Después de llevar una vida siendo acosada por su propia familia, Natalia sufre un accidente en el cuál termina perdiendo la vista y al hombre que amaba, lo que ella no sabe es que ese suceso la llevará a descubrir una verdad que ella ha estado ocultando en su propia mente, pero también descubrirá que el destino le tiene una gran sorpresa.
Leer másCAPITULO 1: EL INICIO DE TODO.
Sumergida entre sus pensamientos trayendo a su mente aquellos recuerdos agradables que la llenaban de vida, momentos en los que sentía que en algún determinado tiempo las cosas podrían cambiar a su favor, anhelando poder escapar finalmente de esa vida, de su familia.
Pero al final nada salió como ella lo esperaba, ahora se encontraba sumergida en un mundo lleno de oscuridad, donde su única luz eran los recuerdos del hombre que amo y que aún sigue amando con todas sus fuerzas.
Sus lágrimas comienzan a salir por el dolor, la rabia y la impotencia de no poder hacer nada debido a su condición, la cual fue provocada por su propia familia, quienes gracias a su ambición acabaron con la vida de una persona maravillosa dejándola a ella ciega y sin poder valerse por sí misma.
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La vida de Natalia siempre fue un infierno al lado de aquellos que se supone debían cuidarla y protegerla, pero todo empeoro cuando la empresa de su padre comenzó a irse a la quiebra, esté busco inversionistas por todas partes, pero nadie deseaba ayudarlo hasta que él apareció, un hombre misterioso que decidió invertir, pero a cambio de un matrimonio con su hija más preciada.
Todo era felicidad, la familia Madisson estaba llena de dicha y esperanzas, por fin volverían los lujos a los cuales estaban acostumbrados sin tener que aparentar ante los demás. Sobre todo, Bianca, la hermana menor de Natalia, la cual al enterarse de la noticia se sintió orgullosa, levantando su mentón con arrogancia porque en su interior sentía que eso era lo que ella merecía, un hombre adinerado que la llenará de lujos y la tratará como su Reina.
No se podía negar que Bianca era toda una belleza a comparación con su hermana Natalia, quién era poco agraciada, y su forma de vestir informal no ayudaba mucho a que los atributos de está fueran revelados, al menos eso era lo que ella pensaba, por esa razón su madre nunca salía con ella, además, Natalia tampoco podía hacer mucho con lo poco que sus padres le brindaban, al contrario de su querida hermana, quién siempre era perfecta.
Pero todo cambió el día que conocieron al hombre que sería el afortunado de llevarse a la más hermosa joya de los Madisson. Ese día Bianca lloró e imploró a sus padres no casarse y ellos por complacer a su princesa adorada ofrecieron a Natalia como cualquier mercancía.
- No, me niego rotundamente. – Natalia no podía creer lo que su padre le decía, realmente la odiaban tanto como para entregarla a un hombre que podría ser su padre. – Papá, por favor también soy tu hija.
- Ay, ya deja el drama, tampoco es para tanto, tampoco es que seas tan hermosa como para conseguir a alguien mejor. – Para Lourdes era imposible aceptar que su preciosa hija se casará con un hombre como ese, sobre todo cuando tenía ella tenía grandes oportunidades de encontrar a un buen partido de su edad.
– Además, el contrato ya está firmado y el nombre que aparece allí es el tuyo.
- ¡No pueden hacerme esto! – Natalia mira a su padre suplicante pero simplemente es ignorada. -
- No entiendo de que te quejas. No eres más que… - Bianca no termina de hablar al ser interrumpida por el fuerte grito de su padre. -
- ¡Basta las dos! – El padre de ambas trata de imponer su autoridad al ver como la conversación se está encaminado a un tema completamente diferente. - Compórtense como las señoritas que son. Bianca, respeta a tu hermana si no quieres que me retracte de mi decisión. – De inmediato dirige su mirada hacia su hija mayor - Natalia, la próxima semana te casarás con el Sr. Rogers.
- No puedes obligarme a hacerlo. – Natalia no puede evitar sentir frustración e impotencia al saber que está vez tampoco será protegida por su padre. - ¿Porque me odias tanto?
- Lo harás, así tenga que llevarte amarrada y es una orden.
La expresión en el rostro de su padre no muestra ningún tipo de afecto, algo que la hace sentir más triste, sin embargo, ella no puede rendirse, sale del despacho llena de ira, preguntándose si realmente pertenece a esa familia.
- Sabes que siempre me salgo con la mía. – Al levantar su mirada se encuentra frente a su hermana, no recuerda en qué momento salió del despacho, pero por lo visto no piensa dejarla tranquila. – Personas como tú, siempre estarán aquí. – Señala el suelo donde ella está de pie. – Por debajo de mí, y no sabes cómo disfruto verte de esa manera.
- No siempre te va a durar tu máscara, algún día todo lo que haces se te vendrá encima como una avalancha, y yo disfrutaré verte caer.
