Día uno. 1:00 PM.
Valeria no había almorzado, el café negro, idéntico al que bebía su empleador, era su único combustible, la eficiencia inhumana que había impresionado y perturbado a Leonardo Blake era simplemente el estado natural de la Doctora Serrano: una máquina de cálculo programada para la destrucción.
El falso cumplido de Leonardo sobre el informe de Taipei ("excepcional") y su intento de sonsacarla con el comentario sobre el dinero solo habían confirmado una cosa: él estaba alerta. Había reconocido la chispa de la genialidad, pero no había asociado el fuego con la ceniza de su pasado, la máscara de la ambición funcionaba.
Ahora, con Leonardo fuera para su reunión con el "Sr. J" (el misterioso contacto que no existía en ninguna lista ejecutiva), Valeria tenía dos horas cruciales para su primer acto de guerra de inteligencia.
Se sentó frente a la matriz de monitores, que le ofrecían acceso total al ecosistema digital de Blake Capital, su objetivo: los dos puntos de anclaje que