CamilaJoaquín, que estaba profundamente dormido a mi lado, después de una sesión intensa de increíble sexø. No voy a mentir, para su edad, mi viejito aguantaba bastante, y era muy creativo, lo que sumado a su perfecto tamaño allí abajo, me dejaba deseando más.A pesar de eso, no podía dormir. Mi mente no dejaba de girar. Todo lo que había pasado entre nosotros, me parecía demasiado surrealista. Cerré los ojos un momento, intentando juntar las piezas de este rompecabezas llamado Joaquín.Recordé la primera vez que lo vi, el día en que literalmente chocamos en la entrada de la oficina. Lo tenía grabado en la memoria porque fue tan... irritante.Venía con prisa, como siempre, cargando papeles, y él apareció de la nada. No solo no se disculpó, sino que me miró con esa ceja alzada y esa actitud de "tengo mejores cosas que hacer."Claro que entonces no sabía que ese mismo hombre, con su porte arrogante y mirada intensa, terminaría en mi cama. Qué giros daba la vida.Después vino la reun
Camila No dormí en toda la noche. Mi mente no dejaba de dar vueltas, buscando maneras de vengarme de mi hermoso y delicioso viejito. Este hombre tenía que pagar por haberme mentido... Aunque al mismo tiempo… "¡maldita sea!", lo seguía queriendo. Suspiré frustrada, necesitaba hacer algo antes de que mi mente estallara. Me levanté despacio para no despertarlo, caminando en puntitas de pie al baño.Mi teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa de noche del lado de Joaquín. Lo tomé antes de que lo despertara, y corrí al baño. Cerré la puerta con cuidado y deslicé mi dedo por la pantalla para atender.—¿Hola? —dije apoyándome en la puerta.—¿Hola? —repitió una voz femenina al otro lado—. ¿Quién habla?La voz era familiar, pero no podía darme cuenta de dónde la conocía.—Eh... Camila—, respondí con duda—. ¿Quién es?Hubo un silencio, seguido por un jadeo que me hizo fruncir el ceño.—¡Camila! ¿Eres tú, querida? —La voz cantarina hizo que mi piel se estremeciera.Y entonces me dí cuenta de
Joaquín Me levanté de la cama unos minutos después de que escuché la puerta cerrarse. Camila no me había dicho que tenía una cita con el dentista hoy. Había planeado pasar el día con ella, sin despegarme ni un segundo, así que no pude evitar sentir el vacío de su ausencia.Mi ropa estaba tirada por todo el suelo, sonreí al recordar cómo ella me la había quitado... prenda por prenda.Levanté mis pantalones y la camisa, pero en lugar de vestirme, decidí que una ducha rápida sería lo mejor para despejarme. Mi mente todavía estaba nublada por el cansancio. No voy a mentir, Camila encendía un calor abrasador en mí, mi instinto animal despertando para saciar esa necesidad de estar dentro de ella, aunque... Bueno, me costaba seguirle el ritmo. Cosa que ella jamás sabrá.El agua caliente golpeó mi piel con fuerza, pero no logró aliviar la tensión que llevaba encima. Todo este juego del pasante, los problemas en la oficina y, encima, las cosas con Camila… era como si todo estuviera juntánd
Camila La mañana había comenzado tranquila.O más bien, lo más tranquilo que te puedas imaginar si te reúnes a conspirar con la madre de tu... ¿qué era Joaquín para mí? A pesar de todo, no podía ignorar la sensación de incomodidad por estar desayunando con doña Angélica.Ella era encantadora, eso no lo negaba, pero seguía siendo la madre del hombre que había quedado desnudo en mi cama.Cada vez que me daba esa sonrisa cálida, me sentía como una niña atrapada haciendo algo indebido. Sin embargo, su actitud tan cariñosa hacía que todo fuera más llevadero.—¡Camila!Escuché que me llamaban y me giré para ver quién era, aunque reconocía esa voz. Romina se acercó a pasos apresurados a nuestra mesa. Me levanté sin dudarlo, abriendo los brazos para abrazarla con fuerza.—¡Romina! ¿Qué haces aquí?Nos abrazamos con fuerza, y cuando me separé, noté cómo su mirada pasaba de mí a doña Angélica. Antes de que yo pudiera presentarlas, mi amiga ya estaba abriendo la boca.—¿Y quién es esta dama
