Capítulo 64. Paolo regresa
Valeria
La casa segura respira como un animal al que le contamos el pulso. Huele a papel recién cortado, a tinta fría, a lluvia que no termina de caer. Todos me miran. Yo abro la carpeta como quien descorre una mortaja.
Extiendo los mapas. Las líneas no son rutas: son venas. Pongo sobre la mesa puertos chicos, cuentas limpias por fuera y podridas por dentro, fundaciones que prometen agua donde solo hay sed. Paolo siempre estuvo aquí. Solo apagó la luz para que viéramos peor.
—Habla —dice Dante.
Asiento. Mi voz no pide permiso. Lo que traigo no se discute, se enfrenta.
—Bruselas, Ginebra, Roma. Invitaciones a foros, fotografías con gente que no dispara, contratos de «cooperación». En las firmas, los mismos dedos. En los sellos, el mismo perfume.
Alessia se inclina apenas. Sus ojos miden la grieta por donde entra el aire. Analizando y calculando.
—¿Consejo?
—Consejo —confirmo—. No todos. Suficientes. Los que abren puertas chicas para que entren barcos grandes. Velorios de reputación imp