(Punto de Vista de Luna Mancin)
La fortaleza estaba decorada para Navidad, pero no con luces baratas: guirnaldas de acebo real traídas de Calabria, velas rojas en todas las ventanas y un árbol de tres metros en el salón principal que Anya y los chicos habían cortado ellos mismos en los bosques de Luca De Luca.
Hoy llegaban los calabreses para la cena anual de Navidad.
Y con ellos venía Gia De Luca.
El pacto de sangre que papá y Luca firmaron hace dieciocho años tenía una cláusula que todos recordábamos perfectamente: cuando naciera el heredero o heredera Mancini, se prometería en matrimonio con un De Luca para unir para siempre las dos familias.
Yo era la heredera.
Y Gia, la única hija soltera de Luca, era la prometida.
El problema: Gia tenía veintinueve años, era abiertamente lesbiana desde siempre, y yo… yo acababa de besar a Killian Drakov en un acantilado y no podía sacármelo de la cabeza.
Pero el pacto era sagrado.
Y nadie lo había roto nunca.
La cena empezó a las ocho.
La mesa l