38. UN RESPIRO
[FRANCESCO]
Son casi las once de la noche cuando cierro la puerta del hotel. El pasillo está en silencio, pero mi pulso golpea con fuerza, como si fuera a delatarme. Bajo por las escaleras sin mirar atrás, con las manos sudadas dentro de los bolsillos y la mente corriendo más rápido que cualquier monoplaza.
El mensaje sigue brillando en la pantalla de mi celular:
“Estoy abajo. Esperando.”
Y ahí está.
Sofía.
Escondida detrás del volante de un auto alquilado, con una gorra que le tapa el rostro y el cuerpo tenso como un resorte. Cuando me ve, ni siquiera sonríe. Solo asiente. Arrancamos en silencio.
Durante el trayecto, no hablamos. Ni una palabra. Pero la atmósfera dentro del auto es una tormenta contenida. Nuestras manos se rozan por accidente en la palanca de cambios y el contacto nos quema. Nos estamos conteniendo con una violencia que duele.
La ciudad queda atrás. Tomamos un camino secundario, un desvío hacia las colinas, rodeados de árboles y oscuridad. Ella conduce con el ceño fr