Mundo de ficçãoIniciar sessãoEva Davies vive atrapada en un matrimonio sin amor por tres años, sin embargo, no puede dejar ir al que ha sido el amor de su vida. Su vida se volvió monótona, aburrida y triste, demasiado triste. Su esposo, Adán, jamás la valoró, es cruel y está enamorado de la hermana mayor de Eva, Victoria. Cuando la tristeza ensombrece el destino de Eva, decide que jamás volverá a dejar que la traten en menos, conoce a Nikolaus Hoffman quien la ayuda con su proceso de negocio y a volver a encontrar el rumbo de su vida. Está vez lejos de las personas que consideró familia alguna vez y escondiendo un secreto que pudo haber cambiado el destino de toda su vida. ¿Podrá Eva volver a enamorarse luego de los maltratos de su ex esposo? ¿Podrá darle una oportunidad al hombre que está dispuesto a darlo todo por ella?
Ler maisSusurros, gemidos contenidos, el ritmo de la respiración que se entrelaza con la mía: todo compone una música antigua y feroz. Nuestros cuerpos hablan en tono grave, en cadencia, sin necesidad de describir lo que ocurre.—¡Joder, Nik…! ¡Ah! ¡Nikolaus…! —me llama, y su voz se quiebra como un cristal que vibra.Siento como sus paredes se contraen a mi alrededor y todo mi cuerpo responde como un animal antiguo: sus movimientos hacen que el mundo se reduzca a sus ojos, a su respiración, a ese temblor que nace en ella y me atraviesa. Cada gesto suyo me obliga a hundirme más en ella; la intensidad sube, se hace música y amenaza con arrastrarnos. Maldigo en silencio porque me muestra las estrellas demasiado pronto, porque la necesidad me consume con velocidad y sin tregua.Ella lo sabe y juega con ello, se entrega y se recoge con deliberada provocación, y un gemido se escapa de mí, auténtico y sin máscara. La ardiente cercanía entre nosotros eclipsa todo: tiempo, razón, prudencia.—No lo hag
La sensualidad que brota de ella es distinta, más madura, más consciente. No sé de dónde ha nacido o desde cuándo la cultiva, pero cumple su cometido con maestría. Me hechiza, me embriaga, me enloquece y me arrastra tras de sí sin remedio. No puedo apartar la mirada de sus ojos, esos ojos que son un conjuro, un embrujo del que jamás quiero escapar.—Te amo. —declaro con voz firme.Es lo único que logra escapar de mis labios en medio de la tormenta de emociones que me arrasa. Eva se sienta sobre el escritorio con naturalidad, como si ese mueble fuese un altar dispuesto para ella, y yo me acerco hasta quedar justo entre sus piernas. Mis manos rozan sus muslos y siento cómo su piel se estremece bajo mis caricias, cómo cada poro de su cuerpo responde a mi contacto.La tela fina de su vestido apenas representa un límite. Una de mis manos se aventura bajo sus pliegues, encontrando el calor que emana de ella.—Nikolaus… —su voz tiembla, sus labios también. Busca los míos con hambre, con nece
Nikolaus HoffmanDías después. Papá y Kuno han regresado a Alemania para atender los problemas de la empresa y continuar con la investigación sobre la sombra que persiguió a Eva años atrás. Mamá y Opa, en cambio, permanecen con nosotros. Hoy están aquí, en la empresa, y han traído consigo a mi pequeño Niklaus, que insistió en pasar el día cerca de su madre y de mí.Extraño aquellos tiempos en que Eva y yo podíamos, después del trabajo, perdernos en paseos, juegos y cenas los tres. Ahora apenas si nos queda espacio para robar minutos entre la vorágine de asuntos pendientes. Y, aun así, cada instante con ella y nuestro hijo basta para recordarme que vivo por su amor.—Hola, campeón. —le digo a mi hijo, inclinándome hacia él con una sonrisa mientras revuelvo sus cabellos rubios.—¡Papá! —responde alzando los brazos y rodeando mi cuello en un abrazo que me estremece. Lo alzo contra mi pecho, sintiendo ese calor que solo un hijo puede dar, un vínculo que me recuerda cuánto sentido tiene m
—Sigo sin entender.—Supongo que veías cómo en mi casa todos me odiaban. —sus ojos brillan, pero no me mira—. Y siempre estabas ahí, defendiéndome, jurando que te casarías conmigo cuando creciéramos, que me sacarías de ese infierno, que me consentirías y me mimarías.—Eva… no lo recuerdo.—Me sacaste de un sufrimiento… para meterme en otro. —su risa se quiebra y por primera vez veo lágrimas resbalar por sus mejillas—. Lamento no poder refrescarte la memoria. Puedes tomar mis palabras como ciertas… o como una farsa.Eva aparca el auto y me doy cuenta de que estamos frente a la entrada de la casa de mis padres. Mi madre sale en cuanto nos ve. Trata de saludar a Eva, pero ella esquiva su gesto sin dudarlo.—Adán, cariño, ¿qué tienes? —pregunta mi madre alarmada al ver mi rostro.—Nada, estoy bien.—No, no lo está. —interviene Eva con firmeza—. Lleva media hora con un sangrado de nariz, llame al médico.Me ayuda a caminar hasta llegar a una habitación del segundo piso, una que nunca conoc
Trago saliva con dificultad. No tiene sentido intentar ocultar la verdad con un dedo. La realidad es esa, cruel y contundente: yo mismo le arranqué la posibilidad de ser quien quería ser.—¿Eva, estás bien? —la voz de Kuno interrumpe mis pensamientos antes de que lleguemos al ascensor.—Sí, lo llevaré a casa. Se descompensó. —responde ella con calma, ajustando un poco más mi peso sobre su costado—. Por favor, quédate y asegúrate de tener la charla con los proveedores, yo le avisaré a Nikolaus.—Está bien, si algo pasa, llámame. —dice él, y su tono protector hacia ella me da una punzada de celos absurdos.Eva se despide con una sonrisa dirigida a su cuñado. Una sonrisa que parece tan ligera, tan natural… La misma sonrisa que yo jamás pude inspirar en ella. Entonces noto un detalle que me había pasado desapercibido: lleva un audífono discreto en la oreja. Lo activa y casi de inmediato escucho la voz al otro lado.—Nik, hola, ¿estás ocupado? —pregunta ella con un tono suave que me perfor
Cierro los ojos, mareado por el dolor en mi cabeza, por el calor pegajoso de la sangre en mi rostro.—No estoy diciendo que las justifique.El silencio se alarga entre nosotros, pesado, incómodo, hasta que Brandon lo rompe con un suspiro.—Extraño a la Eva de antes. Sé que, si ella estuviera aquí y viera mi arrepentimiento genuino, me perdonaría.Su voz se quiebra y lo miro, con el estómago ardiendo.—También me gustaría tener enfrente a esa Eva de antes… pero solo la veo cuando está con su hijo o con Nikolaus. —El nombre me quema en la lengua, me revuelve el estómago como veneno.Y ahí, entre recuerdos difusos, la sangre y la culpa, me doy cuenta de algo insoportable: quizás la Eva que conocí ya no exista para mí.Brandon se burla de mí, su risa cargada de esa ironía que tanto me irrita.—No me gustaría estar en tu situación. —dice con descaro.Frunzo el ceño, cansado de sus comentarios, pero aun así pregunto:—¿Qué situación?Él me mira con una sonrisa torcida.—Amar a una y estar c
Último capítulo