¿Un matrimonio por obligación? No estamos en la época victoriana donde hombre debe cumplir por robarle la virtud a una mujer. No, ya no estamos en ese tiempo, entonces ¿por qué nos casamos?, lo cierto es que tenemos un matrimonio envuelto en intrigas, celos y venganza. Todo eso son motivos para que no haya cabida al amor… o tal vez, es un medio extraño para que crezca. María Joaquina no lo quiere volver a ver, no soporta un maltrato más a su integridad… César Luis no quiere perder lo único importante que siempre ha tenido, su familia, aunque no supo demostrarlo. Ahora que ha regresado serán la familia que siempre quiso tener desde jóvenes. Dos almas gemelas que, por las intrigas, malos entendidos, suposiciones y orgullo arruinaron nueve años de sus vidas hasta el punto de llegar a ignorarse. Los celos ciegan, las intrigas destruyen y el amor… El amor restaura.
Ler maisSe estaba demorando César, debí comentarle sobre nuestro aniversario, pero quería darle una sorpresa y no se acuerda de ella, lo espero con una cena romántica. —miré el reloj, tomé el celular, ¿debería marcarle? —. No era tan tarde, apenas eran las nueve de la noche, hace un par de horas hablé con él y me dijo que seguiría en la oficina.
Escuché abrir la puerta del garaje. Sonreí por los nervios, ya era tiempo que vuelva a tocarme, por más que… no importa ahora, la idea era salvar nuestro matrimonio. Era lo único importante.
Nuestra intimidad era poca, siempre ha sido así desde que nos casamos… Supongo debía ser por su problema. No sé si casarnos por lo sucedido fue la mejor decisión. —negué, tenía que alejar mis inseguridades—. Bajé las escaleras, nuestros hijos los había dejado con su tía Patricia, mi hermana se ofreció a cuidarlos para pasar nuestra noche.
—¡María Joaquina! —llamó, debía extrañar la ausencia de los niños, los cuales no fueron corriendo a saludarlo.
—Hola, ¿qué tal el trabajo?
Puso su maletín en el vestíbulo al ingresar por el garaje, no se quitó la chaqueta y me sorprendió que no se cambiara los zapatos, en las noches siempre lo hacía. Sonreí como una tonta, eso quiere decir que sí se acordó y piensa invitarme a salir. Miles de hormigas salieron a bailar en mi estómago, caminaban de un lado al otro, hace tanto que no salimos como una pareja de esposos, bueno, desde la universidad no lo hacíamos.
—Hola, ¿dónde están los niños? —Se dirigió a las escaleras—. Vengo a cambiarme, el trabajo no ha terminado, tengo cena con unos clientes.
El pecho se me comprimió, sentí pena conmigo misma, yo había imaginado… Cálmate, cálmate, respira María Joaquina.
—Los niños se fueron con la tía y… una cena, ¿a esta hora?
Lo seguí hasta la habitación, ya tenía el pecho tan recogido, aunque… no me extrañaba, él nunca se había acordado de nuestro aniversario de bodas, y de noviazgo… «Ja», jamás lo fuimos de manera oficial. Una noche de alcohol fue el causante de nuestro matrimonio, eso acabó con esa linda amistad o no… no pienses en eso, no era el momento de quejarme.
—¿Algún motivo especial para que Patricia se los llevara?
A pesar de los años no había logrado ser indiferente ante su desinterés con nuestro matrimonio, era difícil aceptar que el amor de tu vida te ignorara y por más que tratara de comprenderlo por su problema, no dejaba de doler cada desprecio.
» Debo ponerme el traje gris, el último que me compraste con las mancornas de oro.
—Es una reunión importante, ¿puedo acompañarte?
¡Es que no se daba cuenta lo arreglada que estaba!, pasé horas buscando el mejor vestido para la noche.
—No, son inversionistas estadunidenses, no eres buena con el idioma.
Me puse roja, sé muy bien hablar inglés, desde niña, además viví un año de intercambio después de graduarme del colegio, comprendió su metida de pata.
» María Joaquina, te aburrirías escuchar hablar de finca raíz y los proyectos que tenemos en la constructora. No es un tema en donde puedas aportar, estudiaste psicología, y tampoco la ejerciste.
Apreté los labios, tenía tantas ganas de llorar, le di la espalda, saqué las mancornas del cajón donde guardaba sus cosas, también saqué el reloj a juego y el traje… «Era una reunión de negocios en la noche y se iba bien presentado». Tranquila, si él tiene problemas para… No te engañará, no se expondrá a que hablen de su virilidad, era muy orgulloso.
