Felipe Todo iba perfecto.O al menos, eso creía, hasta que mi teléfono empezó a sonar.Suspiré al ver el aparato vibrar sobre la mesa.—No vas a contestar, ¿verdad? —dijo Claudia, alzando una ceja y entrecerrando los ojos.Miré la pantalla. El nombre del guardaespaldas de Joaquín brillaba en letras mayúsculas. —Si—, dije con una sonrisa tensa—. Sabes que es trabajo, no me queda de otra.Rodó los ojos y dio un trago largo a su vino mientras yo contestaba.—Dime que no ha hecho una estupidez, —dije, sin saludar.—Señor Ortiz—, comenzó el hombre al otro lado de la línea—. Lamento molestarlo, pero hay un problema con el señor Salinas.Me apoyé en la mesa, frotándome la cara, sintiendo que la noche no acabaría como había planeado.—¿Qué problema? —pregunté, pero ya sabía que si tenía que ver con Joaquín, sería un dolor de cabeza.—Verá, estaba en el parque de diversiones...—¿En un parque de diversiones? ¡Por el amor de Dios, creí que estaba con... su novia!Me corregí al último segundo,
Joaquín Estaba a dos segundos de prender el auto e ir hasta la casa de Felipe. Iba a estrangularlo por haberse metido en mis asuntos. Pero justo ese momento, la puerta de la casa de Camila se abrió y la vi salir.Se quedó en la entrada, buscando mi auto con la mirada hasta que nuestros ojos se encontraron. O quizá solo vio mi coche, ya que los vidrios polarizados no le permitían ver el interior. Levantó una mano y me hizo una seña para que me acercara.¡Maldita sea! Quería llorar de felicidad solo porque me estaba mirando, porque todavía quería hablar conmigo. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y después de esos minutos eternos, pude volver a respirar con normalidad.No dudé ni una fracción de segundo. Salí disparado del auto como si mi vida dependiera de ello, cerrando la puerta de un portazo y tropezando con la acera. Llegué a la puerta casi jadeando, aunque intenté disimularlo. Camila se dio la vuelta sin decir nada, entrando a la casa, y yo la seguí como un cachorro bien entre
CamilaJoaquín, que estaba profundamente dormido a mi lado, después de una sesión intensa de increíble sexø. No voy a mentir, para su edad, mi viejito aguantaba bastante, y era muy creativo, lo que sumado a su perfecto tamaño allí abajo, me dejaba deseando más.A pesar de eso, no podía dormir. Mi mente no dejaba de girar. Todo lo que había pasado entre nosotros, me parecía demasiado surrealista. Cerré los ojos un momento, intentando juntar las piezas de este rompecabezas llamado Joaquín.Recordé la primera vez que lo vi, el día en que literalmente chocamos en la entrada de la oficina. Lo tenía grabado en la memoria porque fue tan... irritante.Venía con prisa, como siempre, cargando papeles, y él apareció de la nada. No solo no se disculpó, sino que me miró con esa ceja alzada y esa actitud de "tengo mejores cosas que hacer."Claro que entonces no sabía que ese mismo hombre, con su porte arrogante y mirada intensa, terminaría en mi cama. Qué giros daba la vida.Después vino la reun
Camila No dormí en toda la noche. Mi mente no dejaba de dar vueltas, buscando maneras de vengarme de mi hermoso y delicioso viejito. Este hombre tenía que pagar por haberme mentido... Aunque al mismo tiempo… "¡maldita sea!", lo seguía queriendo. Suspiré frustrada, necesitaba hacer algo antes de que mi mente estallara. Me levanté despacio para no despertarlo, caminando en puntitas de pie al baño.Mi teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa de noche del lado de Joaquín. Lo tomé antes de que lo despertara, y corrí al baño. Cerré la puerta con cuidado y deslicé mi dedo por la pantalla para atender.—¿Hola? —dije apoyándome en la puerta.—¿Hola? —repitió una voz femenina al otro lado—. ¿Quién habla?La voz era familiar, pero no podía darme cuenta de dónde la conocía.—Eh... Camila—, respondí con duda—. ¿Quién es?Hubo un silencio, seguido por un jadeo que me hizo fruncir el ceño.—¡Camila! ¿Eres tú, querida? —La voz cantarina hizo que mi piel se estremeciera.Y entonces me dí cuenta de
