(Punto de Vista de Catalina)
El vídeo ya llevaba 987.412 reproducciones cuando el sol se puso sobre Sicilia.
Yo estaba sentada en el borde de la piscina infinita, con los pies colgando en el agua turquesa y una copa de prosecco sin alcohol (por el bebé), viendo cómo los números subían en tiempo real en la pantalla gigante que Dario había mandado instalar en la terraza “para motivar al equipo”.
Dario, por supuesto, estaba orgulloso como un pavo real.
Llevaba una camisa hawaiana abierta (sí, hawaiana, la había encontrado en un cajón de los noventa y decidió que era “irónica”) y un puro encendido mientras bailaba una especie de twist ridículo cada vez que el contador saltaba mil visitas más.
—¡Novecientas noventa mil! ¡Vamos, gente, que ya casi llegamos al millón! ¡Quiero veros compartir, cabrones! —gritaba al cielo como si pudiera oírle todo internet.
Yo lo miraba con una mezcla de amor y ganas de ahogarlo.
—Dario Mancini, eres la persona más narcisista que ha parido una madre.
—Y tú la