Mi marido era un hombre normal, no tiene una gran belleza, eso sí, era atlético, tenía su, no sé qué muy varonil, además se vestía y olía muy bien, era alto, le gustaba trotar todos los días, eso lo mantenía con un físico apetecible.
A diferencia de mí, odio hacer ejercicio, voy al gimnasio y nado, eso hace que no tenga tanta celulitis, aunque según mi esposo poseo millones. Salí de la habitación, me senté en la sala, lo escuché bajar las escaleras, tomar las llaves y desde el pasillo del garaje gritó.
—Llego un poco tarde, mañana ve por los niños temprano, recuerda que Julián tiene entrenamiento de tenis en el club. ¡Ah!, se me olvidaba, tenemos una reunión familiar en la finca de mis padres.
No se había subido al auto cuando las lágrimas corrían por mi mejilla. Nueve años… nueve años casada y no había logrado que me amara, o que tomara valor para enfrentar el problema de fondo en nuestra relación. La falta de amor, eso era lo que debe pasar.
César nunca o en algún momento dejó de amarme, algo pasó cuando jóvenes y lo jurado entre los dos se desvaneció. Sin duda algo pasó entre nuestra juventud y la razón de nuestro matrimonio. Y eso marcó lo que no me atrevo a preguntar.
Me serví una copa de vino, la tomé sorbo a sorbo mientras las lágrimas seguían saliendo, ¿así serán los matrimonios?, me levanté. Pasó al lado del comedor, ni siquiera preguntó por la decoración visible en la mesa. Apagué y guardé los candelabros, recogí los platos, al escuchar movimientos en la cocina apareció Carmen, ella en silencio terminó de recoger todo.
—¿No piensa comer, señora Maju? —fingí una sonrisa.
—No tengo hambre.
—Vaya a dormir, yo me encargo de guardar todo, mañana les caliento la comida, a los niños les gustará.
—Sí, hasta mañana Carmen, descansa y disculpa por tenerte a estas horas despierta.
—No hay problema.
La dejé, Carmen, llevaba seis años con nosotros, era una persona mayor, tenía a cargo a los otros empleados. Mis hijos la adoran y en muchas ocasiones era quien me había visto llorar. Solo ella sabía la realidad de mi matrimonio, a la familia no les he dicho nada, no gano nada al preocupar a mis padres o indisponerlos con César.
Tampoco lo sabía la familia de él, ellos nos ven como un matrimonio perfecto, no saben cuán deteriorada era nuestra unión. Llegué a nuestro cuarto, fui directo al espejo, no me veía mal, tal vez no sea una mujer de portada, pero mal tampoco estaba, me quité la gabardina, debajo tenía un bello vestido azul turquesa, ceñido al cuerpo.
Me cambié de ropa, me puse mi bata de seda. Recordé el comentario de mi hermana hace tres días cuando fue mi compinche al acompañarme en busca del vestido y la ropa íntima. Debía darme vergüenza, era una cobarde. «Me alegra mucho la intimidad que tú tienes con César a pesar de los años. Compras mucha lencería, hermanita».
Vaya mentira la que he creado ante los ojos de la familia, prefiero eso a dejar ver mi vulnerabilidad, a mi actual de tonta, eso de pobre mujer sufrida no quiero tenerlo. Si sufro, pero solo yo lo sé. Tampoco deseo poner al descubierto la falencia de César. Me acosté, eran las once de la noche y aún no llegaba. Logré dormir, a eso de las dos de la madrugada seguía sin llegar.
Los ruidos en el cuarto me hicieron encender la luz de la mesa de noche, eran pasadas las tres. «Es obvio que no estaba en ninguna reunión de trabajo», pero no creo que haya intimado con una mujer… saca esas ideas de la cabeza.
—¿Se extendió la reunión?
Lo vi cambiarse de ropa, el corazón lo tenía anestesiado. Sin embargo, en mi cabeza le grité, le di dos cachetadas, lo insulté, y lo imaginé con una voluptuosa mujer que de seguro se encontraba con él. Tranquila, si a ti no te busca, menos irá con otra. «Ilusa», últimamente la voz de la conciencia no dejaba de acribillarme por idiota.
—Tengo sueño María Joaquina, tenemos un desayuno en el club. —Se acostó, suspiré.
—César, ¿puedo abrazarte?
