Joaquín
La entrada del hospital psiquiátrico me provocaba una mezcla de escalofrío y desagrado.
No por el lugar en sí, sino por lo que nos esperaba adentro.
Caminamos en silencio, Samuel y yo, hasta la recepción.
Él llevaba los papeles en una carpeta negra bajo el brazo. Su expresión de seriedad que no se veía en ningún adolescente.
Tenía la mirada fría, como si se estuviera preparando para entrar al infierno. Porque eso era lo que estábamos a punto de hacer.
Una enfermera nos acompañó por un pasillo largo, donde el silencio era pesado y algo denso... como si cada pared susurrara secretos rotos.
Samuel caminaba con pasos firmes. Yo iba a su lado, en silencio, dispuesto a intervenir si algo se salía de control.
Nos detuvimos frente a una puerta gris, con un pequeño ventanuco enrejado.
—Señor, no se la ha medicado desde hace unos días para que esté consciente en la visita, pero apenas se retiren volvemos con el "tratamiento".
El "tratamiento" era un código, obviamente no quería e