4. ACTUAR PARA EL MUNDO
El camarero se aleja y por fin quedamos solos, al menos en teoría. Porque sé que al menos tres personas en el restaurante nos están observando disimuladamente, probablemente listos para vender algún detalle, una foto, una frase mal interpretada.Así que juego mi parte. Me inclino sobre la mesa, con la copa en la mano, como si no pudiera dejar de mirarla. Sofía lo nota, claro. Me lanza una sonrisa discreta, esa que apenas levanta una comisura, perfecta para las cámaras que deben estar acechando desde el exterior.—Estás exagerando —murmura, sin dejar de sonreír.—Estoy interpretando el papel del novio enamorado. Dijiste que debía parecer creíble —difiero.—Sí, pero no como si fueras a pedirme matrimonio en cualquier momento —expone muy segura.—¿Y si lo hiciera? —bromeo.Ella me clava los ojos grises. No hay risa en su mirada, solo esa mezcla de complicidad y tensión que parece estar entre nosotros desde que comenzó todo esto.—No empieces, Mozzi. Apenas estamos estableciendo las regla
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