«Estúpida, ¿qué es lo que mendigas?» Un poco de afecto, aunque sienta pena al reconocerlo, y me avergüenza aún más decir que mi esposo desde la concepción de Samuel no me tocaba, no hacíamos el amor, han sido pocas las veces que hemos intimado y… asumo por su problema de impotencia se abrió un abismo entre nosotros y sus arrebatos sexuales habían sido contados.
—Estoy cansado, y te recuerdo, tenemos un desayuno para un tema a tratar en el club.
Me miró con algo de fastidio antes de apagar la luz de la lámpara.
» ¡Ah!, la reunión es con nuestros amigos, ya sabes cómo vestirte para la ocasión. Llama a tu hermana y dile que se quede con los niños hasta el mediodía, pasaremos por ellos de camino a la finca de mis padres que nos esperan para el almuerzo, Alis tiene una gran noticia por contarnos.
A él no le gusta participar en esas reuniones, mientras que a mí sí, él cambiaba un poco cuando nos reuníamos con ellos. Me dio la espalda, acerqué un poco mi rostro y un perfume diferente al suyo invadió mis fosas nasales. No aguanté, salí de la cama encerrándome en el baño, tomé una toalla, cubrí mi boca para ahogar los gritos, y poder desahogarme. ¡Huele a perfume de mujer!, ¡César había estado con una mujer!
Al calmarme un poco lavé mi rostro, salí del baño y me acosté mirando su espalda, ya dormía profundo, emitía ese leve ronquido, me acerqué de nuevo y sí, huele a mujer, «te lo dije», sé que no me fue infiel… «Sigue con los ojos vendados». ¿Y si le dio un arrebato sexual? Yo no estaba con él. ¿Qué era lo que pensaba?, como una idiota besé su espalda y me quedé dormida.
Lo que me agrada cada mañana era el modo, en cómo amanecíamos abrazados, siempre era él, quien rodeaba mi cintura, siempre me aferraba a su cuerpo. Despierto antes, y no me muevo hasta que él lo hacía.
Era el único momento de intimidad, salvo por los arrebatos eventuales que le daban. Me aferraba a un simple abrazo, a un roce sutil de mi parte por sus fuertes brazos, y tan enferma me encontraba que muy seguido solía levantarme humedecida. «Vaya autoestima».
El despertador sonó, la reunión en el club era a las ocho, pero aún era temprano, lo apagó y se acurrucó más a mi costado, volvió a aferrarme y nos quedamos dormidos. Un leve rayo de luz me trajo a la realidad…
—¡César, el desayuno!
La fiesta de fin de año la íbamos a hacer en la finca de mis padres que tiene más habitaciones que la de mis suegros, habíamos invitado a mis amigos cercanos. Los Kozlov cancelaron y por justa razón, Alexey Kozlov llegó a la familia hace dos días, Vladímir no se lo cree, mi prima y Nadina están felices. Yo en mi sexto mes de embarazo. Llegamos ayer a Melgar, a mis padres les encanta tener la finca llena, cuando les pedí permiso para hacer una gran fiesta de fin de año porque este año fue un sinsabor, un año de dolor y enseñanza. Por eso queríamos despedirlo con la gente que apreciamos. Ellos están felices al igual que mis suegros. Me traje a Carmen, la necesito infinitamente, sobre todo por su ayuda con los niños, ya con la barriga no es lo mismo. Y a Socorro porque ahora hace parte de nuestro grupo, también me ayuda con la logística del evento, en este momento asignamos las habitaciones por familia para los que me confirmaron asistencia. —Señora Maju, quería contarle, anoche David
El matrimonio de Benjamín fue por lo civil, no podía por la iglesia, ya que su primer matrimonio fue de esa manera. Todos estábamos en la finca de Aurelio que era inmensa y preciosa. Estallamos en aplausos cuando el juez dijo, puedes besar a la novia.La fiesta fue llanera, sencilla, había comida para tirar pa’ el cielo, Maco se movía mucho en mi vientre, así le decimos las personas que no están de acuerdo con el nombre que César Luis Abdala Villegas quiere ponerle, ya desistí. Mientras la gente bailaba a mi lado llegó Santos, lo abracé fuerte, acarició mi barriga.—Entonces es una niña. —Mi hija seguía moviéndose.—Sí. María Constanza o Maco como le quieras decir.—Maco se escucha feo, no permitas que le digan así, su nombre, aunque no es tan común, no es feo, la bebé pateó y como él tenía la mano en mi barriga la sintió.—¿Cierto, muñeca?, María Constanza en lindo.—Es nombre de vieja, al igual que el mío. ¿Cómo va todo? Veo que ya acabaste con las sesiones de terapia con Danilo.—S