- Jaja, no querida, para eso estás tú, para ser mi escudo. – Bianca sonríe con malicia, mientras da media vuelta para alejarse. -
- Eso nunca más volverá a suceder. – Las palabras de Natalia no fueron escuchadas por su hermana, pero ella realmente estaba determinada a no cumplir con el mandato de su padre.
Continuo su camino hasta llegar a su habitación, al estar boca abajo sobre su cama miles de pensamientos se aglomeran en su mente al recordar con era la relación con su familia antes, aunque el trato con su madre nunca ha sido el mejor, por lo menos con su hermana había tenido una buena relación, siempre la apoyaba y defendía en la escuela, y aunque terminaba metida en muchos problemas por su causa y era castigada, a ella realmente no le importaba porque estaba cuidando de su hermana, por lo menos eso era lo que ella creía; pero tarde se dio cuenta de que todo había sido un vil engaño, después descubrir que solo era un títere manipulado a su antojo, algo dentro de ella se rompió y fue cuando conoció la verdadera naturaleza de Bianca, pero que ante los demás mostraba ser una niña inocente.
Después de mucho pensar y llorar, decide levantarse y salir a tomar un poco de aire fresco para así poder despejar su mente y pensar con más claridad.
Toma su pequeño bolso y sale de su habitación, al bajar las escaleras se encuentra con su madre y hermana felices festejando, al darse cuenta de su presencia la miran con desdén y comienzan a reír como si hubieran logrado una gran victoria.
- Hermanita, ven y celebra con nosotras. – Levanta una copa en sus manos para entregársela a ella. -
- Tengo mejores cosas que hacer. – Natalia decide continuar con su camino antes de que la saquen de sus casillas, pero su madre le vuelve a hablar. -
- No seas desagradecida, pronto vivirás como una reina.
Sin dudarlo ni un segundo más sale de la gran mansión sin detener sus pasos mientras contiene las lágrimas, pero antes de poder llegar a su auto se encuentra con su padre quién al verla se detiene un instante y vuelve a caminar, y justo al pasar por su lado le habla.
- Pronto me agradecerás lo que estoy haciendo por ti. – El tono de voz de su padre era cauteloso y con un toque de resignación, pero Natalia descarto ese sentir de inmediato. -
- Jamás podré agradecerte el que me vendas como cualquier mercancía.
Sin más continuo su camino hasta abrir la puerta de su auto, pero antes de entrar en él se da media vuelta observando la gran mansión en la cual desde hace mucho tiempo no es feliz, la fría brisa de la noche golpea su rostro trayéndola de nuevo a la realidad, sus lágrimas amenazan con salir, pero las retiene al recordar que debe ser fuerte para encontrar una solución y la mejor manera es pensando con cabeza fría.
Al llegar al único lugar en el cual se puede sentir segura, puede ver que el auto de su amigo se encuentra allí, así que se baja de inmediato y sube hasta su apartamento, antes de tocar la puerta puede escuchar una conversación, unos pasos se acercan así que decide alejarse y quedarse a una distancia prudente.
Al pasar unos pocos segundos da la vuelta y al no escuchar nada decide tocar la puerta, ante ella se presenta su amigo con el torso desnudo lo que la hace sonrojarse un poco, pero de inmediato se recompone al recordar porque es que esta allí.
El día amaneció con sol y olor a pastel horneado. La casa entera vibraba con esa alegría infantil que no necesita decoración costosa ni invitados importantes, solo amor, y la presencia de los seres que amamos.Violet fue la primera en despertar. Caminó en silencio hasta la cocina, donde la luz dorada del sol comenzaba a entrar por la ventana. Tenía entre las manos un paquete envuelto en papel celeste, cuidadosamente atado con un lazo blanco.Era más que un regalo, era un gesto de amor, una promesa, una forma de decir, “soy tuya también.”Amelie despertó poco después, con los ojos aún entrecerrados y el cabello revuelto.— ¡Feliz cumpleaños, mi amor! — Le susurró Violet, sentándose a su lado en la cama.— La niña la miró, medio dormida. — ¿Ya es hoy?— Ya es hoy. Tu gran día.— ¿Y estás aquí?— Estoy. — Dijo, acariciándole el cabello —. Y no me voy a ir.— Amelie sonrió, hundiendo el rostro en su pecho. — ¿Entonces puedo abrir mi regalo?Violet le entregó una pequeña caja, Amelie lo ab
