[FRANCESCO]
Veinte años después.
Hay un tipo de ruido que nunca se olvida.
No es el rugido del motor —aunque ese también se te queda pegado a los huesos—, sino el silencio que lo antecede. Ese segundo exacto antes de que un coche salga del box y el mundo entero contenga el aire. Lo aprendí joven, lo viví mil veces, y aun así hoy me atraviesa distinto.
Porque hoy no soy yo el que va a correr.
Hoy, por primera vez, es Giuliano.
Lo veo desde el muro, con el casco bajo el brazo, el mono impecable, el cuerpo alto y tenso de quien lleva la herencia en la sangre y la presión en la espalda. Tiene mi mandíbula cuando aprieta los dientes. Tiene los ojos de Sofía cuando decide algo y no hay manera de moverlo.
Y yo… yo tengo las manos heladas.
Me río por dentro, casi con vergüenza. Soy Francesco Mozzi. Gané carreras que parecían imposibles, sobreviví al circo, a la prensa, a la caída, a la resurrección pública. Pero ver a mi hijo ponerse el casco para su primer Gran Premio… eso me deja más vulner