—Sí, además Samuel está en brazos de la señora Magdalena y Julián parece estar enojado.—Después de discutir con Adara no se ha alejado de mi padre. Sabes Bonita, cuando llegó a nosotros molesto sentí un escalofrío al escucharlo decir que Adara no le caía bien, que quería apretarle los labios para que no hablara tanto. Creo que a Julián le gusta la hija de nuestros amigos.—¿Por qué lo dices?—¿Acaso no te acuerdas como te trataba a esa edad? —No me acordaba de eso, fue insoportable—. Amor, invité a varias personas para que pasáramos la tarde en la finca, nos quedaremos hasta el lunes.—Perfecto. Vámonos ya. —Era momento de volver a ser una familia.…***…Desayunábamos en familia de nuevo, teníamos la maleta lista para irnos a la finca hoy y regresamos mañana que era festivo. Antes de irnos pasaremos a la clínica a visitar a Fernanda y conocer a Gabriela, María Joaquina le tenía el detalle y Samuel también le tenía un dibujo. Una vez más recibiendo con agrado la belleza de lo cotidian
Fuimos los últimos en llegar, esa era la idea, a César le pareció extraño que nos dirigiéramos hacia la capilla, en la entrada estaban mis padres y los suyos. Me miró. —¿Es lo que pienso que es María Joaquina? —afirmé. —En ese lugar están las personas que de alguna manera nos ayudaron a pasar este mal pase en nuestra relación, están los seres que nos regañaron, nos llamaron la atención, nos aconsejaron. Se enojaron con nosotros y al mismo tiempo confabularon para que volviéramos a estar juntos. ¿Quieres renovar votos matrimoniales conmigo? —sonrió y luego se puso serio y su actitud de preocupación me alteró. —Amor no tengo los anillos. —dijo. —¿Quién dijo que no? —Alejandro llegó, solo esperaba el momento preciso—. En mi defensa, me dijeron que debía hacer lo que fuera por sacarlos… —¡Los robaste! —dijo César sonriendo—. Ya te debo dos, amigo. Dos favores del alma. —Lo tendré presente para cobrarlos. Aunque no estemos muy bien con Sandra, obviamente fue invitada. Nos dirigimos a
¡Lo sabía!, le di la vuelta a mi mujer, la besé y en ese instante me quebré, me alejé un poco, y el hombre hermético, psicorrígido, serio, ahora lloraba sobre el pecho de la mujer más bella del mundo, mi esposa, puse mi mano en su vientre.No dije nada, solo dejé salir la última gota de dolor por este mal episodio y recibiendo lo nuevo. —Las manos de María Joaquina jugaban con mi cabello mientras yo seguía acariciando su vientre—. Cuando logré calmarme un poco. La miré.—Viene mi castañita de ojos grises. —verla reír se convertirá en mi nueva tarea.—Puede ser un varoncito.—No, cuando te hice el amor el día que nos despedimos, solo pensaba en ti y rogaba que esta vez, sí, metiera el gol.—¡César!—Lo siento, quería más hijos y siempre los querré contigo. Por eso te dio asco la carne, ¿cierto? —afirmó—. ¿Cuándo lo supiste?—Ayer, de hecho, cuando pasé a buscarte era para decirte y entregarte un re…—Benjamín te puso alguna restricción en la intimidad. —Ella negó.—Solo que no nos movi
Recibió el trago ofrecido por mi padre, que se quedaron brindando con Deacon, mi suegro y Carlos a un lado. Mi corazón estaba a mil, al segundo a mi propio frenesí se unieron las notas del acordeón y se escuchó la caja al son de la guacharaca, junto a la voz impecable de mi mejor amigo.Esa voz oculta desde que terminó con Virginia, siento que él se autocastiga con eso, tan así era que la discoteca que tenían en común acuerdo está bajo la dirección de ella desde Dubái, porque Alejo jamás volvió y ahí era donde cantaba una vez al mes.Miré hacia la puerta, vi cómo asombradas salían mi suegra, mi madre, mi cuñada, Blanca, Carmen, Socorro, Fernanda y por último mi mujer con los ojos húmedos. Para todo el mundo era apoteósico ver de nuevo a Alejandro Daza. Su nombre artístico, escucharlo cantar, era el broche de oro para esta extraña noche.Sabía lo que significaba esa excepción de su promesa y le estaré eternamente agradecido por cantarle a la mujer de mi vida. Mis hijos se quedaron en l
Último capítulo