Capítulo 63. Las cadenas de Luca
Alessia
Luca tiembla en la silla como un animal acorralado. Sus muñecas enrojecidas por el plástico parecen gritar más fuerte que su boca. El sudor le corre por la sien y gotea al suelo, formando un charco minúsculo que delata su miedo.
Enzo se apoya en la pared, brazos cruzados, los ojos clavados en él con la paciencia de un verdugo. Raffaele no habla, pero su presencia basta: dos cuchillos, listos, esperando la orden de hundirse.
No llora. Eso lo noto primero. No es valiente, pero tampoco cobarde. Su miedo no tiene lágrimas, tiene torpeza. El miedo de alguien que jugaba un juego sin saber las reglas, hasta que lo atraparon en la mesa equivocada.
—Yo no quería —balbucea—. Solo hacía lo que la señorita Sofía pedía.
El nombre golpea la sala como un eco maldito. Sofía. La prima de Dante. La traidora que todavía respira en el cuarto de huéspedes, vigilada de cerca, viviendo de prestado.
Camino hasta quedar frente a él. Sus pupilas dilatadas me buscan como si yo fuera juez y verdugo al mi