Joaquín Me levanté de la cama unos minutos después de que escuché la puerta cerrarse. Camila no me había dicho que tenía una cita con el dentista hoy. Había planeado pasar el día con ella, sin despegarme ni un segundo, así que no pude evitar sentir el vacío de su ausencia.Mi ropa estaba tirada por todo el suelo, sonreí al recordar cómo ella me la había quitado... prenda por prenda.Levanté mis pantalones y la camisa, pero en lugar de vestirme, decidí que una ducha rápida sería lo mejor para despejarme. Mi mente todavía estaba nublada por el cansancio. No voy a mentir, Camila encendía un calor abrasador en mí, mi instinto animal despertando para saciar esa necesidad de estar dentro de ella, aunque... Bueno, me costaba seguirle el ritmo. Cosa que ella jamás sabrá.El agua caliente golpeó mi piel con fuerza, pero no logró aliviar la tensión que llevaba encima. Todo este juego del pasante, los problemas en la oficina y, encima, las cosas con Camila… era como si todo estuviera juntánd
Camila La mañana había comenzado tranquila.O más bien, lo más tranquilo que te puedas imaginar si te reúnes a conspirar con la madre de tu... ¿qué era Joaquín para mí? A pesar de todo, no podía ignorar la sensación de incomodidad por estar desayunando con doña Angélica.Ella era encantadora, eso no lo negaba, pero seguía siendo la madre del hombre que había quedado desnudo en mi cama.Cada vez que me daba esa sonrisa cálida, me sentía como una niña atrapada haciendo algo indebido. Sin embargo, su actitud tan cariñosa hacía que todo fuera más llevadero.—¡Camila!Escuché que me llamaban y me giré para ver quién era, aunque reconocía esa voz. Romina se acercó a pasos apresurados a nuestra mesa. Me levanté sin dudarlo, abriendo los brazos para abrazarla con fuerza.—¡Romina! ¿Qué haces aquí?Nos abrazamos con fuerza, y cuando me separé, noté cómo su mirada pasaba de mí a doña Angélica. Antes de que yo pudiera presentarlas, mi amiga ya estaba abriendo la boca.—¿Y quién es esta dama
Joaquín El domingo por la tarde, Amy regresó de su pijamada y Nathan del campamento de fútbol. La casa volvió a ese estado de caos encantador que, aunque llevaba poco tiempo experimentándolo, ya sentía como algo mío.Los niños no paraban de hablar al mismo tiempo, pero en vez de asustarme o causarme un aneurisma cerebral, lo estaba disfrutando. En un momento Nathan me miró con una sonrisa pícara mientras dejaba caer su mochila en el suelo.—¿Te quedas a dormir, tío?Amy se cruzó de brazos y alzó una ceja con esa actitud de “aquí mando yo", antes de apoyar a su hermano.—Claro que va a quedarse—, declaró—. La verdad, ya estás aquí más tiempo que en tu propia casa.—Creo que tienen razón—, dijo Camila encogiéndose de hombros mientras empezaba a levantar las mochilas de los niños—. Tú sabrás si quieres decepcionarlos.¿Cómo iba a decirles que no después de eso? Entre los ojos de cachorro de Nathan y la mirada desafiante de Amy, estaba claro que no tenía escapatoria.—Está bien, está
Camila Me desperté, sintiendo el vacío a mi lado.El lado de la cama de Joaquín estaba vacío, y eso me hizo sentir un poco decepcionada. Luego tendría que hablar con él, para dejarle claro mi necesidad de comenzar las mañanas con un poco de acción.Aún podía sentir en mi piel el calor de los rastros de su toque. Cerré mis ojos dejando escapar un gemido, mientras mis dedos recorrían cada centímetro que él besó y lamió, bajando lentamente hasta mi entrepierna.Un ruido en la cocina me devolvió a la realidad, haciéndome sentir avergonzada. La necesidad que tenía de mi viejito me estaba haciendo perder la cabeza.Me levanté de un salto, corriendo al baño para darme una ducha fría. Para luego vestirme a la velocidad de la luz. Llegué a la cocina justo a tiempo para ver a Joaquín sirviendo un delicioso y suculento desayuno para cuatro. Suspiré observando la escena. Me costaba reconocer de si me gustaba o me aterraba lo rápido que se amoldaba a nuestra familia.—¡Miren quién decidió unirs