La Verdadera Luna es Mi Hermana
Antes del rito de marca, el alfa, Anderson Muñoz, quien sería mi pareja, anunció en el antiguo altar a todos que su verdadero amor, Leah López, sería su Luna. Bajo la tenue luz de la luna, él le sonreía, abrazándola con ternura, mientras decía:
—Según la tradición, solo la pareja reconocida por toda la manada será mi Luna. Aunque Irene será la marcada, es solo una amante.
Con las mejores bendiciones de los mayores, llevaron a cabo el juramento y la coronación bajo la presencia de la Diosa Luna, se besaron y tuvieron relaciones con vívida pasión. Yo, que había presenciado todo el proceso, agendé muy decepcionada un aborto para acabar con aquella farsa.
Yo había amado a Anderson fielmente durante doce largos años, desde que tenía solo dieciocho años. Pero, a mis treinta, él seguía amando a mi hermanastra, Leah. Por lo que había llegado el momento de abandonar aquella relación sin sentido.
Habiendo cortado el vínculo entre nosotros, me fui de la ciudad hacia la Isla Nieve, un lugar lejano y secreto, dejándole a Anderson un acuerdo de ruptura de compromiso y un «regalo» de despedida.
Sin embargo, cuando desaparecí de su vida, Anderson, que no me había prestado atención durante tantos años, perdió el control a razón de su gran tristeza…