TANYA RHODES
—¡Hey! ¡Calmado! —exclamó Vanessa empujándolo del pecho—. Deja a la niña, viene conmigo.
Richie soltó una risotada y se rascó el cabello de manera graciosa.
—Solo quiero hacer nuevos amigos —respondió encogiéndose de hombros mientras sus ojos regresaban a mí—, no quiero ser insistente ni molestarte… pero en verdad me encantaría invitarte algo de la cafetería.
No pude evitar sonrojarme y agachar la mirada. Cuando estaba lista para aceptar su oferta, alguien me tomó del brazo, era Noah, con esa actitud prepotente, arqueando una ceja. Tenía la esencia de todo un macho alfa marcando territorio.
—Encantador… —susurró sin apartar esa mirada juiciosa de Richie—. Suerte para la próxima, amigo, pero ella está ocupada.
—¿Ocupada? —ni siquiera escuchó mi pregunta cuando me llevó escaleras arriba, fuera del auditorio, ante la mirada escéptica y sorprendida no solo de Vanessa, sino de los pocos alumnos que aún quedaban.
—¡Oye! ¡¿Qué te pasa?! —exclamé intentando zafarme de su ag