El viernes comenzó con una frase inesperada “¡Necesitamos escapar!” Amelie gritó desde la cocina, con los brazos en alto y una cucharada de cereal aún a medio camino. Violet la miró desde la cafetera, mientras Emiliano, desde la mesa, alzó una ceja.— ¿Escapar de qué?— ¡De la rutina! — Respondió Amelie —. Lo dice la profe, las familias necesitan tiempo para desconectarse o se vuelven aburridas. ¡Y yo no quiero tener una familia aburrida!Violet rió, y Emiliano se llevó una mano a la boca, conteniendo la carcajada.— Tiene lógica. — Dijo Violet, fingiendo pensarlo —. ¿Y qué propone la señorita directora de aventuras?— ¡Una noche fuera! — Anunció Amelie—. En una cabaña. Con mantas, películas, juegos y chocolate caliente.Esa misma tarde, salieron de la ciudad. Nada estaba planeado, sólo llevaron una maleta pequeña, abrigos, y la dirección de una cabaña rodeada de bosque y silencio, a solo un par de horas.Cuando llegaron, el aire olía a pino y tierra húmeda. La cabaña tenía lo justo y
La jornada laboral de Violet había transcurrido normalmente, hasta que dejó de serlo. Violet estaba saliendo de la empresa cuando una voz seca, familiar, helada la detuvo en el estacionamiento.— Vaya… pensé que me evitarías para siempre.Su mundo se detuvo, y sus dedos se congelaron sobre la manija del auto. Tardó dos segundos en darse la vuelta, pero al hacerlo, ahí estaba. Él, Elliot.El hombre que una vez le prometió quedarse, el que la dejó justo cuando una vida crecía en su vientre. Aquel que no volvió ni a preguntar. Su apariencia era la misma de siempre, impecable, exitoso… vacío.— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Violet, sin ninguna emoción. Como si su corazón hubiera hecho una armadura en un segundo.— Me enteré de que trabajas en esta empresa. Tenía una reunión con un inversor… pero no sabía que continuabas aquí. Me sorprendió verte. Te ves bien, diferente.— Estoy bien. Diferente — Repitió ella, con el tono cortante.— Elliot dio un paso hacia ella, suavizando la voz. — Vi qu
El lunes por la mañana, en la oficina, las luces aún no estaban todas encendidas y el pasillo se sentía más frío que de costumbre. Violet, puntual como siempre, avanzaba con su carpeta bajo el brazo, lista para iniciar la semana. Pero al llegar a la puerta de la sala de juntas, se dio cuenta de inmediato. Emiliano no estaba, y eso era algo extraño.Revisó su celular, y encontró solo un mensaje, enviado a las 4:17 a. m.“Parece que el resfriado me ganó, por lo tanto no podré asistir el día de hoy a la oficina. Amelie ya está en casa de mis padres. No quería que se contagiara. Si algo urgente sucede, estoy disponible… aunque la fiebre me odie.”No había drama en el texto, ni queja, ni súplica. Solo ese tono seco que tienen los que están acostumbrados a no molestar a nadie con su malestar.Violet leyó el mensaje dos veces. Después dejó el celular sobre la mesa, y se quedó de pie por un momento, en su rostro se reflejaba la duda, y la lucha interna por hacer lo correcto. Sintiendo esa mol
El cielo del sábado estaba limpio, con un sol tibio y una brisa que olía a pasto recién cortado. Emiliano estaba en la cocina, preparando una canasta con frutas, jugo, y el infaltable bizcocho de canela. Amelie revoloteaba a su alrededor, cantando bajito y con una sonrisa que no cabía en su carita.— Papá, hoy será el mejor día. Vas a ver.— ¿Y eso por qué?— Porque la voy a invitar. — Dijo, como si la respuesta fuera evidente.— ¿A quién?— A Violet. — Soltó con naturalidad —. Vamos a hacer un picnic en el parque. Ya lo decidí. Necesita ver árboles, no solo papeles.— Emiliano sonrió mientras partía una manzana. — ¿Estás segura de que ella querrá estar allí?— No. —admitió Amelie —. Pero eso no significa que no deba intentarlo.Horas después, Violet estaba saliendo de la oficina, libre por primera vez en semanas. No tenía reuniones, no tenía informes que revisar. Solo había… silencio. Hasta que su celular vibró con una notificación. Un mensaje.De Amelie.“Estamos en el parque con pa
Una mañana, mientras Violet revisaba informes en la oficina, encontró una hoja doblada con un pequeño corazón pintado en la esquina. El mensaje decía:“Hoy papá tiene una reunión larga. ¿Quieres venir a casa conmigo? Puedo enseñarte a hacer chocolate con malvaviscos. No es perfecto, pero calienta el corazón. Solo si quieres.No tienes que hablar mucho. Yo a veces tampoco tengo ganas.”Violet sostuvo la hoja entre los dedos, mirándola como si fuera una trampa disfrazada de ternura. Por un momento pensó en rechazarla, luego en ignorarla. Pero al final, simplemente guardó la nota en su bolso. La invitación no fue directa. Amelie jamás obligaba, solo abría la puerta.Y ella, sin pensarlo más, aceptó.A las cuatro en punto, estaba tocando el timbre de la casa. No llevaba flores, ni dulces, ni una sonrisa. Solo sus zapatos impecables y el gesto neutro… pero menos afilado que de costumbre.Amelie abrió la puerta con una bata de cocina más grande que ella.— ¡Puntual! — Exclamó—. Eso me gust
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