmo enfermo, no, no, Leonardo no era así, era el hombre que había rechazado a docenas de modelos y herederas por ella, él la amaba.

Se obligó a creerlo y fue a la cocina a recoger la copa, al pasar por el sofá de terciopelo blanco, notó algo fuera de lugar, su teléfono, el teléfono privado de Leonardo, el que solo usaba para llamadas y mensajes personales, estaba sobre el cojín, boca arriba.

Él nunca dejaba su teléfono desatendido, era una de sus reglas cardinales, su arma más preciada, siempre en su bolsillo, siempre bloqueado con su huella dactilar.

La camisa de Valeria se sentía pesada de repente, su piel ardiendo bajo la tela, se acercó lentamente, como si el aparato fuera a morderla, estaba desbloqueado o, más bien, se había desbloqueado con su huella dactilar mientras lo sostenía por reflejo al responder una llamada más temprano, él había olvidado bloquearlo antes de la ducha.

El miedo y la curiosidad eran dos bestias que luchaban por dominarla, “No lo hagas” susurró su conciencia, la parte que quería preservar la ilusión de cristal “Tienes que saber” gritó su alma, la parte que ya sentía la traición en sus huesos.

Agarró el teléfono, su mano temblaba tanto que el cristal crujió en sus dedos, intentó ir a la aplicación de mensajería, pero una notificación reciente, en la parte superior de la pantalla, atrajo su atención como un imán.

Era un mensaje sin leer, de un contacto no guardado, solo un número, pero con un emoji de un diamante.

Entró en el chat.

Respiró hondo, demasiado hondo, el aire se atoró en su garganta.

No eran mensajes de coqueteo, ni de una aventura, eran algo mucho peor, eran fríos, corporativos y despiadados.

[Diamantes]: "El acuerdo se ha cerrado, no puedo creer que te convenciera de firmar el pacto prenupcial, ha funcionado a la perfección."

[Leonardo Blake]: "La ingenuidad es su mayor defecto, su familia confió en mí, nunca dudó de mí, el precio de la consultora Veras vale la molestia de la actuación, solo asegúrate de que el documento de venta se prepare para ser firmado mañana antes de la medianoche, tal como acordamos."

[Diamantes]: "¿Y qué harás con ella después? ¿Seguirás jugando al novio enamorado o puedo tomar mi lugar oficial?"

[Leonardo Blake]: "Ella es solo un daño colateral necesario para la adquisición, una vez que el contrato de compraventa de su empresa esté firmado, se irá, ella ha cumplido su propósito. No necesito más distracciones sentimentales, ocúpate de la logística y no me llames por este asunto hasta que el dinero esté transferido."

Valeria sintió que el suelo se abría bajo sus pies, el sonido de la ducha, que se había detenido en el dormitorio, se convirtió en un eco lejano, no había sido engañada por otro cuerpo, sino por un contrato, su amor no había sido el precio de una noche, sino el precio de una adquisición multimillonaria.

No era solo su corazón lo que él había roto, era su familia, su legado, su vida entera era una "distracción sentimental" para completar una hostil compra a través de la vía más fácil: la confianza.

"El precio de la consultora Veras vale la molestia de la actuación."

La frase se grabó a fuego en su alma, recordó cada beso, cada palabra dulce, cada momento de vulnerabilidad, todo había sido un teatro, un papel que él interpretó para conseguir la firma de su padre, su socio, y de ella misma, la heredera.

La camisa de Leonardo, que antes olía a refugio, ahora olía a traición, se la quitó de un tirón, dejando la tela inmaculada tirada en el suelo como si fuera veneno.

El teléfono seguía encendido en su mano, con una calma aterradora, Valeria lo dejó sobre la mesa de café, asegurándose de que el mensaje seguía visible, no iba a confrontarlo gritando, él la vería llorar, la vería rota, y eso sería otra pequeña "molestia" en su plan.

Pero el juego había cambiado.

Si él quería una adquisición, obtendría una, si él la había usado como medio para un fin, ella se aseguraría de que ese fin fuera su ruina.

Dio media vuelta y caminó hacia la puerta del ascensor, sin mirar atrás, su vestido de cóctel de seda, que había dejado colgado en el armario, se sentía como una carga, no podía quedarse, tenía que irse, tenía que salvar lo que quedaba de su vida y, sobre todo, tenía que planificar una venganza que fuera tan fría y despiadada como la mirada que él le había dedicado al entrar.

Al llegar a la puerta, se detuvo y miró a través del salón hacia el dormitorio donde Leonardo se duchaba, inconsciente del apocalipsis que acababa de desatar, su pie descalzo golpeó algo duro: un pequeño estuche de terciopelo.

El anillo de compromiso.

Él lo había dejado en el salón, listo para la "propuesta" de mañana, la última parte de su "actuación".

Valeria lo recogió, lo sostuvo bajo la luz, la joya brillaba, hermosa y letal, en lugar de tirarlo, hizo algo más calculador.

Lo dejó en la mesa, justo al lado del teléfono desbloqueado, un pequeño mensaje de texto, sin enviarlo, en la aplicación de notas.

"El espectáculo terminó, Leonardo. Nos vemos en cinco años."

Pulsó el botón de descenso, mientras las puertas de acero se cerraban, Valeria no lloró, no gritó, se prometió una sola cosa a sí misma, con una frialdad que jamás había conocido: la destrucción no sería el daño colateral, sería el objetivo.

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Capítulo 1: La Ilusión de Cristal
Capítulo 2: La Firma Destructiva
Capítulo 3: El Regreso del Acero
Capítulo 4: El Regreso del Acero
Capítulo 5: El Factor de la Escasez
Capítulo 6: La Última Conexión
Capítulo 7: El Primer Encuentro Hostil
Capítulo 8: El Cronograma del Depredador
Capítulo 9: El Factor de la Escasez
Capítulo 10: El Servidor Doméstico
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