VANESSA GARDNER
Supongo que decir que regresé de la luna de miel embarazada no fue sorpresa para nadie. Todos los días, todo el día, Noah estuvo encima de mí, sin dejarme salir de la cama. Ese era su plan y fue muy cínico al llevarlo a cabo.
—¿Gemelos? —preguntó Tanya sorprendida en cuanto le mostré la ecografía.
—Recuerdo que en la familia de mi padre había varios gemelos, supongo que por eso —contesté encogiéndome de hombros cuando su mirada se dirigió directo hacia Noah.
—Menos mal, pensé que había sido por el medicamento para mejorar tu fertilidad que escondí en tu comida durante la luna de miel —soltó él con un suspiro relajado, mientras yo volteaba lentamente, mi cuello rechinando como bisagras oxidadas hasta que nuestras miradas se encontraron.
—¿Sabes qué? No quiero saberlo —contesté alzando las manos a modo de rendición—. Pensaré que solo estás bromeando y me quedaré con eso.
Sabía que Noah podía ser complicado y que pese a mis promesas de que nunca lo dejaría, él seguía t