Camila
Joaquín, que estaba profundamente dormido a mi lado, después de una sesión intensa de increíble sexø.
No voy a mentir, para su edad, mi viejito aguantaba bastante, y era muy creativo, lo que sumado a su perfecto tamaño allí abajo, me dejaba deseando más.
A pesar de eso, no podía dormir.
Mi mente no dejaba de girar. Todo lo que había pasado entre nosotros, me parecía demasiado surrealista.
Cerré los ojos un momento, intentando juntar las piezas de este rompecabezas llamado Joaquín.
Recordé la primera vez que lo vi, el día en que literalmente chocamos en la entrada de la oficina. Lo tenía grabado en la memoria porque fue tan... irritante.
Venía con prisa, como siempre, cargando papeles, y él apareció de la nada. No solo no se disculpó, sino que me miró con esa ceja alzada y esa actitud de "tengo mejores cosas que hacer."
Claro que entonces no sabía que ese mismo hombre, con su porte arrogante y mirada intensa, terminaría en mi cama. Qué giros daba la vida.
Después vino la reun