Joaquín El domingo por la tarde, Amy regresó de su pijamada y Nathan del campamento de fútbol. La casa volvió a ese estado de caos encantador que, aunque llevaba poco tiempo experimentándolo, ya sentía como algo mío.Los niños no paraban de hablar al mismo tiempo, pero en vez de asustarme o causarme un aneurisma cerebral, lo estaba disfrutando. En un momento Nathan me miró con una sonrisa pícara mientras dejaba caer su mochila en el suelo.—¿Te quedas a dormir, tío?Amy se cruzó de brazos y alzó una ceja con esa actitud de “aquí mando yo", antes de apoyar a su hermano.—Claro que va a quedarse—, declaró—. La verdad, ya estás aquí más tiempo que en tu propia casa.—Creo que tienen razón—, dijo Camila encogiéndose de hombros mientras empezaba a levantar las mochilas de los niños—. Tú sabrás si quieres decepcionarlos.¿Cómo iba a decirles que no después de eso? Entre los ojos de cachorro de Nathan y la mirada desafiante de Amy, estaba claro que no tenía escapatoria.—Está bien, está
Camila Me desperté, sintiendo el vacío a mi lado.El lado de la cama de Joaquín estaba vacío, y eso me hizo sentir un poco decepcionada. Luego tendría que hablar con él, para dejarle claro mi necesidad de comenzar las mañanas con un poco de acción.Aún podía sentir en mi piel el calor de los rastros de su toque. Cerré mis ojos dejando escapar un gemido, mientras mis dedos recorrían cada centímetro que él besó y lamió, bajando lentamente hasta mi entrepierna.Un ruido en la cocina me devolvió a la realidad, haciéndome sentir avergonzada. La necesidad que tenía de mi viejito me estaba haciendo perder la cabeza.Me levanté de un salto, corriendo al baño para darme una ducha fría. Para luego vestirme a la velocidad de la luz. Llegué a la cocina justo a tiempo para ver a Joaquín sirviendo un delicioso y suculento desayuno para cuatro. Suspiré observando la escena. Me costaba reconocer de si me gustaba o me aterraba lo rápido que se amoldaba a nuestra familia.—¡Miren quién decidió unirs
Joaquín Estaba caminando hacia mi escritorio, distraído como de costumbre. Odiaba la oficina. No porque fuera un lugar particularmente terrible, sino porque no podía hacer lo que realmente quería: besar a Camila frente a todos y gritar que era mía. ¡Pero no! Tenía que seguir con esta estúpida fachada de pasante, aguantando que Ramiro se pavoneara como si fuera el rey del lugar y que los demás me miraran con lástima o superioridad.Estaba a punto de llegar a mi escritorio cuando una voz familiar me detuvo en seco.—¡Hijo!Me congelé. No, no, no, no podía ser. Me giré lentamente, con la esperanza de que mi oído me hubiera traicionado, pero ahí estaba ella. Mi madre. Parada en medio de la oficina, luciendo impecable con uno de sus vestidos elegantes y su porte que hacía que todo el mundo se girara a mirarla.—¿Señora Angélica? ¿Qué tal...?—¿Señora Angélica? ¿Desde cuándo me llamas así, Joaquín? Ella arqueó una ceja, disfrutando de mi incomodidad.Mi corazón dio un vuelco. Madr
Felipe Llegué a la oficina un poco más tarde de lo habitual, con un café en la mano y los lentes de sol puestos porque, bueno, era yo. Todo iba normal hasta que, a lo lejos, vi una figura familiar. Y no precisamente en el buen sentido. Doña Angélica.Ahhh no, esta vez no me va a atrapar. Me detuve en seco y retrocedí un paso, buscando la ruta más rápida para desaparecer. No podía lidiar con ella ahora; seguramente venía con otra de sus “brillantes” ideas para "supervisar" a Joaquín o, peor aún, a mí. Miré rápidamente a ambos lados del pasillo y vi mi salvación: la cocina. Sin pensarlo dos veces, me metí ahí y cerré la puerta con cuidado.Me sentí aliviado de haber logrado un escape perfecto. Aún me estaba felicitando por mi grandiosa hazaña, pero a los segundos entró Joaquín.—¿Qué haces? —le susurré.—¿Qué haces tú aquí? —respondió, mirándome con sospecha.—Me estoy escondiendo, obviamente—, murmuré, mirando hacia la puerta temiendo por mi vida si doña Angélica aparecía en ese m