El Reloj de la Quietud

Tiempo: Cuatro años y siete meses y tres días después del Nuevo Comienzo.

Lugar: Núcleo de Análisis, Instalación de Máxima Seguridad, Montana.

Valeria estaba sentada en su estación de trabajo. La calidez de la certeza moral, producto de su acto final de bondad anónima, se había asentado en su espíritu. Ya no era una emoción transitoria, sino una constante de fondo en su sistema operativo interno. Había alcanzado el silencio total: el conflicto interno había cesado, y el juicio externo (Thorne y la prensa) era irrelevante.

La hora era el preludio del alba. El Núcleo de Análisis, diseñado para ser un búnker subterráneo, tenía una sola característica de diseño que rompía el aislamiento: la línea de horizonte visible a través de la única ventana de cristal blindado que daba al este.

Valeria detuvo el flujo de código. Se reclinó en su silla, girándola lentamente para mirar hacia el cristal. Era un gesto que no se permitía con frecuencia, pues rompía la disciplina bin