Odiaba tanto que la llamaran "malcriada". Últimamente, ese parecía haberse vuelto su único adjetivo. Tal vez, si las circunstancias fueran distintas, no le molestaría tanto. Pero, ¿cómo esperaban que se comportara con calma cuando la estaban vendiendo?
—Estoy pensando en cuánto detesto que vengás a recogerme al colegio —dijo América sin mirarla, con la vista perdida por la ventana.
“El trayecto de la escuela a casa es corto, pero con Bárbara al lado se me hace eterno”, pensó.
—El sábado te casás. Aunque no lo creás, todo lo que hago, lo hago por vos... y por mí. En el futuro me lo vas a agradecer —contestó Bárbara con ese tono forzado que usaba cuando intentaba sonar maternal.
—Madre, cualquiera que te oyera pensaría que tus papás fueron unas malas personas y que te metieron esas ideas horribles en la cabeza, pero no es así. Por eso me pregunto, ¿por qué pensás como pensás?
—La vida te lo hará entender en su momento —respondió Bárbara, como si tuviera la verdad tatuada en la piel.
Amé