AmyEstaba sentada en la cama de Anastasia, dejándola hacerme unas trenzas mientras ella hablaba sin parar. Ella era así, muy expresiva y comunicativa. Pero esta vez, lo que decía me hizo rodar los ojos por quinta vez en la noche.—Oye, de una vez por todas, —dijo, deteniéndose por un segundo para mirarme a través del espejo de su tocador—, tenemos que hacer que mi papá salga con tu tía, así podremos vivir juntas.Bufé devolviéndole la mirada. Anastasia nunca abandonaba esa idea, y aunque me parecía algo gracioso al principio, ahora ya no sabía cómo quitársela de encima.Su papá llevaba divorciado más de cuatro años, y aún no había salido con nadie, mientras que su mamá se había ido con otro hombre apenas tuvo la oportunidad.—Mi tía está saliendo con alguien, así que eso ya no va a pasar, —respondí encogiéndome de hombros.Ella soltó un largo suspiro y terminó de acomodar la última trenza. Luego cruzó los brazos e hizo una mueca con los labios.—Bueno... No es como si no lo hubiéram
Joaquín Estaba acostado en la cama, mis manos debajo de mi cabeza, con una sonrisa de pura satisfacción en el rostro, después de las intensas sesiones de delicioso sexø, (unos cuantos polvos exquisitos de los cuales estaba muy orgulloso), mi cuerpo estaba preparado, esperando con ansias la próxima ronda. La habitación estaba en penumbra, con las sábanas en el suelo y aún se podía oler el chocolate en el aire.Habíamos hecho un recorrido por toda la casa, comenzando en la cocina, dónde saboreé el chocolate de su piel, lamiéndola hasta que no quedaron rastros de él. Nos sentamos desnudos en la sala para disfrutar de una copa de vino, el cual terminé bebiendo directamente de su cuerpo. Me montó hasta que sus piernas se agotaron, y uno tras otro sus orgasmos nos mojaron por completo.De alguna manera, terminamos en la ducha, su cuerpo asegurado entre mis brazos, sus piernas alrededor de mi cintura, mientras la embestía con una intensidad casi animal y la marcaba con besos y chupetones.
Joaquín —Es mi tío, —dijo Samuel con calma.—¿Tu tío?, —repitió Amy, parpadeando sin comprender nada—. ¿Joaquín es tu tío?Respiré hondo, frotándome el cuello, esta conversación no sería para nada fácil.—Amy, puedo explicarlo, —empecé, pero ella me detuvo levantando una mano, mirando a Samuel para que le diera respuestas.—¿Desde cuándo el pasante es tu tío?, —le preguntó, arqueando una ceja.—Bueno... desde que nací, —respondió él alargando la o, dándose cuenta que su comentario salió con un poco de sarcasmo.—¿Y por qué nadie me había dicho que él es tu tío?, —insistió, con las manos en las caderas y una mirada que pedía respuestas.—No creí que fuera importante, —continuó, está vez forzando una sonrisa—. ¿Por qué lo sería?Amy agitó las manos con exasperación, soltando un suspiro irritado. Caminó de un lado al otro antes de quedarse parada delante de mí, dándome la misma mirada que su tía usaba cuando me regañaba.—Y tú, ¿qué tienes que decir?, —me preguntó con una mano en su cad
Camila Me subí al auto y conduje de vuelta a casa en completo silencio, no estaba de humor ni para encender la radio. Golpeé el volante, mi mente desesperada buscando una explicación, una razón que tuviera sentido. Pero no había ninguna.Joaquín me dejó sola para ir a verse con esa mujer. Estaban hablando tan cerca, con una sonrisa en los labios que siempre pensé que solo era para mí. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba en ese lugar? ¿Y por qué me mintió?Me sentía tan idiota por haberlo dejado entrar en mi vida...Dudé cuando Joaquín salió de mi casa casi corriendo después de la supuesta llamada de Felipe. Su pobre excusa de que lo habían llamado para algo del trabajo no me había convencido del todo. Y quise darle el beneficio de la duda... ¿Por qué no lo haría? Joaquín había sido… increíble hasta ahora. Siempre atento, cariñoso, y aunque había cosas que eran incongruentes, nunca había sentido que tenía algo que esconder. Esperé un rato después de que se fue, pero algo dentro de mí
