Alessia
La sala huele a metal y a tinta. El monitor en negro guarda un silencio que no me gusta: ese que antecede a la verdad. Valeria despliega papeles; Lucía prepara guantes; Mina dibuja sobre un plano tres cruces discretas. Sofía mira el suelo como si allí hubiera una palabra que todavía no se atreve a decir.
—No voy a pedir perdón —dice, bajito—. Voy a decir la verdad.
Asiento. No vengo a consolarla, vengo a sostener lo que decidió. La verdad es un puente si lo pisas con firmeza; es un precipicio si cierras los ojos.
—Lee sin adornos —indica Valeria—. Datos, sellos, fechas. Cuando menciones CENZ-15, apunta al documento. Que el sello hable. Todos los verán.
Lucía marca la cadena de custodia: hora, equipo, ubicación, hash. Enzo comprueba el plano de escape; Raffaele respira contra la puerta como un metrónomo. Salvatore ya recorrió las esquinas que nos importan: entrada lateral, escalera de servicio, calle estrecha hacia el vehículo. Alejandro sostiene la red como un hombre que sabe