Capítulo 16. Los buitres
La noche huele a hierro y traición. Apenas bajo de la camioneta siento el aire distinto, como si la sombra de alguien más hubiera pasado antes que yo.
El barrio de Alessia está en silencio, demasiado silencio para esta hora. Mis hombres esperan a una cuadra, listos para entrar si lo ordeno. Pero esta vez quiero hacerlo yo.
Camino hacia la entrada y lo veo: la cerradura está forzada. Un trabajo limpio, de profesionales. El filo metálico en la pared, un graffiti mal borrado, me dice todo. Son ellos. Viejos enemigos de mi familia, carroñeros que huelen la sangre y aparecen cuando creen que es el momento perfecto para devorar los restos.
Entro, me acerco sin hacer ruido. Dentro de la casa se escuchan voces bajas, un murmullo que corta como cuchillas. Luego, un golpe seco. El corazón me ruge en el pecho.
—¿Dónde está? —gruñe un hombre.
Un quejido ahogado. La voz de Alessia. Ella no dice nada, solo se prepara para otro golpe inevitable.
Abro la puerta de un empujón. La madera cede contra la