Felipe Todo iba perfecto.O al menos, eso creía, hasta que mi teléfono empezó a sonar.Suspiré al ver el aparato vibrar sobre la mesa.—No vas a contestar, ¿verdad? —dijo Claudia, alzando una ceja y entrecerrando los ojos.Miré la pantalla. El nombre del guardaespaldas de Joaquín brillaba en letras mayúsculas. —Si—, dije con una sonrisa tensa—. Sabes que es trabajo, no me queda de otra.Rodó los ojos y dio un trago largo a su vino mientras yo contestaba.—Dime que no ha hecho una estupidez, —dije, sin saludar.—Señor Ortiz—, comenzó el hombre al otro lado de la línea—. Lamento molestarlo, pero hay un problema con el señor Salinas.Me apoyé en la mesa, frotándome la cara, sintiendo que la noche no acabaría como había planeado.—¿Qué problema? —pregunté, pero ya sabía que si tenía que ver con Joaquín, sería un dolor de cabeza.—Verá, estaba en el parque de diversiones...—¿En un parque de diversiones? ¡Por el amor de Dios, creí que estaba con... su novia!Me corregí al último segundo,
Joaquín Estaba a dos segundos de prender el auto e ir hasta la casa de Felipe. Iba a estrangularlo por haberse metido en mis asuntos. Pero justo ese momento, la puerta de la casa de Camila se abrió y la vi salir.Se quedó en la entrada, buscando mi auto con la mirada hasta que nuestros ojos se encontraron. O quizá solo vio mi coche, ya que los vidrios polarizados no le permitían ver el interior. Levantó una mano y me hizo una seña para que me acercara.¡Maldita sea! Quería llorar de felicidad solo porque me estaba mirando, porque todavía quería hablar conmigo. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y después de esos minutos eternos, pude volver a respirar con normalidad.No dudé ni una fracción de segundo. Salí disparado del auto como si mi vida dependiera de ello, cerrando la puerta de un portazo y tropezando con la acera. Llegué a la puerta casi jadeando, aunque intenté disimularlo. Camila se dio la vuelta sin decir nada, entrando a la casa, y yo la seguí como un cachorro bien entre
CamilaJoaquín, que estaba profundamente dormido a mi lado, después de una sesión intensa de increíble sexø. No voy a mentir, para su edad, mi viejito aguantaba bastante, y era muy creativo, lo que sumado a su perfecto tamaño allí abajo, me dejaba deseando más.A pesar de eso, no podía dormir. Mi mente no dejaba de girar. Todo lo que había pasado entre nosotros, me parecía demasiado surrealista. Cerré los ojos un momento, intentando juntar las piezas de este rompecabezas llamado Joaquín.Recordé la primera vez que lo vi, el día en que literalmente chocamos en la entrada de la oficina. Lo tenía grabado en la memoria porque fue tan... irritante.Venía con prisa, como siempre, cargando papeles, y él apareció de la nada. No solo no se disculpó, sino que me miró con esa ceja alzada y esa actitud de "tengo mejores cosas que hacer."Claro que entonces no sabía que ese mismo hombre, con su porte arrogante y mirada intensa, terminaría en mi cama. Qué giros daba la vida.Después vino la reun
Camila No dormí en toda la noche. Mi mente no dejaba de dar vueltas, buscando maneras de vengarme de mi hermoso y delicioso viejito. Este hombre tenía que pagar por haberme mentido... Aunque al mismo tiempo… "¡maldita sea!", lo seguía queriendo. Suspiré frustrada, necesitaba hacer algo antes de que mi mente estallara. Me levanté despacio para no despertarlo, caminando en puntitas de pie al baño.Mi teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa de noche del lado de Joaquín. Lo tomé antes de que lo despertara, y corrí al baño. Cerré la puerta con cuidado y deslicé mi dedo por la pantalla para atender.—¿Hola? —dije apoyándome en la puerta.—¿Hola? —repitió una voz femenina al otro lado—. ¿Quién habla?La voz era familiar, pero no podía darme cuenta de dónde la conocía.—Eh... Camila—, respondí con duda—. ¿Quién es?Hubo un silencio, seguido por un jadeo que me hizo fruncir el ceño.—¡Camila! ¿Eres tú, querida? —La voz cantarina hizo que mi piel se estremeciera.Y entonces me dí cuenta de